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Por qué invertir en Bolsa si se avecina una recesión puede ser muy rentable

¿Cómo es posible que los mercados suban cuando la palabra recesión llena portadas? ¿Por qué las acciones suben mientras los indicadores apuntan a una desaceleración?

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Últimamente, los comentarios económicos de Wall Street no invitan al optimismo. Desde que Donald Trump anunció sus nuevos aranceles, las advertencias sobre una recesión se han multiplicado. JPMorgan Chase ya estima una probabilidad del 60% de que Estados Unidos entre en recesión este año. Otras firmas como Apollo Global Management, son aún más pesimistas y elevan esa probabilidad al 90%. El PIB del primer trimestre ya muestra una contracción del 0,3%. Y, sin embargo, hay algo que no cuadra. El S&P 500 ha subido un 13% desde sus mínimos de abril, y algunos índices europeos como el Ibex 35 están a punto de alcanzar nuevos máximos.

¿Cómo es posible que los mercados suban cuando la palabra recesión llena portadas? ¿Por qué las acciones suben mientras los indicadores apuntan a una desaceleración? La respuesta podría estar en un fenómeno histórico que muchos inversores ignoran. Cuando la economía entra en recesión, el mercado ya ha descontado buena parte del daño. Es más, en muchos casos el inicio oficial de una recesión coincide con los primeros signos de recuperación bursátil. De ahí surge el llamado Indicador de Compra por Recesión (RBI por sus siglas en inglés), una herramienta contraria que sugiere que los momentos de pánico económico pueden ser precisamente los mejores para invertir.

Cuando la economía se enfría, pero la Bolsa se calienta

Esta estrategia parece contraintuitiva. Pero tiene lógica. Cuando se anuncia una recesión, los mercados ya han descontado el miedo, y muchos activos se encuentran en niveles deprimidos. Es cuando la mayoría vende por pánico, y una minoría silenciosa empieza a comprar. La historia está llena de ejemplos. Según un estudio de Fidelity, en cinco de las once recesiones que ha vivido Estados Unidos desde 1950, el mercado de valores arrojó rentabilidades positivas.

Tomemos como ejemplo la crisis financiera de 2008. Aunque la recesión comenzó oficialmente en diciembre de 2007, el mercado empezó a recuperarse en marzo de 2009. Los inversores que entraron en esos meses de incertidumbre obtuvieron beneficios que superaron el 60% en menos de un año. Lo mismo ocurrió durante la pandemia en 2020. A pesar del colapso económico y del miedo generalizado, el mercado se recuperó con una rapidez sorprendente. Desde marzo a diciembre de ese año, el S&P 500 se disparó un 70%.

Ninguna recesión es igual a otra

No todas las recesiones son iguales. Algunas son breves y leves. Otras, como la de 2008, dejan cicatrices profundas. Pero en general, los datos muestran que el mercado ha sabido reponerse. Según estudios de Fidelity y Bloomberg, el tiempo medio que dura una recesión en Estados Unidos es de once meses. En comparación con los largos ciclos de crecimiento, se trata de episodios breves. Además, el rendimiento medio del S&P 500 en los doce meses posteriores al final de una recesión es de un 38%.

Wall Street - Economía
Los mercados financieros agitándose tras los aranceles de Trump
EFE

El caso actual ofrece matices interesantes. Es cierto que la probabilidad de recesión ha subido al 60% según JPMorgan, y que los datos duros como el PIB y el empleo muestran debilidad. Pero también hay argumentos para pensar que la economía estadounidense puede aguantar el golpe. Un informe reciente de Standard Chartered sostiene que el impacto de los aranceles podría estar sobredimensionado. Las empresas han acumulado inventarios, el consumo interno resiste, y los efectos más duros podrían diluirse en los próximos trimestres.

El mercado no está ignorando el riesgo. Lo está interpretando de forma distinta. Las grandes tecnológicas están presentando resultados por encima de lo esperado. Las valoraciones siguen altas, pero los beneficios crecen. Y eso basta para sostener el apetito inversor, al menos por ahora.

También hay factores técnicos. Parte del volumen de negociación en bolsa está dominado por algoritmos y fondos cuantitativos, que reaccionan a indicadores de sentimiento y momentum más que a los datos macro tradicionales. Si estos modelos detectan recuperación, entran en el mercado antes de que la economía lo confirme.

¿Significa esto que cualquier momento es bueno para invertir en Bolsa? No exactamente. Pero sí que conviene cuestionar los reflejos más instintivos. Vender cuando todo cae puede evitar dolor a corto plazo, pero también puede cerrar la puerta a las mejores oportunidades.

Horizonte temporal

La clave está en el horizonte temporal. Si el objetivo es generar rentabilidad a largo plazo, mantener la inversión o incluso reforzar posiciones durante recesiones ha sido, históricamente, una estrategia ganadora. Lo dicen los datos, y lo respaldan las grandes gestoras como Fidelity o BlackRock.

Hay, además, formas concretas de prepararse para invertir en tiempos inciertos. Una de ellas es el reequilibrio de cartera. Revisar la distribución entre renta variable, renta fija y activos refugio puede ayudar a suavizar la volatilidad y aprovechar mejor los repuntes. Otra, diversificar más allá de sectores o geografías, incluyendo también sensibilidad al ciclo económico o exposición a políticas públicas.

En este contexto, algunos productos ganan relevancia. Los ETF sectoriales, los fondos que invierten en empresas con baja correlación al ciclo o aquellos centrados en dividendos estables están recibiendo flujos positivos. Invertir en empresas con balances sólidos y modelos de negocio resilientes sigue siendo una regla de oro.

El oro, por cierto, ha vuelto a escena. No sólo como cobertura frente a la inflación, sino también como refugio ante escenarios de estanflación, un riesgo que la Reserva Federal no descarta tras los recientes repuntes de precios.

Y, por último, una idea que muchos olvidan: estrategias que consisten en invertir cantidades fijas de forma periódica, permiten entrar en el mercado sin tratar de acertar con el “momento perfecto”. Porque casi nunca se sabe cuándo llega ese momento, hasta que ya ha pasado.

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