Opinión

Móvil consentido y con sentido

Relación de rebote - Sociedad Phil González
Actualizado: h
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Ocho mil millones de personas en el planeta y desde la más corta edad, con un smartphone en la mano todo el día. La conexión móvil ha experimentado un crecimiento bárbaro en los últimos años y no hay quién le ponga el cascabel al gato. En España hace ya tiempo que el número de móviles supero al de humanos y queda indefinida realmente la edad en la cual deberíamos dejar esos aparatos a nuestros críos.

¿Os acordáis de cuando los padres nos ponían límite horario al teléfono fijo? A mí me impusieron un arcaico candado impidiendo marcar cualquier número en el teclado. Con Gerard, mi hermano, nos habíamos inventado un astuto método para saltarnos la prohibición. Con suerte, conseguíamos llamar los miércoles en algún momento de desatención.

Recuerdo cómo, en su presencia, a las ocho y media caía el toque de queda. Era la hora máxima del “consentimiento telefónico”. Decían que más tarde era maleducado y molestaría la tranquilidad y el descanso. Por aquel entonces las llamadas telefónicas eran un lujo y nos teníamos que centrar en lo realmente oportuno. Como emigrantes, y desde París, no solíamos llamar a la abuela extremeña cuando nos diera la gana. Eran llamadas mensuales y muy contadas.

La pronta adopción de los móviles

Una década después me vine a vivir aquí. En el trabajo empecé a comercializar los primeros móviles en Madrid. Ofrecíamos las primeras líneas a unos clientes con cartera robusta y ávidos de adoptar esta novedad tecnológica. Había dos marcas predominantes, una americana llamada Motorola y la otra finlandesa llamada Nokia. Ponía en sus cajas “Connecting People”.

Los aparatos eran toscos y parecían diseñados por PlaySkool. Llevaban unas pantallas rudimentarias. A menudo tenías que contestar para saber quién te llamaba. La agenda ni existía. Apuntados en una cartulina naranja en mi billetera, llevaba unos números en caso de tener que hablar desde una cabina.

Fuimos todos adoptando muy rápidamente esa nueva tendencia sin darnos realmente cuenta. Hoy en España, están dadas de alta más de 60 millones líneas y las tarifas hicieron periclitar el valor emocional de las tan preciadas llamadas. ¡Con el teléfono ya no se llama! Se navega, se mensajea, se chatea, ¡pero no se llama! Los jóvenes son los primeros en considerar que llamar sin avisar, es maleducado.

Eso sí, parece que, desde demasiada corta edad, disfrutan de esa modernidad. Como excusa, sus padres dicen que se quedan más tranquilos y por temas de seguridad. Desapareció toda vigilancia paternal y ya no existen ni horarios, ni candados para poder controlar sus horas de conectividad. Hasta cierta medida, nos podría dar igual a todos, sino fuera por la señal de alerta tirada por algunos expertos en sanidad.

Impacto del uso prematuro del móvil

A raíz de la publicación de mis libros sobre ayuda a la desconexión, son muchos los padres que me preguntan mi opinión. “¿Cuál es la edad adecuada para que mis niños comiencen a usar móvil y tableta?” Yo no soy padre, ni sufro los berrinches de sus churumbeles en casa, pero mi imagino la conversación y su importancia.

Los entendidos en desarrollo infantil ofrecen diversas perspectivas. Lo que está claro es que los primeros años de vida son fundamentales para nuestro desarrollo emocional y nuestras aptitudes cognitivas. Según la Academia Americana de Pediatría, los niños menores de 18 meses no deberían estar nunca expuestos a pantallas, salvo para las típicas videollamadas con las familias. Para niños de entre 2 y 5 años, se recomendaría un uso limitado y supervisado en todo momento.

Sino se respectan ciertas consignas, podrían desarrollar posteriores problemas relacionales y emocionales, retrasos en el desarrollo del lenguaje y hasta desgaste prematuro de la visión. Estudios neurológicos avanzados han demostrado también que las generaciones educadas frente a tabletas ven la morfología de sus cráneos bien distinta a las nuestras. Desarrollarían una masa cerebral adaptada a una carga de estímulos constantes, pero también una predisposición a la pérdida rápida de foco, problemas de concentración, de toma de decisión, trastornos del sueño y cierta irascibilidad.

Sin contar con los efectos colaterales: el uso de dispositivos les hace cada vez más caseros e introvertidos. Gracias al ocio en la naturaleza, disfrutando de una constante actividad asociativa, creativa y física, yo aprendí más de la vida en las calles que en la escuela. Hoy los móviles ya no dan ni rienda suelta a la imaginación, ni al factor sorpresa, ni a enfrentarse a la improvisación.

El caso de Francia y Emmanuel Macron

Emmanuel Macron, presidente de nuestro país vecino, ha mostrado toda su preocupación con las nuevas generaciones de franceses. Tras haber encargado un estudio a una élite de expertos prevé limitar drásticamente el uso de teléfonos inteligentes.

Se compromete en elaborar una legislación para controlar el tiempo de los jóvenes frente a las pantallas digitales. Aunque sin calendario definido, las reformas legales buscaran a proteger su bienestar mental y físico, promoviendo entornos reales, más saludables y enfocados a ciertos aprendizajes. El presidente francés sigue así la estela de países como Suecia que tuvieron que echar marcha atrás en su afán de integrar las tabletas en las escuelas. Constataron que los efectos sobre la atención y la educación podrían ser perversos.

Se habla incluso de especificar edades. 11 años sería la edad mínima para tener un móvil, 13 años para que sea un artilugio inteligente. Llegados a los 15 años podrían tener acceso a redes, siempre que fuesen consideradas como “éticas” y elegidas previamente por legisladores. Pedirán también a las grandes corporaciones detrás de las redes, dedicarle una atención especial y evitar dañar profundamente la salud mental. Aunque sea de complicada puesta en marcha en ámbito privado y cerrado, es una iniciativa que debería encontrar en los padres, su principal respaldo.

La delgada línea del si

Negar completamente el acceso a la tecnología puede tener también sus desventajas y crear una brecha digital tampoco muy positiva. En esta era digital, el manejo de ordenadores y la alfabetización tecnológica es una habilidad esencial en el desarrollo personal y profesional. El uso controlado de los móviles, tabletas y sus contenidos, puede ofrecer también amplios beneficios educativos. De hecho, los niños sin acceso alguno a ello suelen quedarse aislados y rezagados en sus estudios.

Como nuestros antepasados hacían caso a los patrones de sus progenitores, los niños deberían tener en sus domicilios, modelos a seguir entre sus padres. Si los adultos muestran una relación equilibrada con sus dispositivos, es más probable que los niños adopten hábitos parecidos.

Como faros en las costas de un océano enfurecido, los padres deben hoy guiar a sus hijos a través de las distintas olas y corrientes. La tecnología debería actuar de brújula en el desarrollo de los grumetes sin reemplazar sus experiencias esenciales, desde la interacción humana y hasta volver a disfrutar del aire libre. Encontrar ese balance será la clave para garantizar el bienestar de futuras generaciones, navegando juntos hacia nuevas sociedades y horizontes.