La mortalidad materna e infantil continúa siendo uno de los grandes desafíos de salud pública en África Occidental. En Senegal, en 2023 murieron 237 mujeres por cada 100.000 nacimientos vivos y 21 recién nacidos de cada 1.000 fallecieron durante su primer mes de vida. Pese a que las cifras han mejorado en la última década, el país está lejos de alcanzar el objetivo de Naciones Unidas de reducir esos índices a 70 muertes maternas y menos de 12 neonatales de aquí a 2030.
Una de las causas detrás de este problema es la persistencia de partos en el hogar y la dificultad de muchas mujeres para acceder a servicios de salud básicos. En varias comunidades, las decisiones sobre planificación familiar, controles prenatales o lugar del parto siguen dependiendo de los esposos. Ante esta realidad, organizaciones locales y agencias internacionales decidieron apostar por una estrategia poco convencional: educar directamente a los hombres.
“Muchas mujeres aprecian mis sermones”
Desde 2011 funciona en Senegal un programa conocido como “escuelas para esposos”. La idea, impulsada por el Fondo de Población de Naciones Unidas y apoyada por el Ministerio de la Mujer, Familia, Género y Protección Infantil, es sencilla pero transformadora: invitar a hombres respetados en sus comunidades a recibir formación sobre salud reproductiva, igualdad de género y derechos de las mujeres, para que luego transmitan estos mensajes entre sus pares.
Las sesiones no solo se centran en la importancia de los partos seguros o la planificación familiar, sino también en el reparto de tareas domésticas, la lucha contra la violencia de género y la erradicación de prácticas dañinas como la mutilación genital femenina. Tras la enseñanza, los participantes actúan como educadores comunitarios, visitan casas y organizan charlas.
El imán Ibrahima Diane es uno de los rostros más visibles de la iniciativa. En sus sermones en Dakar recuerda a los hombres que “el profeta mismo dice que un hombre que no ayuda a mantener a su esposa e hijos no es un buen musulmán”. Con ejemplos de su propia vida —como bañar a su bebé o compartir tareas con su esposa— busca mostrar que la masculinidad puede vivirse de otro modo. “Muchas mujeres aprecian mis sermones”, aseguró a AP. “Dicen que el comportamiento de sus esposos cambió desde que asistieron a ellos”.

“Realmente cocina y ayuda con las tareas diarias”
El impacto del programa se refleja en historias como la de Habib Diallo, excomando del ejército de 60 años, relató cómo las charlas del imán lo convencieron de los riesgos de los partos en casa. “Cuando la esposa de mi hijo estaba embarazada, lo animé a llevarla al hospital para el parto”, contó a AP. Al principio, su hijo dudaba por el costo y la desconfianza hacia el personal médico, “pero cuando le expliqué lo mucho más seguro que sería tanto para su esposa como para el bebé, estuvo de acuerdo”.
En los hogares también se observan transformaciones. Khary Ndeye, de 52 años, explicó que antes su esposo apenas se ocupaba de nada y solo “daba órdenes”. Ahora, después de haber pasado por el programa, “realmente cocina y ayuda con las tareas diarias”.
“Sin los hombres, la salud materna no cambiará”
La lógica detrás de las escuelas es clara: sin el compromiso masculino, difícilmente se modificarán las normas que condicionan la vida de las mujeres. “Sin la participación de los hombres, las actitudes sobre la salud materna no cambiarán”, señaló la trabajadora sanitaria Aida Diouf, que colabora con el proyecto.
El modelo senegalés se suma a experiencias similares en Níger, Togo y Burkina Faso, donde se ha comprobado que la implicación de los hombres incrementa el uso de anticonceptivos y amplía el acceso a atención médica especializada. En Senegal ya funcionan más de 20 escuelas y se han capacitado a más de 300 hombres, lo que ha derivado en una disminución de matrimonios forzados y una mayor aceptación de la planificación familiar, según el Ministerio de Género.

“Derecho de las mujeres a estar sanas”
No obstante, los coordinadores reconocen que cambiar mentalidades no siempre es fácil. El Hadj Malick, uno de los responsables del programa, comentó que hablar de “género” puede generar rechazo porque “se percibe como algo abstracto o incluso extranjero”. Además, persiste el temor de que estas conversaciones estén vinculadas a debates sobre diversidad sexual, un tema aún muy sensible en gran parte de África Occidental.
Para superar esas resistencias, los formadores suelen enfocarse en un argumento difícil de refutar: la salud y la vida de las mujeres. “Cuando nos centramos en el derecho de las mujeres a estar sanas, se le da un rostro humano al concepto y se vuelve universal”, explicó Malick.
El programa no ha erradicado los problemas, pero ha abierto un camino nuevo en la lucha contra la mortalidad materna. Hombres que antes solo reforzaban normas patriarcales ahora promueven la corresponsabilidad en el hogar y el acceso de las mujeres a servicios médicos. Con ello, se avanza no solo hacia sociedades más igualitarias, sino también hacia comunidades más seguras y saludables.