Opinión

Un botellín de agua por favor

Apagón
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El robo de cable en la línea de alta velocidad entre Madrid y Sevilla del pasado domingo provocó que casi 11.000 viajeros quedasen atrapados durante horas en trenes o estaciones. Esto provocó importantes retrasos que impidieron a los usuarios llegar a sus puntos de destino y miles de cancelaciones de los viajes que tenían contratados. Habrá que determinar exactamente las causas de todos los incidentes que se registraron pero como los retrasos han sido considerable y las cancelaciones evidentes en principio todos los pasajeros fueron a las horas recolocados en diferentes trenes. Otra cosa es el asunto de las compensaciones porque cuando las situaciones son extraordinarias y estas lo son, las autoridades hablan de sabotaje o de robo de cable de cobre, podrían librarse de pagar a los afectados. En las últimas horas el ministro de Transportes ha reiterado que es imposible garantizar la seguridad de toda la red ferroviaria y que actos vandálicos o robos de material de este tipo se producen en todas las partes del mundo. Como explicaba el ministro en este caso la red española tiene 15.600 kilómetros, 4.000 de ellos de alta velocidad que están totalmente vallados, pero eso no garantiza que la seguridad plena se produzca. Adif cuenta además de con vallados, con patrullas y cámaras de seguridad pero es muy difícil evitar estos actos vandálicos que también son habituales en Europa. Y en esto coincido plenamente con el ministro Puente. Siempre hay margen de mejora y es probable además que sea necesario estudiar incrementar las medidas de seguridad pero llegar a una protección plena que arroje una seguridad plena en 15.600 km de trazado no es posible ni tampoco razonable.

Lo que no es razonable ni de recibo para todos los usuarios de la alta velocidad es que ante una adversidad y fatalidad de este tipo no haya un triste botellín de agua para repartir entre todos los viajeros atrapados en los trenes durante más de siete horas. Ni agua, ni comida, ni focos, ni información. El gobierno tiene a su favor que los pasajeros como pasó con todos los ciudadanos durante el apagón cayeron en una espera calmada y solidaria y esa es la suerte que tienen las autoridades porque si no “otro gallo cantaría”. En muchos casos la inacción duró más de ocho horas y familias, turistas y viajantes soportaron estoicamente mientras autoridades y empleados decidían o más bien no decidían que hacer con ellos. Todas las horas que los viajeros atrapados algunos con niños pequeños estuvieron sin cafetería ni agua potable disponible, urgen a establecer un protocolo de emergencia claro y exigente. Primero con la bebida y la comida y no estamos hablando de bandejas vips con jamón ibérico o champán francés pero si de un poco de agua y un sandwich mixto para lidiar esas horas de encierro. Que un detalle tan simple como que los inodoros de los trenes, con más de 600 pasajeros no funcionen cuando se va la luz, nos obliga obligatoriamente a repensar el diseño de escenarios ante situaciones de este tipo que desafortunadamente suelen ser habituales. ¿Es tan difícil utilizar modos de uso manual para episodios de avería? A las tres horas los váteres del tren estaban inundados de orina. Las cisternas son eléctricas y no tragaban nada. Se pueden imaginar el olor. Algunos incluso optaron por salir a las puertas ante el poco aguante que les quedaba.

Transportes ha fallado también en el capítulo rescate. A partir de la hora o dos horas se debería establecer un ritmo de evacuación apoyado en las poblaciones cercanas a las vías del tren. Y esto supone obligar a las compañías a tener métodos de rescate ágiles que ahora mismo no se tienen. Cualquier operación de rescate requiere un protocolo que pasa por localizar autobuses y establecer métodos de evacuación con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que aceleren la salida de los atrapados. Los testigos cuentan que en ninguno de los treinta trenes afectados vieron vigilancia policial y que fueron los trabajadores de Renfe quienes finalmente les ayudaron a salir. Y esto también hay que revisarlo ante la posibilidad de más “chispazos” en la red ferroviaria. Como en el apagón si algo destacan los expertos del sector ferroviario es que la red actual que tenemos no está preparada para la cantidad de compañías que se han incorporado al mapa actual y la cantidad de usuarios que eligen la Alta Velocidad en detrimento de otras alternativas de transporte.

La seguridad es otro debate que hay que abrir ante la reiteración de los robos de cable de cobre. Es una colaboración público y privada constante y de carácter estratégico donde entran en acción las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Desde los sindicatos la petición es clara y pasa por más seguridad tanto humana como técnica. A raíz del crecimiento exponencial de las líneas de AVE los trabajadores reclaman un incremento de los sistemas de vigilancia y de mantenimiento preventivo de las infraestructuras para evitar situaciones como esta. Esto supone incrementar el presupuesto en el ministerio del Interior y de Defensa pero de momento “un botellín de agua por favor”.

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