En 2014, la palabra startup irrumpía con cautela en los titulares económicos españoles. Eran años de vértigo: la recuperación tras la crisis financiera coincidía con un nuevo apetito por la innovación y la tecnología -importado desde Silicon Valley- y con una apuesta pública, algo más decidida, por el emprendimiento tecnológico. Esa combinación propició la eclosión del ecosistema actual.
Hoy, una década más tarde, algunas de aquellas jóvenes empresas han alcanzado la madurez, desafiando las estadísticas que advertían que más del 80% no superaría el quinto año. Y, lo que es aún más significativo, muchas de estas veteranas de la innovación tienen nombre propio y liderazgo femenino.
Platanomelón: el tabú hecho negocio
En 2014, Anna Boldú rompió con uno de los últimos tabúes del comercio digital: el bienestar sexual. Platanomelón nació como un sex shop online con un lenguaje desenfadado y educativo que buscaba naturalizar la conversación sobre sexualidad. Diez años después, la marca se ha convertido en referente de e-commerce en su sector, ampliando catálogo, internacionalizando su modelo y manteniendo la filosofía de que hablar de placer no es un lujo, sino un derecho.
Singularu: joyas que cuentan historias
Ese mismo año, Cristina Aristoy cofundó Singularu, una joyería online que apostaba por piezas asequibles y personalizables, vendidas directamente al consumidor. Creció sobre la ola del fast fashion, pero con un toque de diseño propio, fabricando en España y fomentando la cercanía con su comunidad. Diez años después, Singularu se ha diversificado con tiendas físicas y ha mantenido su identidad en un mercado cada vez más competitivo.
Deliberry: el súper en tu puerta antes de que fuera la norma
En 2015, Gemma Sorigué y su equipo lanzaban Deliberry, una plataforma de compra de supermercado a domicilio que hoy nos resulta familiar, pero que entonces parecía adelantarse al futuro. Su propuesta de contar con “mamás shoppers” -personas formadas para escoger los mejores productos- precedió a la explosión del delivery que llegaría con la pandemia. Diez años después, Deliberry sigue operando como ejemplo de cómo un servicio bien diseñado puede encontrar su hueco incluso en mercados dominados por gigantes.
WOOM Fertility: tecnología para la salud reproductiva
También en 2015 nacía WOOM Fertility, creada por Clelia Morales y Laurence Fontinoy, con un objetivo ambicioso: ayudar a las mujeres a conocer mejor su ciclo menstrual y aumentar sus posibilidades de embarazo gracias a la inteligencia artificial. La app ha crecido hasta ser una herramienta de referencia en salud reproductiva digital, con millones de descargas y presencia internacional. Su historia es la de cómo la femtech ha dejado de ser un nicho para convertirse en un sector con impacto real en la vida de las personas.
B-wom: bienestar íntimo y empoderamiento
Ese mismo año, un grupo de cuatro mujeres –Verónica Torras, Helena Torras, Marta Ros y Estrella Jaramillo– fundaba B-wom, centrada en la salud íntima femenina y el entrenamiento del suelo pélvico. Con un enfoque de prevención y autocuidado, la plataforma digital se convirtió en un recurso pionero para romper barreras de acceso a información y herramientas que tradicionalmente habían estado invisibilizadas. A lo largo de la década, B-wom ha servido tanto de negocio como de altavoz para un cambio cultural en torno al cuidado del cuerpo femenino.
GOI: la mudanza digitalizada
En 2015, con apenas 23 años, Yaiza Canosa fundó GOI, una startup que pretendía digitalizar y optimizar el transporte de mercancías voluminosas. El sector logístico, poco acostumbrado a liderazgos jóvenes y femeninos, encontró en GOI una disrupción real: gestión tecnológica, procesos más rápidos y una atención al cliente que rompía con los estándares. Diez años después, GOI es una referencia en transporte especializado y un ejemplo de cómo una idea clara y ejecución valiente pueden transformar un sector entero.
Freshly Cosmetics: belleza limpia y directa
A principios de 2015, Mireia Trepat cofundó Freshly Cosmetics junto a dos compañeros de universidad. Desde el inicio apostaron por cosmética natural -cuando aún no era tendencia-, estrategia online first y un marketing fresco y transparente. Su comunidad de seguidores, los Freshly Fans, ha sido clave en un crecimiento meteórico que ha pasado de las ventas exclusivamente online a una red de tiendas físicas, presencia internacional y una facturación anual de 50 millones de euros. Aunque todavía no alcanza la década de vida, está lo bastante cerca -y con un recorrido tan sólido- como para formar parte de esta generación.
Una generación con sello propio
Lo que une a estas empresas no es solo la coincidencia temporal en su nacimiento, sino una forma de hacer las cosas. Muchas nacieron con un pie en lo digital y otro en la experiencia de usuario, evitando grandes intermediarios y buscando una relación directa con su comunidad. Además, muchas de sus fundadoras no solo han creado un producto o servicio, sino que han trabajado para abrir conversaciones sociales: desde la sexualidad hasta la salud íntima, pasando por la conciliación, la logística más sostenible o la belleza consciente.
Si 2014–2016 fue el momento de la eclosión, esta década ha sido la prueba de fuego. Han sobrevivido a la presión de rondas de inversión, a la competencia internacional, a cambios regulatorios y, en varios casos, a una pandemia global que alteró la demanda y la logística.
El impacto del liderazgo femenino
En un ecosistema donde el emprendimiento femenino sigue representando un porcentaje reducido, estas historias son especialmente valiosas. No solo por el éxito empresarial, sino por la representación: ver a Anna Boldú liderar un cambio cultural, a Yaiza Canosa irrumpiendo en logística o a Clelia Morales y Laurence Fontinoy posicionar a WOOM en el mapa internacional, sirve de inspiración a nuevas generaciones de emprendedoras.
Además, sus trayectorias desmienten mitos. No todas vienen de familias empresarias, muchas empezaron con recursos limitados y casi todas tuvieron que convencer a inversores escépticos. Su ventaja, dicen ellas, fue la claridad de propósito y la capacidad de adaptarse rápido.
Diez años, muchos aprendizajes
Al mirar atrás, estas fundadoras coinciden en algo: emprender es un maratón, no un sprint. La constancia, la escucha activa al cliente y la capacidad de rodearse de un equipo sólido han sido claves. El décimo aniversario no marca un final, sino un punto de inflexión: algunas planean internacionalizarse aún más, otras diversificar su oferta, y todas quieren seguir influyendo en sus sectores.
Diez años después, esta hornada de startups lideradas por mujeres no sólo ha sobrevivido: ha dejado huella. Y lo ha hecho demostrando que la innovación con propósito, combinada con una ejecución impecable, puede cambiar mercados… y mentalidades.