El reloj de Wall Street ya no es lo único que marca el ritmo. Mientras los parqués tradicionales cierran cada tarde, un nuevo mercado global y una nueva forma de invertir empiezan a abrirse paso. Funciona sin horario, sin intermediarios y con un lenguaje que mezcla la jerga bursátil con la lógica del blockchain.
Su promesa es simple. La tokenización busca transformar cualquier activo en una versión digital que pueda negociarse en cualquier momento del día, desde una acción de Apple, Tesla o Amazon hasta una participación en empresas privadas como SpaceX u OpenAI.
La idea es tan sencilla como poderosa. Un inversor en Navarra, por ejemplo, puede comprar una parte de Nvidia desde su teléfono sin abrir una cuenta en un bróker estadounidense y sin esperar a que abra el mercado de Nueva York. Las operaciones se liquidan casi al instante y los precios se actualizan en tiempo real.
No se trata de criptomonedas sino de versiones digitales de valores reales respaldadas por títulos custodiados en bóvedas. Cada token representa una fracción de una acción y se negocia igual que un criptoactivo, aunque su valor sigue el de la compañía subyacente.
De acciones a fondos de inversión
Robinhood, la aplicación que popularizó la inversión minorista en Estados Unidos, se considera la pionera de este cambio. La firma acaba de lanzar en Europa una gama de acciones tokenizadas que replican el precio de las empresas que cotizan en Wall Street. Pero no está sola en esta carrera. Kraken, otro de los grandes exchanges internacionales, ya permite a clientes fuera de Estados Unidos operar con versiones de acciones tokenizadas las 24 horas del día. En las próximas semanas, ampliará además su catálogo a más de cincuenta valores y fondos cotizados.
Estas iniciativas han captado la atención de los principales dueños del Nasdaq, que también estudia incorporar esta modalidad en su oferta principal. Y si el proyecto prospera, la integración podría estar operativa en 2026, marcando un hito en la convergencia entre las finanzas tradicionales y el mundo digital.
Además la idea ya no se limita a las acciones más populares. Grandes gestoras como BlackRock, Franklin Templeton y WisdomTree están trasladando el concepto a sus propios fondos, transformando participaciones tradicionales en tokens que se compran y venden sin esperar a que abra el mercado. BlackRock, por ejemplo, ha tokenizado parte de su gama institucional a través de Securitize, una plataforma regulada que permite transformar activos reales en representaciones digitales. Morgan Stanley estima que este paso puede elevar las ganancias de BlackRock en torno a un 15% anual hasta 2027 y reforzar su valoración a largo plazo.
Lo bueno y lo malo
En el plano operativo, las posibilidades se multiplican. Las participaciones tokenizadas podrían utilizarse como garantía en préstamos o incorporarse a contratos inteligentes que distribuyan automáticamente dividendos o beneficios.
En el ámbito institucional, los bancos ven en esta tecnología una forma de optimizar la gestión de colaterales y liberar capital. Para el pequeño inversor, el atractivo está en la flexibilidad y en la posibilidad de comprar pequeñas fracciones de compañías antes inaccesibles.
Sin embargo, el desafío sigue siendo la confianza. El recuerdo del colapso de FTX y de otras plataformas aún pesa en la memoria de los inversores. Por eso, la industria sabe que no puede repetir errores y busca combinar innovación con seguridad. El entusiasmo, sin embargo, viene acompañado de unas cuantas advertencias que todo inversor debe conocer.
Las acciones tokenizadas no otorgan los mismos derechos que una acción tradicional. En muchos casos, el inversor no figura en el registro de accionistas ni puede ejercer voto en juntas.
Algunos emisores como Robinhood permiten recibir dividendos proporcionales, pero el control real sigue en manos de la plataforma que custodia los títulos. La confianza en el intermediario es, por tanto, esencial. Si la empresa emisora sufre un ciberataque, pierde su licencia o atraviesa problemas financieros, los inversores pueden quedar atrapados sin un marco legal claro.
A ello se suman los problemas de precios. Recientemente se ha sabido de desajustes entre tokens y acciones reales de hasta un 12% en valores como Apple. También se han visto casos más extremos, como versiones tokenizadas de Amazon que llegaron a multiplicar por 100 su valor en plataformas con poca liquidez.
Estas distorsiones se explican por la fragmentación de los mercados y la falta de sincronización entre plataformas, que operan sin mecanismos de arbitraje coordinados. La consecuencia es una volatilidad añadida y una mayor exposición al riesgo.
Los reguladores vigilan de cerca el fenómeno
La Federación Mundial de Bolsas ha reclamado una supervisión más estricta para evitar abusos y manipulación de precios. En Estados Unidos, la SEC mantiene que cualquier acción tokenizada sigue siendo un valor y debe cumplir las mismas normas que una acción convencional.
Mientras tanto, Europa avanza en la misma dirección. El reglamento MiCA establecerá a partir de 2026 un marco específico para los activos digitales y definirá los requisitos de custodia, transparencia y gobernanza de las plataformas que los emiten.
La idea de una bolsa abierta las 24 horas del día, los 7 días de la semana, ya no pertenece a la ciencia ficción. Lo que hoy comienza con versiones tokenizadas de Apple, Tesla o OpenAI podría extenderse pronto a bonos, inmuebles o fondos de pensiones.
Los riesgos son reales, aunque también lo es la sensación de que la inversión, tal como la conocíamos, ha comenzado a cambiar para siempre.




