La Reina Letizia volvió a conquistar titulares y miradas la noche del 8 de julio en la entrega de los Premios Mariano de Cavia. Pero esta vez, más que por el protocolo, fue por algo mucho más visual y poderoso, su look: un estilismo absolutamente espectacular.
Vestida de negro, pero lejos de cualquier cliché, doña Letizia apostó por un vestido palabra de honor que ya ha sido calificado como uno de sus mejores looks del año (e incluso de los últimos tiempos). Silueta entallada, caída fluida, largo exacto al tobillo y un escote espectacular. La Reina suele optar por escotes más discretos, mangas largas o patrones de corte arquitectónico, pero aquí se permitió un gesto audaz.
No hay excesos, ni adornos innecesarios. Todo está donde debe. El resultado es un efecto “old Hollywood” en clave contemporánea, que nos remite a las grandes divas clásicas -piénsese en Audrey Hepburn o en la sofisticación contenida de Jackie Kennedy-, pero actualizado con el sello Letizia: moderno, austero, impecable.
¿Lo mejor? Rescató una de las piezas más icónicas del joyero real: el famoso collar de 37 perlas grandes que perteneció a la reina Victoria Eugenia. Esta joya no solo representa la elegancia regia en estado puro, sino que conecta el pasado con el presente, el linaje con la modernidad, la tradición con la personalidad. No es la primera vez que lo lleva -ya lo lució en 2016 en los Premios Princesa de Asturias-, pero sí es, probablemente, la vez que mejor lo ha integrado en un look donde todo gira en torno a esa joya central.
Lo acompañó de unos pendientes de perla de discreta presencia y su ya inseparable anillo de Coreterno, una joya italiana que se ha vuelto una firma personal. En cuanto al resto de accesorios, Letizia optó por unos slingbacks negros de charol con tacón bajo de Magrit -comodísimos y elegantes-, y un clutch también negro, ambos en sintonía con el equilibrio cromático del conjunto.

El maquillaje y el peinado terminaron de perfeccionar la imagen: melena suelta con ondas suaves y raya lateral, maquillaje centrado en ojos ahumados en tonos malvas y labios nude con un leve brillo. La piel, luminosa y bronceada, parecía potenciada con algún aceite corporal con efecto glow.
Una vez más, la Reina Letizia vuelve a confirmar por qué es una de las mujeres más observadas -y mejor vestidas- de las monarquías europeas. Su estilo evoluciona, pero nunca traiciona sus claves. Es coherente, personal y, cuando decide arriesgar, lo hace con una seguridad que inspira. Este look es más que un acierto. Es un ejemplo de cómo la moda puede ser un lenguaje silencioso que comunica legado, poder y sofisticación sin necesidad de pronunciar una sola palabra.