Opinión

Ala de cisne

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RETRATO JESÚS ÚBEDA
Actualizado: h
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Leído Ala de cisne (Visor, 2025), el último poemario de Luis Alberto de Cuenca. Un homenaje sin ínfulas a la inteligencia, un beso festivo contra la muerte, una cataplasma para rebajar la fiebre de la desesperanza, un candil urgente en una habitación oscura. Compuesto por cuarenta y dos poemas, divididos en siete bloques –su estructura interna está “marcada por el número 6, guarismo cuya simbología tiene que ver con el amor, la compasión y la estabilidad”–, escritos entre 2022 y 2024. Muchos de ellos vieron la luz en un libro secreto y precioso, El aprendiz de Dios, de la colección Camaleona, del que sólo se publicaron sesenta ejemplares en febrero del año pasado. Conservo un ejemplar firmado por el Rex poetarum en un altar erigido ex profeso.

Yo, de mayor, quisiera ser Luis Alberto, la persona más culta y, a la vez, más humilde de cuantas he conocido. Gozar de su amistad es uno de los regalos más extraordinarios que Dios, la vida o las Moiras me han hecho. Es mi poeta vivo favorito, y creo que si no goza de un reconocimiento mayor es porque no pertenece, citando a Trapiello, al “Club de las almendritas saladas”. La izquierda mima a sus escritores, mientras la derecha, o todo aquello que no es izquierda, no sabe ni que los tiene. Me reventó las pelotas que, a finales de mayo, no fuera elegido académico de la RAE. “Hay que celebrar”, me dijo entonces su mujer, Alicia Mariño, “que no entra en la Academia. Tengo champán para ello”. Luis Alberto, en el poema “Elio Antonio de Nebrija abandona Salamanca para nunca volver”, incluido en Ala de cisne: “Cuando reina el talento, surge siempre la envidia, / y eso es lo que ocurrió. (…) Abundan las historias que podrían contarse / parecidas”. Pues eso.

Luis Alberto, duende puro e indomable, tiene asiento en el palco VIP del “único mundo que merece la pena: / el mundo de los mitos”. En Ala de cisne, como en toda su obra, hay poemas fabulosos. Mis favoritos son “Hubo una vez un tren” y “Firenze, 70”. El segundo deriva del primero: una ruptura dejó al poeta “perdido y desolado” y su padre, viéndole jodido, le animó a elegir una ciudad europea para pasar una semana en ella. Se fueron a Florencia, una urbe que “te enamora de un modo irresistible, / aunque sin destrozarte el corazón”. Ambas composiciones rebosan una belleza y una naturalidad increíbles. También me flipa, por su erótica elegantísima, “Sobre un poema de John Donne”, donde escribe: “Siendo tú mi enemiga, que lo eres, / no deseo otra cosa en esta vida / que combatir y pelear contigo. / Pero los combatientes, como en Grecia, / deben luchar desnudos”.

En Ala de cisne, Luis Alberto nos recuerda que “leer no es solo / un vicio placentero y solitario, / sino un arma letal cuando se esgrime / para llevar a cabo una conquista”, que “cada beso / que compartimos es, de alguna forma, / la señal del edén que nos espera”, o que el reino de la desesperanza “tampoco es tan grave si se asume / desde barrera escéptica y estoica / y epicúrea a la vez”. Contra Jorge Javier Vázquez, contra el padre de Lamine Yamal, contra Barbie Gaza y contra los directores de comunicación de los partidos, Luis Alberto. No todo esta perdido, aunque, como canta Bob Dylan, “It’s not dark yet, but it’s getting’ there”. Que el fin del mundo nos pille leyéndole.

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