Aunque Pedro Sánchez y Netanyahu tienen muy poco en común, hay algo que los une, y es su voluntad de que en las próximas citas electorales se vote con un único tema en la cabeza: la ofensiva israelí en Gaza…
Si acaso la agenda judicial lo permitiera -cosa improbable- y se llegase a la contienda electoral con este asunto fresco, el Gobierno ya anda poniendo los cimientos para alcanzar la meta, conduciendo la conversación pública hacia el callejón sin salida del falso dilema. Un fondo de saco en el que, de forma demagógica, se nos presentarán dos únicos puntos de vista como si fueran las únicas opciones posibles. Da igual que puedan existir opciones alternativas y un buen ramillete de matices, porque el votante no se atreverá siquiera a exponerlos por temor a resultar cancelado.
Lo cierto es que con la Guerra de Ucrania, el presidente aprendió que el hecho de que sus opiniones tuvieran perfecta simetría con las del PP, le impedía hacer eso que mejor se le da: polarizar, dividir, trazar fronteras y extraer rédito electoral de un conflicto que deja miles de muertos. Y, estando como está necesitado de votos, Sánchez no está dispuesto a cometer el mismo error.

Quedó claro el pasado miércoles en la -como siempre estéril- sesión de control al Gobierno en el Congreso cuando el ministro de Justicia Félix Bolaños nos adelantó que cuando haya elecciones en 2027 los españoles tendrán que elegir entre “Socialdemocracia o Barbarie”.
De manera que vaya usted posicionándose y eligiendo bando: ¿Usted desea la paz o quiere que continúe la guerra? ¿Está con los que quieren la vida o los que disfrutan viendo morir a niños inocentes? ¿Votará usted al arcángel del bien, es decir, a Pedro Sánchez, o depositará su voto a las marcas blancas de Netanyahu en España?
Este es el pretendido escenario electoral y este es el eje de un debate tan encarnizado como artificioso en el que se nos coloca delante este plato ultraprocesado con el que se nos pretende dar a entender que hay dos posiciones antagónicas que en esencia son perfectamente compatibles.
Pretende el presidente que Feijóo repita, con la misma disciplina que lo hacen sus ministros, que lo de Gaza es un genocidio, que defienda que hay que expulsar a Israel de las instituciones, que comparta que es urgente excluirlos de las competiciones deportivas y por supuesto que aplauda el boicot a la Vuelta protagonizado por las hordas que lo hicieron posible.
En algunos aspectos, lo que el líder del PP sostiene es que Pedro Sánchez está yendo demasiado lejos. Sin embargo, si comparte con que lo de Gaza es una masacre -sin llamarlo genocidio- y que Netanyahu se está excediendo en el uso de su fuerza militar. ¿Son puntos de vista tan antagónicos?
Se da la circunstancia de que esto que piensa Feijóo es exactamente lo mismo que expresó el canciller alemán Friedrich Merz delante de Pedro Sánchez en la reunión conjunta que mantuvieron el jueves en Moncloa. ¿Se indignó nuestro presidente? No. No dijo nada. La reunión se mantuvo en unos términos de cordialidad que empiezan a ser difíciles de encontrar en España.
¿A qué debemos atribuir este arrebato de civismo institucional? La respuesta es sencilla: el canciller Merz no se presenta a las elecciones generales y polarizar con él no engorda a VOX ni tampoco pone en peligro las mayorías del PP en Castilla y León o Andalucía.