Nos hemos acostumbrado a leer el número de mujeres asesinadas en los titulares. Hemos visto tantas veces las palabras “muere”, “violencia machista”, “otra mujer más” o “nueva víctima” en la prensa diaria, que ya no nos espanta.
Pasamos por encima de las cifras de mujeres asesinadas como lo hacemos sobre el nombre del nuevo Papa, el viaje de una cantante a Eurovisión o la venta de entradas para el próximo concierto de Bad Bunny en España. Viajamos en transporte público con las muertes de todas esas mujeres literalmente a nuestro lado y lo único que hacemos es… pasar la página. Casi nos remueven más las muertes que tienen lugar en países lejanos. Las guerras y las catástrofes, esas sí nos parecen dramáticas y hasta a veces salimos a la calle a manifestarnos. Pero el asesinato de nuestras vecinas, de las trabajadoras del campo o de las mujeres de nuestro barrio nos resulta demasiado cotidiano.
No está nada claro si seguir comunicando los asesinatos machistas a través de números y cifras está contribuyendo a remediarlo. Los números son fríos, no hay ningún ser humano detrás y es imposible empatizar. Utilizar un contador que se va incrementando a lo largo de los años recuerda más al consumo de gas o a la aceleración de un vehículo que a personas que tenían una vida y ya no estarán nunca más. En los números no hay dolor ni emociones. No permiten sentir nada. Nos estamos refiriendo a personas que tenían una red de amistades, una familia, un puesto de trabajo, que ocupaban un lugar significativo dentro de la ciudadanía, la cultura y la sociedad. No es justo reducir sus vidas a un dígito.
Quizás deberíamos plantearnos cambiar la forma en la que hablamos de los asesinatos machistas, fundamentalmente en los medios de comunicación y también en la práctica política.
Para empezar, eliminando los adjetivos “otra”, “nueva” o “más” de los titulares que informan sobre esta tragedia, porque son meramente cuantitativos, se utilizan para referirse a productos y cosas, y pueden llegar a insensibilizar. Cuando nuestro cerebro lee “otra” nos da la sensación de que viene algo aburrido. También denota resignación y pasividad, como asumir que después habrá muchas más. Cuando leemos “nuevo” nos imaginamos que viene algo atractivo. Utilizar el lenguaje con precisión y esgrimirlo como una herramienta para acabar con la violencia machista debería ser el compromiso de cada periodista, porque sus textos pueden contribuir a normalizarla o a erradicarla.
Para continuar, poniendo el foco en los asesinos y las causas. ¿Qué tal si escribimos “un hombre asesina” en lugar de “una mujer es asesinada”? De esa manera visibilizamos a los sujetos de la violencia y no solamente a sus víctimas. No podremos conocer el contexto concreto de cada asesinato, pero sí sabemos por qué ha sucedido: por el machismo. Por eso podemos acompañar los datos con análisis que profundicen en las causas que llevan a los hombres a asesinar y maltratar. Así, quienes lo lean sabrán detectarlas y podrán evitar acabar en ese escenario.
Para terminar, humanizando a todas las mujeres asesinadas. ¿Cómo se llamaban? ¿Quiénes eran? ¿Cómo era su personalidad? ¿A qué se dedicaban? ¿A quiénes dejan atrás? ¿Qué mensajes quieren darnos las personas allegadas? No nos interesa ahondar en cómo ha sido el asesinato, pero quizás, reconocernos en esas mujeres puede ayudar a sensibilizarnos. Llevar una estadística es útil y necesario, pero no podemos soltar las cifras sin más, sin acompañarlas de un relato que consiga sacudir y concienciar. Relato humaniza dato.
Y desde la comunicación política: por favor, no queremos más minutos de silencio, mucho menos como parte de un reel con música festiva sobre las actividades de la semana. Los asesinatos de mujeres no pueden convertirse en una actividad más, ni colocarse a la misma altura que una reunión con personalidades o la visita a las obras de un centro cultural.
Queremos ver a nuestras figuras políticas trabajando, sudando, concentradas, proponiendo toda clase de alternativas, aunque sean fallidas, pero ocupándose. Verlas en acción, no estáticas sujetando una pancarta. Queremos que nos cuenten qué están haciendo, cuáles son sus líneas de trabajo, sus objetivos y alianzas. No posados que solo sirven para alimentar un muro en Instagram. Ante los asesinatos machistas no podemos permitirnos el lujo de parar.