Son varias las cuestiones fundamentales que marcan el pulso del electorado australiano de cara a los comicios federales de este sábado 3 de mayo. El coste de la vida, la vivienda, el cambio climático o la salud están en primera línea de un debate que va más allá. En el lado centro izquierda del espectro se encuentra el primer ministro y representante del Partido Laborista, Anthony Albanese. Frente a él, y en el flanco derecho, está el líder de la oposición y de la Coalición Liberal-Nacional, Peter Dutton. Inevitablemente, los asuntos trascendentales de la población se están tratando en clave varonil y la brecha de género se traslada a la calle: hombres y mujeres están muy divididos en su intención de voto.
“Nunca me he sentido enteramente representada en unas elecciones. Quizás no haber tenido la oportunidad de votar a una mujer o a alguien que forma parte de otro espacio, que no sea necesariamente un hombre y que sea no binario, eso sería interesante”, expresa Sofía, quien acaba de depositar su papeleta en pleno centro financiero de Sídney. Es una de las cuatro millones de personas que, a 1 de mayo, han votado de manera anticipada. Componen el 22 por ciento de un electorado de 18 millones.
Sexismo contra la única mujer primera ministra
A diferencia de España, Australia ha tenido una máxima mandataria al frente del país. La laborista, Julia Gillard, fue primera ministra entre 2010 y 2013. Lo que aparentemente debería haber sido un motivo de esperanza para las mujeres que luchan a diario por romper el techo de cristal, acabó teniendo en ellas un efecto contrario. En la vorágine de la selva política, ningún primer ministro en la historia de la nación ha recibido ataques sexistas por parte de sus rivales, de sus críticos, de los medios de comunicación e incluso de sus propios compañeros. Entonces, llegó ella.
Su apariencia, su vestimenta, las críticas por no tener hijos, las insinuaciones sobre su vida privada, las caricaturas machistas en prensa, los chistes con tono misógino o la condescendencia pesaron más que sus políticas. En 2011, el líder de la oposición en aquel momento, Tony Abbott, llegó a aparecer frente a dos carteles que refrendaron su inapropiada dialéctica parlamentaria. En uno se leía ‘Ditch the witch’ y en el otro ‘Bob Brown’s bitch’, lo que viene a ser en español: ‘deshazte de la bruja’ y ‘la zorra de Bob Brown’, que era el líder del Partido Verde en aquel entonces.
Gillard rompió el techo de cristal y los añicos cayeron sobre ella y sobre el resto de las mujeres australianas. Fueron los varones de su propio partido, liderados por el ex primer ministro Kevin Rudd, los que acabaron con su carrera política.
“La relegaron al final. La política es complicada”, señala Libby, quien también ha votado con anticipo. “Las mujeres pueden traer otra perspectiva al debate”.
Quizás la cuestión no es si pueden o no y sea más un asunto de si están dispuestas a un escrutinio que se mueve en unos parámetros distintos al de sus homólogos.
La política como reflejo de la sociedad
Amber es directiva de mediana edad en una potente consultoría en el sector de las infraestructuras. “Me parece profundamente descorazonador -aunque no sorprendente- que ningún partido importante haya apoyado a una candidata a primer ministro desde 2010”, comenta a Artículo14. “Es un reflejo de lo que veo en la ingeniería y en otros sectores: un sesgo estructural persistente que mantiene la homogeneidad en el liderazgo, a pesar de décadas de debate sobre el cambio”, sostiene.
La falta de representación femenina para liderar Australia también concierne a Karen, natural de Brisbane. “Es triste decirlo pero estoy acostumbrada”, confiesa. Por otro lado, tampoco veo a ninguna mujer dando un paso al frente, o ninguna que yo sepa. Eso no quiere decir que no las haya, pero puede que sus colegas varones las disuadan de levantar la mano. Puede que recuerden cómo se trató en el pasado a Julia Gillard”, agrega.
El hartazgo se traslada a los sondeos. Una encuesta publicada por la Universidad Nacional Australiana dos semanas antes de las elecciones ha concluido que el género y la política están cada vez más polarizados. Un 19 por ciento del electorado cree que Australia ha ido “demasiado lejos” en la promoción de la igualdad de género, una cifra que se ha duplicado con respecto a los comicios de 2022 y que en el caso de los hombres es del 28 por ciento -un incremento de 14 puntos-.
Aquellas personas que lo consideran “muy importante” ocupan el 70,3 por ciento de la población en edad de votar, 14,6 puntos menos que hace tres años. En las respuestas de los varones, un 41 por ciento cree que el asunto de la igualdad está donde tiene que estar, que no hay que hacer ni más ni menos. Uno de los datos de este sondeo que más llaman la atención es que el 18,8 por ciento de los varones encuestados piensa que “conseguir puestos de liderazgo en el lugar de trabajo” es, para ellos, más difícil que antes, frente a sólo el 7,1 por ciento de las mujeres encuestadas.
¿Moldeará el género las elecciones?
Algunos expertos coinciden en que el género por sí solo no moldea las elecciones, sino la perspectiva que hombres o mujeres tengan sobre la igualdad de género. Por ejemplo, según el analista de este estudio, Nicholas Biddle, los hombres suelen apoyar en menor medida al Partido Laborista que las mujeres.
