Durante el último mes, en la Franja de Gaza continúa la alarmante escalada de incidentes masivos vinculados a la distribución de ayuda humanitaria. Estos eventos no solo han dejado un elevado número de víctimas, sino que han llevado al sistema de salud local—ya severamente dañado—al borde del colapso total. El hospital de campaña de la Cruz Roja en Rafah, con apenas 60 camas, se ha convertido en el único centro médico plenamente funcional en la zona, enfrentando una presión sin precedentes.
Desde el 27 de mayo, cuando se habilitaron nuevos puntos de distribución de ayuda, el hospital ha atendido a más de 2.200 pacientes heridos por armas, muchos de ellos víctimas de más de 21 eventos de víctimas masivas. El personal médico ha registrado más de 200 muertes en ese lapso. Esta cifra ya supera la totalidad de pacientes tratados en todos los eventos similares durante el año anterior.

“Quiero sanar y volver a casa”
La mayoría de las heridas son causadas por disparos, y entre los pacientes hay niños pequeños, adolescentes, personas mayores, madres, y predominantemente hombres jóvenes. La historia de Hasan Syam, de 17 años, refleja la tragedia que se repite a diario: “Quiero sanar y volver a casa”, dijo el joven, quien fue alcanzado por una bala mientras intentaba conseguir alimentos con su hermano menor. Antes del conflicto, su vida era normal: iba a la escuela y compartía con su familia. Hoy, yace en una cama improvisada en una tienda de campaña, deseando recuperarse sin tener que arriesgar su vida nuevamente.
En un entorno donde la capacidad médica se ha visto desbordada, el personal del hospital ha tenido que adaptarse. Fisioterapeutas colaboran con las enfermeras curando heridas y midiendo signos vitales. Personal de limpieza transporta camillas. Las matronas se ven obligadas a asumir roles en cuidados paliativos, acompañando a pacientes en sus últimos momentos.

“Estas historias se quedan con nosotros”
Haitam, enfermero del quirófano de la Cruz Roja Noruega, comenta que nunca había vivido algo igual: “Trabajamos en 30-40 casos al día”, señala. En rotaciones anteriores, el equipo operaba entre 8 y 10 casos diarios. Ahora, el número ha aumentado drásticamente, con lesiones complejas que exigen atención urgente, desde heridas de bala hasta daños causados por explosiones.
Dr. Sally, especialista en salud mental y apoyo psicosocial, relata cómo muchos niños llegan al hospital en estado de pánico, llorando y desorientados. Su equipo trabaja para ofrecer apoyo:. “Durante las grandes víctimas, intentamos brindarles apoyo psicosocial básico, ayudándolos a sentarse, a calmarse, a lavarse la cara o a beber agua. Esto es lo que podemos proporcionarles y permanecemos con ellos hasta que se tranquilicen”.

Uno de los casos más duros que ha atendido fue el de un niño de seis años que perdió a toda su familia, excepto a una hermana. “Estas historias se quedan con nosotros”, confiesa Dr. Sally, tras describir cómo el pequeño tardó semanas en aceptar la pérdida y, poco a poco, comenzó a participar en actividades recreativas como el dibujo.
“Tengo miedo de volver”
Mientras tanto, los partos continúan en condiciones extremas. Yasmeen, líder del equipo de maternidad, explica que cuando suenan las alarmas por disparos cercanos, las parteras no pueden abandonar a las mujeres en labor de parto. “De la cama al suelo”, resume, refiriéndose a las maniobras de emergencia que deben realizar para proteger a las madres mientras dan a luz en medio de posibles ataques.

Un ejemplo de esta realidad es Ghada, una mujer de 39 años que dio a luz a su sexta hija, Asia, en medio de una alerta de seguridad. “Tengo miedo de volver”, dice, temerosa de regresar al calor sofocante y las condiciones insalubres de su tienda en Al-Mawasi. Su testimonio pone en evidencia el deterioro en los servicios básicos y la falta de acceso a métodos anticonceptivos, que también agrava la crisis.
Cruz Roja expone que es imperativo que se reconozca el sufrimiento de los civiles en Gaza y se actúe para garantizar que estas historias no se repitan indefinidamente. Los gazatíes no disfrutan ni de un mínimo de seguridad básica, Hasan afirmó: “cuando salga del hospital, me quedaré en casa porque no quiero volver a ser herido”.