No hay muchas mujeres en el mundo que hagan política como la senadora australiana, Lidia Thorpe. Apenas existen convencionalismos en sus formas, no hay medias tintas en su mensaje y la diplomacia no es la opción elegida para abanderar una lucha que lleva librando toda su vida: que la población más longeva del planeta, los aborígenes de Australia, deje de ser denigrada en su propia tierra.
Saltó a la esfera internacional hace unos meses, cuando los reyes de Inglaterra visitaron el país. Justo en el momento en que Carlos III finalizó su discurso ante los parlamentarios, la voz de Thorpe llenó el silencio. “No eres nuestro rey. No eres soberano. Has cometido genocidio contra nuestra gente. Devuélvenos nuestra tierra. Devuélvenos lo que nos has robado. Nuestros huesos, nuestras calaveras, nuestros bebés, nuestra gente (…)”. Thorpe, ataviada con una capa tradicional de piel de zarigüeya, increpó a los monarcas desde la indignación -y con la fortaleza- de una mujer que tiene sangre aborigen en sus venas.

“Me juzgan duramente, ya sea en los medios de comunicación, en el Parlamento o en el supermercado local. Me he acostumbrado a ello. Incluso en la escuela, cuando era niña, me juzgaban por el orgullo que tengo sobre quién soy y de dónde vengo. Te acabas acostumbrando. Estoy aquí para una lucha mayor y ser juzgada se queda en nada”, sostiene a Artículo14.
Lucha al cuadrado: como mujer y como indígena
El poso de sus reclamos es muy profundo y apenas tiene parangón en las naciones más desarrolladas del mundo. La desigualdad de género toma otro tinte cuando en la ecuación se incluye la raza. Si la brecha entre los australianos aborígenes y el resto de la población es enorme, ésta se acentúa más con las indígenas heterosexuales y más aún con aquellos que forman parte de la comunidad LGTBI+. Los indicadores más suaves constatan que los pobladores originarios de Australia tienen entre dos y tres veces más dificultades vitales que los no indígenas en todos los aspectos (salud, economía, integración…) Los más ásperos ponen de relieve 200 años de abusos “genocidas”. Así los cataloga Thorpe, y no es la única persona que así lo hace.

Uno de los capítulos más difíciles es la llamada Generación Robada. En pleno siglo XX, decenas de miles de niños fueron sacados de sus hogares y separados de sus padres para ser internados en instituciones donde se les despojaba de su identidad para ser integrados en la sociedad blanca australiana. En la actualidad, hay un gran número de supervivientes de estos abusos -ya ancianos- que han transmitido este trauma generacional a los más jóvenes. Arrastran así un compendio de atropellos sistémicos que provocan marginación -al ser reubicados en lugares remotos y en condiciones sorprendentemente insalubres-, falta de oportunidades, altos índices de pobreza, muertes bajo custodia policial y un sinfín de situaciones que les hacen sentir “oprimidos”.
Lidia Thorpe: “Me sentí violada”
Thorpe no quiso perder la oportunidad de rebelarse ante la monarquía británica y fue sancionada por su protesta; pero no silenciada.
Stop. The. Fucking. Genocide. pic.twitter.com/5mdzEdFZCI
— Senator Lidia Thorpe (@SenatorThorpe) March 27, 2025
“Sentí la violencia de la colonia. Escuchar el himno inglés, fue muy violento. Me sentí violada. Las luchas de mi pueblo estaban dando vueltas en mi cabeza. No estaba asustada, no estaba intimidada, muchos políticos me miraban por llevar mi capa de piel de zarigüeya”, confiesa.
“Estoy harta de ver morir a mi gente a manos de este sistema”
Abandera su causa desde el “corazón y el alma” a través de su piel y de una voz sin tapujos que le ha constado enemigos incluso entre los que deberían ser sus aliados. “Mi mensaje viene de la experiencia vivida, de ver lo que está pasando con los aborígenes en este país. Trabajé en un servicio funerario aborigen durante siete años, cuando tenía veinte. Viví en una vivienda pública cuando tenía diecisiete años y era madre soltera. Soy superviviente de la violencia familiar. Tengo cinco nietos, así que he vivido la experiencia y estoy enfadada, decepcionada y harta de ver morir a mi gente a manos de este sistema”.
Del subsuelo social, Thorpe ascendió rápidamente al subsuelo del máximo órgano de influencia, el Senado australiano. Detesta la masculinidad y la falta de diversidad en el Parlamento y sufre sus efectos en primera persona. “Creo que les intimido”, afirma. “Los blancos privilegiados dicen que no les gusta mi forma de hablar, que no les gusta mi aspecto, que no les gusta lo que represento. Todo es una amenaza para ellos, para el proyecto colonial que ha hecho tanto daño en este país. Y yo estoy en la cara de la gente, diciendo la verdad que ha sido negada en el país desde la invasión”, agrega.
Primera parlamentaria estatal aborigen
Rompió el techo de cristal en el estado de Victoria al convertirse en 2020 en la primera senadora aborigen en acceder al Parlamento estatal, ubicado en Melbourne. Lo hizo en el bando de los Verdes, aunque sus principios acabaron mostrándole la puerta de salida del Partido tres años más tarde, en pleno debate sobre el referéndum de la Voz en el Parlamento. Se trató de una propuesta del Partido Laborista y sus socios progresistas para que la población aborigen australiana -el 3,2 por ciento- tuviera representación parlamentaria a través de un órgano asesor y no vinculante sobre asuntos que atañen a su comunidad.
What is Labor’s position on jailing children & denying them bail?
The Prime Minister says one thing, his Minister for Indigenous Australians says another.
I’m calling for the federal government to take concrete action on bail by funding therapeutic bail support & supervision. pic.twitter.com/nhmATrBjle
— Senator Lidia Thorpe (@SenatorThorpe) March 26, 2025
Los defensores del ‘sí’, lo vieron como una oportunidad para que los primeros pobladores fueran considerados y tuvieran cierta voz a nivel legislativo. El ‘no’, que acabó siendo la gran mayoría con un 60,1 por ciento de votos, estaba formado por una corriente más conservadora y contraria a un cambio constitucional a favor de los indígenas. Thorpe estaba en este segundo grupo, aunque por distintas razones: consideró que aquel órgano consultivo seguía subyugado al “sistema colonizador”. Ella aboga por un “tratado y por la verdad”. Considera y lleva años haciendo campaña para conseguir un acuerdo jurídico formal reconocido internacionalmente entre colonizadores y Primeras Naciones que “ponga fin a la guerra que se nos declaró cuando llegaron los barcos” y que reconozca la soberanía de los aborígenes.
“Queremos un tratado de paz, estamos hartos de morir, de ser pobres, de estar enfermos, de que todos estos efectos genocidas continúen. Queremos que esto termine y la única manera de hacerlo es mediante un instrumento de paz como un tratado con los pueblos indígenas. Somos el único país de la Commonwealth que no tiene un tratado con sus primeros pueblos. Ya es hora de que lo hagamos, tenemos que cortar los hilos del rey colonizador y seguir adelante como nación”, argumenta.
Enemiga de sus opositores y traidora para los suyos
Y en el centro de su lucha, su abuela de 90 años, garante del trauma generacional que le ha sido traspasado a Thorpe. “Ella me dijo: ‘No permitas que se celebre el referéndum, significaría aceptar su Constitución. Nosotros tenemos la Constitución más antigua del planeta, que trata de nuestra tierra, de nuestra agua, de nuestros animales y de nuestra conexión’. Mi abuela no quería seguir viviendo si se aprobaba esa votación, así que tuve que hacerlo por ella y por los activistas de todo el país que dijeron ‘no’ por muy buenas razones. Me pasó factura a mí misma, a mis hijos, a mi pareja… Fue un momento muy difícil y, sinceramente, me sentí ultrajada por llegar a la mesa con otra opción. Fue triste ver a tantos aborígenes dejarse llevar por esa narrativa que no nos habría dado ningún poder”, reconoce.

