Una nueva polémica golpea al que ya muchos califican como el peor Gobierno de la democracia. No es un desliz menor, ni un error técnico sin importancia, es una negligencia imperdonable. Hablamos de mujeres víctimas de violencia de género que han quedado desprotegidas, durante al menos ocho meses, ellas y sus hijos, porque las pulseras anti-maltrato no funcionaban correctamente, pese a que jueces, magistrados, el Consejo General del Poder Judicial, la policía y los propios trabajadores encargados del seguimiento de las pulseras de control habían advertido reiteradamente de los fallos en el sistema. El Gobierno lo sabía y lo tapó.
Lo que se presentaba como una herramienta esencial para garantizar la seguridad de las víctimas, ha resultado ser una chapuza: unas pulseras anti-maltrato con funcionamiento defectuoso, que han permitido que agresores quebrantasen órdenes de alejamiento sin consecuencia alguna, porque los fallos en la migración de datos han provocado incluso la absolución de algunos. La ministra responsable, lejos de asumir responsabilidades y ofrecer explicaciones, ha preferido atrincherarse y atacar a todo aquel que pone en evidencia su negligencia: jueces, fiscales, la oposición e incluso a la expresidenta del Observatorio contra la Violencia Domestica y de Género.
Tres hitos de un Gobierno que se decía “feminista”
La lista de despropósitos es larga, pero hay tres hitos que marcan con claridad la deriva de un Ejecutivo que ha pasado del eslogan del “Gobierno más feminista de la historia” a ser, en la práctica, el más dañino para las mujeres:
1. La Ley del “solo sí es sí”, la peor ley de nuestra democracia, que no solo no cumplió con lo prometido, sino que permitió la excarcelación y la rebaja de condenas a centenares de agresores sexuales. Una humillación para las víctimas y una victoria para los violadores.

2. La prostitución que siempre aparece en los casos de corrupción que afectan al PSOE: El escándalo de Tito Berni; los ERE´S de Andalucía, donde se gastaba el dinero en prostitutas y drogas; las mujeres prostituidas y enchufadas en empresas públicas y pagadas, por tanto, con dinero público por orden del ministro Ábalos, número dos de Sánchez.
Todas tramas de corrupción que manchan la bandera feminista con la que tanto presume el Gobierno.
3. Las pulseras anti-maltrato defectuosas, que han dejado desprotegidas a mujeres que confiaban en el sistema. Un escándalo aún más grave porque no hablamos de errores pasados, sino de una negligencia sostenida en el tiempo, pese a todas las advertencias recibidas.
Feminismo de pancarta
A día de hoy, la situación es clara, cada día aparecen más testimonios en los medios de comunicación de jueces que denuncian que las alertas no funcionaban, policías que no recibían los avisos a tiempo, trabajadores que cuentan la impotencia de ver cómo no pueden garantizar la protección de las víctimas, y mujeres que confiesan el miedo de sentirse solas pese a llevar una pulsera que debía darles seguridad, ya que se han encontrado con sus agresores en un radio de unos pocos metros sin que la pulsera diera aviso, o incluso el caso contrario, pulseras que no dejaban de avisar de la cercanía del maltratador cuando éste se encontraba a cientos de kilómetros.

¿La respuesta del Gobierno? Negarlo todo, hablar de bulos, movilizar a sus medios de comunicación afines y tratar de desacreditar a cualquiera que se atreva a cuestionar el relato oficial. Mientras tanto, las mujeres desprotegidas siguen siendo víctimas dobles: de sus agresores y de un Gobierno que les da la espalda.
El feminismo de pancarta, el de los discursos y los hashtags, sirve para llenar titulares y redes sociales. Pero el feminismo real, el que se mide en la protección efectiva de las mujeres, exige responsabilidad, seriedad y valentía. Y este Gobierno ha demostrado, una vez más, que carece de todo ello.
Lo peor no es que el sistema haya fallado, lo peor es que el Gobierno lo sabía y prefirió taparlo y proteger su imagen antes que proteger a las víctimas. Ese es el verdadero rostro del “feminismo” que hoy nos gobierna.