Durante décadas, Warren Buffett ha cultivado una imagen casi mítica: un inversor que ignora las modas, que prefiere los dividendos a la disrupción y que convirtió acciones de ferrocarriles, seguros y refrescos en fortunas multimillonarias. Por eso, cuando el patriarca de Berkshire Hathaway decide moverse hacia un sector en plena turbulencia, miles de inversores se detienen a observar. Y esta vez, su mirada se ha dirigido hacia Alphabet, matriz de Google y uno de los grandes motores de la inteligencia artificial (IA).
La noticia saltó hace solo unos días. Berkshire tomó una posición de más de 4.300 millones de dólares en Alphabet, convirtiéndola en una de sus diez principales participaciones. Y aquí viene lo interesante. No es solo una apuesta tecnológica. Es una decisión estratégica en medio de una tormenta.
Porque el sector IA no vive precisamente su mejor momento. En lo que va de trimestre, se estima que las compañías vinculadas a la IA han perdido cerca de 2,4 billones de dólares en capitalización bursátil, según datos recopilados por Investors Business Daily. Los titulares se han llenado de advertencias sobre una posible burbuja. Las valoraciones se han contraído y la euforia ha dado paso a un nerviosismo generalizado. ¿Por qué entonces Buffett da un paso al frente justo ahora?
Entre las dudas del mercado y las sospechas contables
A diferencia de otros momentos de entusiasmo, esta vez la corrección se ha producido en paralelo a un enfriamiento en las expectativas monetarias. El mercado, que hace semanas descontaba con casi total seguridad una bajada de tipos por parte de la Reserva Federal (Fed) en diciembre, ahora solo le asigna una probabilidad que no supera la mitad. Datos de empleo más sólidos de lo previsto y un consumo aún resistente han frenado las expectativas de estímulo. Resultado inmediato, menos liquidez, más presión sobre las acciones de crecimiento y un frenazo en el rally IA.
Por si fuera poco, algunas voces críticas han comenzado a cuestionar los fundamentos del sector. Una de las más ruidosas ha sido Michael Burry, el inversor que anticipó el colapso subprime en 2008. Burry ha lanzado serias acusaciones contra varias grandes tecnológicas, señalando prácticas contables agresivas. Según él, algunas compañías estarían subestimando la depreciación de chips y servidores, alargando artificialmente la vida útil de sus activos para maquillar resultados e inflando artificialmente sus beneficios en 176.000 millones.
Ese tipo de alertas han creado un gran revuelo. Al mismo tiempo algunos fondos hayan comenzado a reducir exposición a activos tecnológicos, especialmente en aquellas compañías con múltiplos exigentes o balances menos transparentes. Pero mientras el mercado retrocede con cautela, el “Oráculo de Omaha” ha movido ficha en la otra dirección.
Cambio de cartas
Durante años, Apple fue la joya de la corona en la cartera de Berkshire Hathaway. Sin embargo, el conglomerado ha empezado a reducir progresivamente su participación. La estrategia de Apple se ha centrado en integrar IA en sus dispositivos, pero sus avances más visibles aún se hacen esperar. Alphabet, en cambio, se mueve a otra velocidad. Su división en la nube no ha dejado de crecer, sus modelos de IA ganan presencia y su inversión temprana en Anthropic “podría revalorizarse miles de millones”, como recuerdan desde XTB.
Para Buffett, que tradicionalmente ha buscado márgenes defensivos y ventajas competitivas duraderas, Alphabet ofrece justo eso. No depende directamente del mercado de chips, donde las valoraciones son más volátiles, ni está atrapada en dinámicas especulativas de start-ups sin beneficios. Alphabet posee los datos, la infraestructura, los usuarios y la caja. Buffet no la considera una promesa, sino una realidad.
¿Baja el interés por la IA?
En este escenario de dudas, los resultados de Nvidia han funcionado como un contrapeso. La compañía ha sorprendido al alza con unos ingresos superiores a 57.000 millones de dólares en el tercer trimestre y una previsión incluso mayor para el siguiente. Jensen Huang, su CEO, ha dejado claro que lo que algunos llaman burbuja él lo ve como la antesala de una nueva ola de crecimiento estructural.
Aun así, no todos los actores del sector pueden decir lo mismo. La IA ha atraído una avalancha de capital que en muchos casos ha llegado antes que los retornos. Muchas empresas han invertido agresivamente en infraestructura sin tener claro cómo ni cuándo monetizar esa capacidad. El riesgo de sobreinversión sin retorno está aquí, y se siente en las cotizaciones.
Buffett parece haber hecho su movimiento calculando justamente eso. Con las valoraciones bajo presión, el miedo ganando terreno y las expectativas ajustándose, entrar en Alphabet puede representar no una jugada defensiva, sino una ofensiva con visión de largo plazo.
De ahí que el movimiento de Berkshire haya levantado tanta polvareda. No solo por lo que compra, sino por lo que vende. Reducir Apple y aumentar Alphabet sugiere algo más que una rotación táctica. Es un posible cambio de paradigma en la visión de valor del grupo. Uno que pone el foco menos en el consumo y más en la infraestructura digital.
A la espera de cómo evolucionen los tipos de interés y de si se confirma o no la ralentización de la economía estadounidense, el sector tecnológico entra en una fase de mayor selectividad. La etapa de comprar cualquier cosa que lleve la etiqueta de IA podría haber terminado. Como señala el presidente ejecutivo de Renta 4, Juan Carlos Ureta, ahora pesan más los balances, la eficiencia y la capacidad de generar flujo de caja real.
Y en ese nuevo mapa, la decisión de Buffett no solo aporta un nuevo punto de vista. También puede actuar como señal. Porque cuando el inversor más escéptico con las modas tecnológicas decide poner más de 4.000 millones sobre la mesa en plena corrección del sector, es porque, tal vez, esté viendo valor donde los demás solo ven una caída.


