En su boda este fin de semana en Santa Bárbara, Selena Gomez optó por un detalle aparentemente sencillo que ha captado la atención de la moda nupcial. La cantante apostó por un ramo pequeño y blanco, limpio en líneas y sin excesos.
Más que un accesorio, que acompañaba a su vestido de Ralph Lauren, fue un manifiesto estilístico que confirma lo que las cabeceras internacionales venían adelantando: los bouquets mini regresan con fuerza.
El ramo pequeño funciona como contrapunto a una época reciente marcada por composiciones desbordantes, cascadas orgánicas y arreglos teatrales. Editoriales de referencia como The Knot, Brides o The Wed llevan meses señalando el viraje hacia el posy.

Hablamos de ramos compactos, monocromáticos y fáciles de sostener y que no compiten con el vestido. La decisión de la artista encaja con ese nuevo canon: un bouquet reducido que despeja la silueta, resalta la caída del tejido y mantiene la atención sobre el diseño y la figura de la novia.
Los floristas coinciden en que el posy es más cómodo de llevar durante toda la jornada, soporta mejor el calor y las fotos, no tapa bordados ni volúmenes y permite mayor libertad de movimiento.
El ramo pequeño tiene una historia larga, desde los nosegays victorianos hasta las versiones modernistas de los sesenta, pero su recuperación actual responde a la necesidad de un look más nítido en la era de la hiperdocumentación. Cada accesorio entra en plano y debe justificar su tamaño; lo mini, en este caso, ofrece disciplina, equilibrio y fotogenia.

La boda de Selena Gomez, difundida en medios y redes, ha dado a esta tendencia el empuje definitivo. Al elegir un ramo mini, la cantante ha dejado claro que la sofisticación actual se construye desde la medida: menos volumen, más intención.
Y en un calendario nupcial cada vez más internacionalizado y mediático, todo apunta a que veremos muchos más bouquets de escala íntima protagonizando bodas en 2025.