En una región como la Costa Brava, donde el mar tiende a eclipsar todo con su azul hipnótico, existe un lugar que no necesita olas ni playas para deslumbrar. Ese lugar es Peratallada, un pueblo del Baix Empordà que parece detenido en el tiempo. Oculto entre campos dorados y encinas silenciosas, como si la Edad Media no hubiera terminado jamás.
Peratallada es, sin duda, uno de los pueblos más extraordinarios de la Costa Brava. Aunque sorprendentemente todavía escapa al radar de muchos viajeros. A diferencia de las villas costeras repletas de turismo estacional, aquí no hay aglomeraciones, ni franquicias, ni concesiones al presente. Todo en esta localidad —desde el empedrado de sus calles hasta las flores colgando de los balcones de piedra— respira autenticidad, historia y una serenidad casi mística.
Un laberinto medieval esculpido en piedra
Pasear por Peratallada es como entrar en un cuento de caballeros, nobles y trovadores. El núcleo del pueblo conserva una de las mejores arquitecturas medievales de toda Cataluña. Sus callejuelas estrechas, irregulares, delimitadas por muros centenarios, desembocan en plazuelas escondidas, patios interiores y pasajes abovedados donde la luz del sol se filtra con timidez.
El nombre de Peratallada hace referencia a la “piedra tallada” que da forma a su foso y a sus cimientos. Un elemento que sorprende a cualquier visitante por su dimensión y conservación. La muralla, el castillo y la torre del homenaje son restos vivos de una época en la que este lugar era una fortaleza estratégica. Aún hoy se sienten latir bajo la superficie de la piedra.

Uno de los grandes milagros de Peratallada es que, a pesar de ser un tesoro arquitectónico, ha logrado escapar del turismo masivo y preservar su identidad sin concesiones. No hay señales luminosas ni escaparates ruidosos. Aquí, cada detalle ha sido respetado: los carteles de los negocios están hechos en hierro forjado o cerámica artesanal. Y las viviendas mantienen su estética original.
Este respeto por el patrimonio convierte a Peratallada en un destino perfecto para quienes desean sumergirse en la historia sin intermediarios. No hay que imaginar cómo era la vida medieval: basta con sentarse en una terraza bajo una higuera y escuchar el silencio. Porque sí, en esta joya de la Costa Brava el silencio no es ausencia, sino lenguaje.
Gastronomía y artesanía en clave empordanesa
A pesar de su pequeño tamaño, Peratallada cuenta con una oferta gastronómica que sorprende por su calidad y por su vínculo con el territorio. Restaurantes como El Borinot, La Cort o L’Arc ofrecen cocina de autor elaborada con productos de proximidad, en escenarios que parecen sacados de una novela histórica. Comer aquí no es solo un placer para el paladar, sino también una experiencia sensorial. En este pueblo, la atmósfera importa tanto como el plato.
@_soulrey_ 📍Peratallada es uno de los pueblos medievales más bonitos y mejores conservados de Cataluña. Se puede pasear por sus calles y descubrir el castillo y su muralla🏰. #peratallada #peratalladamedieval #cataluña #catalunyaexperience #travel #españa
Además, el pueblo es un hervidero de creatividad artesanal. En sus calles se encuentran talleres de cerámica, galerías de arte y tiendas que venden productos únicos hechos a mano. Es fácil perderse entre libros antiguos, jabones naturales, textiles bordados o pequeñas esculturas que parecen susurrar historias de otra época. Todo en Peratallada está impregnado de un espíritu lento, delicado y profundamente humano.