Hoy hace justo un año Pedro Sánchez sorprendió a todos (también a los suyos) publicando en las redes una carta en la que se declaraba víctima de una operación orquestada contra él por la derecha, la ultraderecha y los medios afines, por lo que, en definitiva, él llamaba, “la máquina del fango”. Todo comenzó cuando el juez Juan Carlos Peinado comenzó a investigar a su esposa, Begoña Gómez, a raíz de una denuncia de Manos Limpias que la acusaba de tráfico de influencias y corrupción en los negocios.
Carta a la ciudadanía. pic.twitter.com/c2nFxTXQTK
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) April 24, 2024
En esa ya famosa carta Sánchez se declaraba “profundamente enamorado” de su mujer e impotente para luchar contra esa supuesta campaña del fango orquestada contra ella para destruirle a él. La noticia de esa pausa por amor corrió como la pólvora y hasta The Economist se refirió a este episodio como el “Drama King”. Los suyos, liderados por María Jesús Montero se desgañitaron pidiendo que siguiera y, cinco días, después, Sánchez despejó la incógnita: se quedaba “para seguir con más fuerza si cabe”, decía, y para encabezar una campaña de regeneración democrática pidiendo, además una movilización a los ciudadanos “contra el fango” y “las prácticas tóxicas”.
Sánchez tuvo en vilo a todos y no hizo como Estanislao Figueras, el que fuera presidente de la I República que, en 1873, durante una caótica reunión del Consejo de Ministros, pronunció supuestamente su famosa frase, “señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros” para, acto seguido decir que se iba a dar un paseo para despejarse. En su lugar, fue a la estación, cogió un tren y se fue a Francia.
Hay que reconocerle a Pedro Sánchez su capacidad teatral y su habilidad para que miremos el dedo en lugar de observar la luna de los escándalos que, no sólo se han reducido, sino que han aumentado en este último año. Lejos de archivarse el caso de su mujer, son ya cinco los delitos por los que se le acusa; su hermano está imputado; uno de sus diputados, Juan Bernardo Fuentes Curbelo, alias Tito Berni, está acusado de un delito continuado de cohecho, y qué decir del caso Ábalos, que suma cada día más imputados y más relatos escandalosos de la supuesta opípara vida que llevaba el ministro de Transportes y número dos del PSOE y su camarilla, a costa del erario público.
Mientras tanto, el Gobierno intenta silenciar las voces críticas con leyes no para regenerar la democracia, sino para controlar a los medios. Y hasta el Consejo de Europa ha reprochado al Ejecutivo que no haya aplicado ninguna de las diecinueve recomendaciones que le hizo para luchar contra la corrupción de los altos cargos, y que no haya dado pasos para modificar el sistema de nombramiento del fiscal general para garantizar su independencia.
Un año después, Sánchez ya no está afligido, ha optado por resistir en su búnker de Moncloa sin pisar la calle para evitar abucheos y pisando lo mínimo posible el parlamento, porque ha descubierto que se puede seguir gobernando, sin presupuestos, sin apoyos, pero con unos socios que, a veces se rasgan las vestiduras y amenazan con romper, pero que, de momento, siguen tragando.