La Reserva Federal de Estados Unidos se encuentra en medio de una crisis sin precedentes en tres décadas. Su presidente, Jerome Powell, atraviesa una tormenta perfecta marcada por la presión política de Donald Trump. Una fractura interna sin parangón desde finales de los ochenta y unos mercados que esperan respuestas claras ante un escenario económico incierto.
Las últimas minutas de la reunión de julio y la inminente cita de Jackson Hole han dejado al descubierto la fragilidad de la institución y el difícil equilibrio entre contener la inflación y sostener el empleo.
Una Fed dividida como no se veía desde 1988
El liderazgo de Jerome Powell se tambalea en un Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) más fragmentado que nunca. En la reunión de julio, dos gobernadores —Christopher Waller y Michelle Bowman— rompieron con la mayoría y votaron a favor de un recorte de 0,25 puntos porcentuales en los tipos de interés. Era la primera vez desde 1993 que se producía una disidencia abierta contra el presidente de la Fed.
Ahora, la entrada de Stephen Miran, economista afín a Trump, puede agravar aún más la división. Si su nombramiento se confirma a tiempo para la reunión de septiembre, Powell tendría que enfrentarse a tres voces críticas en un comité de siete miembros. Algo que no ocurría desde 1988. Una fractura de esa magnitud amenaza con minar la credibilidad de la Fed justo cuando más se necesita cohesión.
Donald Trump contra Jerome Powell: presión política al límite
El enfrentamiento entre Jerome Powell y Donald Trump ha escalado a un terreno personal y político. Durante meses, el presidente lo ha atacado públicamente, llamándolo “mula testaruda” y “tonto” por no acceder a recortar los costes de endeudamiento.

Sus críticas van más allá de la retórica. Trump quiere llevar los tipos al 1%. Una medida que, según sus cálculos, ahorraría al Gobierno cientos de miles de millones en pagos de deuda.
La maniobra de colocar a Stephen Miran en el consejo de la Fed responde a esa estrategia. Miran no solo respalda recortes agresivos de tipos, sino que ha defendido reformas que permitirían al presidente de Estados Unidos destituir a figuras como Powell a voluntad. De confirmarse, se pondría en cuestión la independencia de la Fed. Un pilar clave del sistema económico estadounidense desde hace décadas.
El dilema económico: inflación y empleo
Mientras la presión política aumenta, Jerome Powell debe lidiar con una coyuntura económica plagada de contradicciones. La inflación lleva cuatro años instalada por encima del objetivo del 2% fijado por la Fed. Y, aunque el último dato del IPC fue más bajo de lo esperado, la subida de los precios de producción y las expectativas inflacionistas sugieren que las tensiones siguen vivas.
El mercado laboral tampoco da señales claras. La tasa de desempleo se mantiene en torno al 4,2%. Pero la contratación se ha ralentizado y los analistas advierten de un deterioro más amplio: menor interés de las empresas en contratar, dificultades para los recién graduados y una concentración de oportunidades en pocos sectores. Además, hay factores estructurales en juego, desde las restricciones migratorias impulsadas por la Administración Trump hasta el impacto incierto de la inteligencia artificial en la fuerza laboral.
Expectativas del mercado: septiembre como punto de inflexión
La próxima reunión de la Fed, prevista para mediados de septiembre, se perfila como un momento decisivo. Los mercados descuentan con un 85% de probabilidad un recorte de un cuarto de punto, pero algunos economistas creen que, si los datos laborales siguen empeorando, figuras como Waller podrían presionar por un recorte más drástico de 0,5 puntos.

La situación coloca a Jerome Powell en una posición incómoda. Mantener los tipos podría intensificar las tensiones políticas y acentuar la división interna. Pero recortarlos demasiado rápido podría desatar nuevas presiones inflacionarias y alterar la curva de rendimiento de los bonos, como ya ocurrió el año pasado.
¿Qué podemos esperar de Jackson Hole?
En este clima de incertidumbre, el discurso de Jerome Powell en Jackson Hole se ha convertido en una cita crítica. Cada palabra será analizada al detalle por inversores y analistas, que buscan claridad sobre el rumbo de la política monetaria.
Sin embargo, el propio estilo de Powell añade un grado extra de incertidumbre. Su tendencia a apoyarse en datos retrospectivos y su comunicación ambigua han sido percibidos como factores que aumentan la volatilidad en lugar de contenerla.

Mohamed El-Erian, una de las voces más influyentes de Wall Street, ha advertido de que Powell debería aprovechar la oportunidad para ofrecer una visión estratégica de largo plazo, extraer lecciones de su mandato y presentar un marco claro de política monetaria. Pero todo apunta a que volverá a optar por una postura táctica, dependiente de los datos. Lo que podría dejar sin resolver los dilemas de fondo de la Fed.
Uno de los puntos clave que debería abordar Jerome Powell en Jackson Hole es la actualización del Marco de Política Monetaria de la Fed. La versión anterior, formulada con una visión retrospectiva y enfocada en combatir la baja inflación, quedó obsoleta tras los cambios estructurales que sacudieron la economía global desde 2020.
Con la inflación persistentemente por encima del objetivo del 2%, muchos economistas reclaman una revisión profunda de esa meta. Sin embargo, Powell ha evitado abrir este debate. Eso aumenta las dudas sobre su capacidad para liderar a la Fed en un contexto de cambios económicos tan profundos.