Opinión

Ábalos y la cabeza del caballo

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Cuando usted esté leyendo estas líneas, José Luis Ábalos ya estará preparado para afrontar uno de sus días más importantes. Él sabe que las grandes citas se preparan a conciencia y así lo ha hecho con ésta. Hoy le toca al que fuera todopoderoso Ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y Secretario de Organización del PSOE declarar en el Tribunal Supremo y antes de ir a ver a su señoría ha hecho una entrevista en El Mundo para que sus compañeros de partido y quien manda en Ferraz tomen nota.

De todas las frases que ha dejado en este prólogo, que puede interpretarse como un aviso a navegantes antes de comparecer ante el Alto Tribunal, me quedo con dos que piden mármol por sí solas. Ésa que indica que “soy el cortafuegos del PSOE para que no afecte a nadie más, pero el caso va a escalar” y aquella otra que suena a advertencia, a sentencia susurrada después de dar una calada a un cigarrillo y expulsar el humo con un gesto entre la desesperación y el desafío: “A mí no me van a engañar como a Amedo. Si voy a la cárcel, no iré yo solo”.

Dos frases que pronunciadas por cualquier dirigente del PSOE serían gravísimas, pero puestas en boca de quien fue la mano derecha del presidente del Gobierno son algo así como la cabeza del caballo en la cama del productor de cine Jack Woltz en la mítica escena de El Padrino. Por seguir con el universo de Don Vito Corleone, es una oferta que no se puede rechazar.

Doblar la manta

Y es que el marrón es sideral para el inquilino de La Moncloa por más que Pedro Sánchez se obstine en hacer como que no ocurre nada.  Ábalos fue el conductor de aquel Peugeot que tenía como único rumbo el asalto del poder y que terminó conquistándolo. El fiel portavoz que defendió en la tribuna del Congreso de los Diputados la moción de censura por la “corrupción intolerable” del Gobierno de Mariano Rajoy. El “caso Koldo” escalará, tan sólo estamos en los albores de la instrucción, y Ábalos, antes de que empiece a hacerlo y tenga sólo su nombre, ha decidido doblar la manta y dejarla bien preparada a los pies de la cama.

El PSOE y Sánchez defienden que pedirle su escaño y expulsar del partido a Ábalos les sitúa en la parte correcta de la historia. Creen que con ese movimiento estético ya están salvados. Piensan, o quieren pensar, que con eso y repetir a todo quien quiera oírlo que Víctor de Aldama es un delincuente confeso ya les basta.

Aunque les falta algo por explicar.  ¿Por qué Ábalos repitió en las listas al Congreso y por tanto ha podido estar aforado y protegido temporalmente de la investigación? Eso, y que Aldama puede ser un ladrón, pero en todo caso será el suyo.

Aún no han podido justificar con una excusa mínimamente convincente su presencia en la planta noble de Ferraz en la noche electoral, su pase VIP para acceder al Ministerio donde se deciden y licitan las obras públicas, la camaradería de sus conversaciones por whatsapp con ministros y altos cargos del Gobierno, sus contactos y reuniones con la mujer del presidente del Gobierno o qué hacía en el aeropuerto en la noche del viaje de Delcy Rodríguez. Esa famosa noche de la que Koldo García, en otras cuestiones tan locuaz, no quiere hablar “ni muerto”.

La llegada a otra dimensión

En todos estos meses que han transcurrido desde que conocimos el caso, que a algunos les han parecido siglos, el PSOE y, lo que es más grave, La Moncloa se han embarcado en una campaña de descrédito hacia los jueces y el Poder Judicial. Sánchez llegó a decir en los corrillos con periodistas del acto del Día de la Constitución en el Congreso que “este acoso político, mediático y judicial por tierra, mar y aire se volverá contra los acosadores”.

Hasta las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros se han convertido en múltiples ocasiones en un escaparate para amplificar sus ataques a la falta de independencia del Poder Judicial. Incluso la Ministra Portavoz, Pilar Alegría, acusó al juez Peinado de “pedalear en la nada” en la investigación a Begoña Gómez.

Hoy por fin cambiamos de pantalla. La presencia de Ábalos en el Supremo traslada al partido a otra dimensión. Llega la hora de la verdad. La Guardia Civil trabaja denodadamente en investigar el patrimonio del exministro y el de su entorno y sus comunicaciones desde que el Congreso levantó su aforamiento. Si en algo tiene razón Ábalos es que sin duda el caso escalará.

Lo que queda por ver es hasta dónde termina subiendo. Dónde estará el dique de contención de ese asunto que huele a podrido desde el principio y que se complica más y más para el PSOE a medida que vamos conociendo capítulos, la mayoría de ellos vergonzosos y más propios de una serie de los bajos fondos que de un Gobierno democrático.

Lo que resulta evidente es que quien llegó al poder cabalgando a lomos de una moción de censura para acabar con la corrupción está rodeado por acusaciones y casos que conjugan su nombre. Por arriba y por abajo. A su derecha y a su izquierda. Comisiones por compra de mascarillas en mitad de la pandemia, una trama con un “nexo corruptor”, alquileres de apartamentos con fines dudosos, su mujer y su hermano sentados frente a un juez…

“La decencia debe ser algo esencial, no accesorio, pero algunos se aferran a la vida política”, proclamó Ábalos desde la tribuna del Congreso al defender la moción de censura. No querías caldo, pues toma dos tazas…

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