ROYALS

La demoledora entrevista al príncipe Harry: “Mi padre no me habla, no sé cuánto le queda”

Con una entrevista cargada de dolor y reproches, el duque de Sussex revela que su padre, el rey Carlos III, no mantiene contacto con él. La respuesta oficial del Palacio ha sido un comunicado seco y frío

Volver a casa puede convertirse en un campo de minas, y Harry de Inglaterra parece caminarlo con la resignación de quien ya sabe que le van a estallar debajo los recuerdos. Ha regresado al Reino Unido, sí, pero no como el hijo pródigo, sino como el hijo incómodo. Aterrizó en Londres esta semana con una agenda oficial breve y un equipaje lleno de cuentas pendientes. Lo que nadie esperaba era que las desempacara en público.

En una entrevista concedida a la cadena estadounidense ABC, el príncipe Harry no habló desde el rencor, sino desde algo más desolador: la tristeza de saberse huérfano de padre en vida. “No sé cuánto tiempo le queda a mi padre…”, confesó, mirando al suelo. Un lamento disfrazado de preocupación, pero también una acusación al vacío: no me habla.

Las declaraciones han caído como un relámpago sobre Buckingham, que ya bastante tiene con la niebla que rodea el tratamiento oncológico del rey Carlos III. En ese contexto, lo último que la Corona deseaba era una nueva entrevista de este tipo. Y sin embargo, ahí estaba, hablándole al mundo porque no consigue hablarle a su padre.

La relación entre ambos ya era un puzzle roto desde hace años, pero lo de ahora suena a sentencia definitiva. No hay llamadas, no hay mensajes, no hay puentes. Solo dos hombres que comparten sangre, apellidos y una historia común demasiado dolorosa como para contarse sin rabia. Uno lleva la corona; el otro, el peso de haberla dejado atrás.

Por su parte, Carlos III ha emitido un escueto comunicado: “Su Majestad continúa centrado en su recuperación y en sus deberes con el pueblo británico”. Ninguna mención directa a Harry. Como si el hijo fuera ya un tema de Estado y no de familia. Como si la conversación imposible entre ambos tuviera que ser traducida al lenguaje frío de la diplomacia real.

El Reino Unido los observa como si fueran una serie de Netflix: dos protagonistas, mucho pasado compartido y cero posibilidad de final feliz. Pero esto no es ficción. Aquí hay un padre enfermo, un hijo dolido y un reloj que no deja de correr. El tiempo, ese tirano sin corona, aprieta. Y si el silencio persiste, será él quien decida cuándo se diga la última palabra. Aunque sea en un funeral.