“Pero un hombre que piensa que la igualdad de género no ha ido suficientemente lejos apoya más al Partido Laborista que una mujer con las mismas convicciones. Las mujeres, en cambio, tienden a apoyar menos al Partido Liberal”, ha publicado el medio australiano, ABC. “Pero una mujer que piense que la igualdad de género es correcta, apoya más al Partido Liberal que un hombre que piense lo mismo. Es posible que las diferencias de voto entre hombres y mujeres no influyan en las elecciones, pero sí las opiniones sobre la igualdad de género”.
Amber, sin embargo, lo tiene claro. “No, no me siento representada, y eso se hace aún más evidente cuando se debaten cuestiones como la violencia de género y las persistentes disparidades salariales. No son problemas abstractos; condicionan el futuro de las mujeres, incluido el mío, y sin embargo no se tratan con la urgencia ni la visibilidad que merecen”, argumenta.
Para esta madre de una hija y un hijo, nacida en Melbourne y residente en Sídney, el que los partidos políticos propongan candidatos “macho alfa que siguen el modelo Trump”, pone en el escaparate un estilo de liderazgo que “deja de lado la inclusión y desestima las preocupaciones progresistas, especialmente las que afectan a las mujeres”. Para ella, Australia sigue siendo un país marcado por la “masculinidad” y con prejuicios “difíciles de desmantelar”. Agrega que “no se trata sólo de barreras individuales; son sistémicas y culturales, y determinan quién es ‘material de liderazgo’. Pienso en mi hija de 8 años y en lo que ve. Cuando faltan lideresas, eso le dice en voz baja que esos espacios no son para ella”, sentencia.
Las mujeres no han sido prioridad en el debate electoral
Otra encuesta publicada hace un par de días, pone énfasis en los más jóvenes. La Generación Z y los Millennials superan por primera vez en el electorado a los Baby Boomers y sus prioridades importan mucho. El sondeo de New Vote Compass ha identificado una brecha entre las mujeres menores de 29 años y los varones en el mismo rango de edad. El 67 por ciento de aquellas mujeres nacidas entre 1997 y 2012, muchas de ellas votarán por primera vez, tienden a apoyar a la izquierda, algo que también hacen el 52 por ciento de las chicas de otras generaciones. Según esta encuesta, el 50 por ciento de los hombres menores de 29 años se inclinan por el voto progresista, frente a sólo el 40 por ciento de los hombres de otras generaciones.
Aunque las cuestiones relativas a la violencia doméstica y a la brecha salarial no han centrado el debate electoral, los sondeos de opinión y los expertos coinciden en que los laboristas han hecho un mejor trabajo para que las mujeres se sientan más representadas que la Coalición. El gobierno de Albanese reconoció la violencia doméstica como una crisis nacional el año pasado, convocó a su Gabinete Nacional, anunció un paquete de 4.700 millones de dólares destinado a la prevención e introdujo el Programa de Abandono de la Violencia, de 925 millones de dólares, para ayudar a las mujeres que huyan de la violencia en sus hogares. Sus políticas han resultado en la brecha salarial más baja jamás registrada (11,5 por ciento), según la Oficina de Estadística Australiana. Entre sus medidas más populares destaca la puesta en marcha de una legislación que obliga a las empresas con más de 250 empleados a informar públicamente de sus diferencias salariales entre hombres y mujeres, con el objetivo de aumentar la transparencia y la rendición de cuentas.
Dutton, el líder de la oposición, ha prometido durante la campaña un plan de 90 millones de dólares para combatir la violencia doméstica, tipificar como delito el maltrato basado en la tecnología y establecer un registro nacional de delincuentes. Una de sus frases más relevantes ha sido la de llevar a cabo un cambio cultural en el país y para defender su argumento ha aludido a su experiencia como exagente de policía. En cuanto a políticas dirigidas a estrechar la brecha salarial, el candidato de la Coalición no ha ofrecido ningún plan de acción.
La violencia doméstica como barómetro
“Personalmente, me siento más representada por uno de los candidatos que por el otro debido a su propio contexto socioeconómico, ya que creció con una madre soltera que lo crió en un entorno de clase trabajadora. Creo que tiene más inteligencia emocional, lo que le hace más abierto a los puntos de vista femeninos”, sostiene Karen, una Baby Boomer alineada con la tendencia predominante entre las mujeres de la Generación Z. Se refiere a Albanese, quien se crió con una madre que dependía de una pensión por discapacidad para mantenerlo.
74 mujeres asesinadas
En 2024, al menos 74 mujeres fueron asesinadas como resultado de la violencia doméstica, en lo que supuso un aumento con respecto a los años anteriores. En lo que va de año, se han producido al menos 23 fallecimientos de mujeres a mano de los hombres y casi 400 han tenido que ser hospitalizadas.
“El índice de violencia doméstica contra las mujeres en Australia es también un barómetro de cómo se las trata en este país. No es algo de lo que enorgullecerse y creo que las disuade de ser la mejor versión posible de sí mismas”, sentencia Karen.