Quizá por los temas que elijo los lectores que tan amablemente me siguen pueden pensar que soy la clásica señora de toda la vida, con un mundo colmado de valores tradicionales. Les aseguro que si mis padres volvieran del más allá les sacarían inmediatamente de ese error. Pobres, no lo tuvieron fácil conmigo. Me tenían por una revolucionaria bastante incordiante. A los 20 años yo vivía en una masía sin agua ni luz en Formentera con mi niño de dos años. No sé si me entienden. En fin, que yo he creído en muchas cosas: el fin de la familia, el matrimonio, las formalidades y todo lo demás. El mundo que me modeló, esa “élite intelectual” (o eso pensaba yo que era, tan optimista), en gran medida de izquierda, me convencía de que el camino hacia una vida significativa y a la felicidad no pasaba ni mucho menos por la formación de una familia, y menos una de tradicional. Estábamos convencidos de que lo importante era vivir para uno mismo, “realizarse”. Y los mensajes y los relatos anti-familia de los 70 siguen siendo ubicuos en los medios de comunicación, la academia o muchas otras corporaciones.
Pero, para una antropóloga como yo, pocas cosas hay más interesantes que la familia humana. Y cada vez llegan más estudios que contradicen muchas de las cosas en las que creía. El libro más reciente sobre pareja y matrimonio que he leído ha sido “Get Married: Why Americans Must Defy the Elites, Forge Strong Families, and Save Civilization. Está escrito por Brad Wilcox, sociólogo de la Universidad de Virginia y no exactamente el perfil del autor que frecuento. Pero, dejando aparte esa llamada a la salvación del título, la verdad es que es un libro muy interesante que aporta datos sólidos y fiables. ¿Cuál es la receta de la felicidad, se pregunta? Al parecer nada la predice mejor que un buen matrimonio. Según sus investigaciones, nosotros, nuestros hijos y comunidades, por no hablar de nuestra civilización en su conjunto, tenemos muchas más probabilidades de prosperar cuando el estado de nuestras uniones es fuerte. Para demostrarlo Wilcox derriba una serie de mitos muy asentados. Por ejemplo, el del dinero. Tanto los hombres como las mujeres que se casan y permanecen casados acumulan mucha más riqueza que las personas que no se casan. ¿Adivinen qué grupo de mujeres es más rico en EEUU, las solteras sin hijos o las madres casadas? Pues las madres casadas. En 2020, las madres casadas de entre dieciocho y cincuenta y cinco años tenían un ingreso familiar medio de 108.000 dólares, en comparación con los 41.000 dólares de las mujeres solteras sin hijos de la misma edad. Eso es más del doble para las madres casadas, mucho más, incluso si se comparte con un cónyuge. Y, a medida que estas madres casadas se acercan a la jubilación a los cincuenta años, han acumulado 322.000 dólares en activos medios, en comparación con los 100.000 dólares de sus pares solteras sin hijos.
Pero no sólo de dinero vive el humano. Los hombres y mujeres casados con familias aseguran tener vidas más significativas en comparación con sus pares solteros y sin hijos. En 2021, el 60 por ciento de las madres casadas de entre dieciocho y cincuenta y cinco años reportaron que sus vidas tenían sentido “la mayor parte” o “todo el tiempo”. Solo el 36 por ciento de las mujeres solteras y sin hijos de las mismas edades dijeron que sus vidas tenían sentido real. ¿Y qué pasa con la felicidad? ¿Adivinen qué grupo de mujeres es más feliz, las mujeres con mayor libertad o las mujeres con mayores responsabilidades familiares? De nuevo, las madres casadas. Si volvemos a analizar a las mujeres de entre dieciocho y cincuenta y cinco años, el 75 por ciento de las madres casadas declararon en 2022 que estaban “completamente” o “bastante” satisfechas con sus vidas, en comparación con el 54 por ciento de las mujeres solteras sin hijos.
Pero también los hombres. Respecto al dinero, los hombres casados de manera estable que se acercan a la jubilación tienen unos activos diez veces mayores que sus pares masculinos divorciados o que nunca se han casado. Y por lo que se refiere al sentido de la vida, los padres casados declaran tener una vida más significativa y más feliz. ¡Caramba! En Formentera esa información no la teníamos. Como suele decirse, “dato mata relato”. No les contemos más cuentos progres a las nuevas generaciones.