Fue vilipendiada por el establishment australiano y por gran parte de la comunidad aborigen que abogó por el “sí”. Ya no sólo era enemiga sus opositores políticos, además era traidora para mucha de su gente. Perdió muchos amigos durante la campaña para el referéndum que ahora “poco a poco están volviendo”.
El panorama de sus propósitos no es alentador. Australia no está preparada para otro debate sobre el reconocimiento de los derechos de los aborígenes, especialmente cuando el “no” a un reconocimiento básico fue tan mayoritario. La irrupción de Donald Trump y la expansión de sus políticas a Australia supone otro escollo para hacer que su mensaje cale a los sectores más conservadores de la población.
Make sure you’re enrolled to make sure your vote counts! You have until 8PM Monday 7th of April! It’s easy, just head to the AEC website: https://t.co/2ZBSpYedTB
And help your aunties, uncles, friends and fam to make sure they’ve got their enrolment up to date. pic.twitter.com/Ag7bWWczUM
— Senator Lidia Thorpe (@SenatorThorpe) April 3, 2025
“Estas políticas ya están aquí, y da miedo”, señala. “Que la gente más rica del mundo esté condenando a la gente negra y a los pobres… eso no es humano y esta nación es mejor que eso”, agrega.
El liderazgo de Trump “ya está” en Australia
Este sábado 3 de mayo se celebran las elecciones legislativas en Australia. “El líder de la oposición, Peter Dutton, -Partido Liberal- se está presentando con confianza con un estilo de liderazgo trumpista. Muchos están alineándose con esto y eso es una preocupación. No queremos más pensamiento racista (…) y ciertamente no queremos más misoginia hacia las mujeres. Eso es lo que estamos viendo a través de Trump y todo lo que representa”.
Consciente de que es un modelo a seguir para las mujeres que forman parte de una minoría racial, Thorpe insta a todas aquellas chicas que tengan que superar barreras como la brecha salarial, el enjuiciamiento social o el desprecio, a que “no tengan miedo”, porque “el silencio no nos ha llevado a ninguna parte”. Sostiene que es “consciente de lo que hace falta para sacar una familia adelante y los sacrificios de enfrentarse al patriarcado y a la misoginia“. Para ella, plantarse ante los convencionalismos que perjudican a las mujeres y a las minorías es la única opción. Aunque le esté costando caro.