Hubo un largo tiempo en que las elecciones en la comunidad de Extremadura se contaban por victorias del PSOE. Ese tiempo (de 1983 a 2023) solo había tenido una excepción, la de 2011, cuando José Antonio Monago (PP) logró una ajustada victoria sobre Guillermo Fernández Vara (PSOE) que le permitió ser presidente gracias a la abstención de IU. María Guardiola se convirtió ayer en la segunda candidata del PP que logra imponerse al PSOE, pero, a diferencia de Monago, lo hizo con toda claridad, con más de 90.000 votos y más de 17 puntos de margen sobre Miguel Ángel Gallardo.
El PP consiguió 29 de los 65 escaños escaños y se hizo con el 43,18% de los votos. Sin embargo, su inapelable victoria no fue suficiente para hacerse con la mayoría absoluta (33 escaños), así que será necesario que Vox al menos se abstenga para que Guardiola sea investida como presidenta de la Junta de Extremadura por segunda vez.
Adiós al espantajo de Vox
La candidata del PP aspiraba a acariciar la mayoría absoluta. No lo logró, seguirá atada a Vox de alguna manera, pero sí que consiguió noquear a un PSOE en registros irreconocibles, especialmente tratándose de un histórico bastión socialista como el de Extremadura.
Los socialistas cayeron hasta los 18 parlamentarios dejándose 10 por el camino. Únicamente sumaron el 25,7% de los votos (perdiendo más de 14 puntos respecto a las últimas elecciones de mayo de 2023) y, por tanto, Pedro Sánchez tiene motivos de sobras para preguntarse si se ha abierto un inmenso océano electoral entre el bloque de izquierda y el de la derecha.
PP y Vox sumaron en las elecciones extremeñas de este domingo el 60% de los votos, una cifra muy superior al 35,9% que lograron PSOE y Unidas por Extremadura. ¿Ha perdido eficacia el espantajo de Vox que tan a menudo usa el presidente del Gobierno? Las elecciones extremeñas parecen confirmar que sí, aunque ya se sabe que extrapolar un resultado autonómico al ámbito nacional siempre conlleva sus riesgos.
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Señales de alerta
En todo caso, resulta inevitable fijarse en dos fenómenos de estas elecciones extremeñas. El primero, el de la participación, que descendió al 62,7%, lo que supone una caída de 7,6 puntos porcentuales respecto a las anteriores autonómicas de 2023. El aumento del abstencionismo debe leerse en este caso como una verdadera señal de alerta para el PSOE: una parte de sus electores está evitando las urnas.
Pero las señales de alerta van bastante más de la abstención, puesto que los resultados también confirman que se está produciendo transferencia de voto del PSOE a Vox, una tendencia que no existía, que comenzaron a captar algunas encuestas y que ha cristalizado en estos comicios de Extremadura.
Ningún municipio ejemplifica mejor este fenómeno que el de Talayuela (Cáceres), donde el PSOE perdió 17 puntos y Vox ganó 25 puntos. Talayuela es conocido por su dedicación al cultivo del tabaco y también por su amplia presencia de migrantes marroquíes.
El PSOE, desgastado por la corrupción y los casos de acoso, cae a plomo en toda la comunidad de Extremadura y Podemos (bajo la marca de Unidas por Extremadura) apenas capitaliza el castigo a los socialistas (pasa de 4 a 7 diputados). Más motivos para pensar en el océano entre izquierda y derecha.
Vox al alza
Con todo, el PP también tiene razones para inquietarse. Ningún contexto, ni el de un gobierno estable como el de María Guardiola en un contexto de decadencia electoral del PSOE, parece suficiente para desembarazarse de Vox, llamada a seguir su periplo de crecimiento en inminentes elecciones en Aragón y Castilla y León.
A eso se tiene que habituar también el PP para manejar sus expectativas y escoger sus batallas en el ciclo electoral que abrió ayer con el inicio del invierno.



