Opinión

¿Esencia de elecciones?

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El españolito de a pie tiene rojitas las orejas de escuchar, veinticuatro/siete, desde junio de 2018, y, especialmente, desde julio de 2023, el sintagma “elecciones anticipadas”. El Gobierno las desdeña, las anhela el PP, y los medios, según la cuerda, invocan o exorcizan al fantasma del adelanto electoral. Lógico, a ver: sitiado por el escándalo, Pedro Sánchez se mantiene en el poder como un funambulista durante un bombardeo; el Ejecutivo tose sangre y, si no con paliativos, tontea con la UCI; está gestando unos Presupuestos Generales del Estado que serán conducidos al paredón en cuanto nazcan; algunos socios se exhiben como platelmintos king size mientras que otros, como leopardos, acechan pacientes, y, ya puesto, el contexto internacional tampoco ayuda.

Eppur, Sánchez si muove. Pero cada vez más malamente. El miércoles, PP, Vox, UPN y Junts fulminaron la medida estrella de Yolanda Díaz para esta legislatura que acaba de atravesar su ecuador: 178 votos quebraron las rodillas del proyecto de ley para la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales –media hora diaria–. La vicepresidenta segunda, estrella menguante, se ciscó en las “tres derechas con distintos nombres” y, herida, especialmente en los cachorritos del corrupto Pujol y del prófugo Puigdemont, quienes “no representan al independentismo catalán como creen: representan a los intereses de la patronal española en sus sectores más reaccionarios”. El presidente abandonó a su compañera sumanda en una gasolinera, hizo pellas parlamentarias y, para airearse de quilombos judiciales –por la mañana, Begoña Gómez había declarado ante el juez Peinado–, se desestresó plantándose en el estreno de El cautivo, la última y no sé si polémica –que Cervantes sea homosexual o no, a mí, plin–, pero, desde luego, sí soporífera película de Alejandro Amenábar. Para que luego digan que la política no apoya al Mundo de la Cultura.

Pedro Sánchez y Begoña Gómez a su llegada al estreno de El cautivo, de Alejandro Amenábar
EFE/ Juanjo Martín

El jueves, la diputada de Sumar Tesh Sidi reconocía abiertamente en Todo es Mentira, el magacín vespertino de Risto Mejide en Cuatro, que la votación se llevó a cabo para que la tropa compruebe lo que podría suceder si en España gobernaran las derechas. El apunte no es baladí: el Gobierno ha pasado de relegar las iniciativas legislativas y decretos-leyes y derivados que sabía que no podía sacar adelante por carecer de apoyo parlamentario a someterlas a votación, manque les quiebren las rodillas. El objetivo pasa por instrumentalizar una derrota para transmitir un mensaje clarinete: “Si no estamos nosotros, vienen los otros; los otros son el fascismo en fase 3 super saiyán, y nosotros, las Termópilas”.

La derrota de Yolanda Díaz ha subido el volumen de los rumores del adelanto electoral. Francamente, no creo que llegue a producirse: a Sánchez, hoy por hoy, no le interesa. Siguiendo las palabras de Pérez-Reverte, todavía puede vender a nuestras abuelas. Ahora bien, tampoco lo descarto: la espada de Damocles de la Justicia pende sobre las cabezas de su mujer, de su hermano y de su fiscal; Ábalos y Cerdán no descartan cantar La Traviata y, sobre todo, a diferencia del resto de líderes políticos, el presidente aporta misterio e imprevisibilidad. Por ello, sigue siendo el más interesante de todos.

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