El dolor amordazado de no poder ser madre: “Decidí cuándo dejar de intentarlo”

Algunas mujeres eligen decir basta, a pesar de su deseo infinito de tener un hijo y la incomprensión que esto conlleva

Hay mujeres que pierden el bebé que esperaban, mujeres que no consiguen el embarazo y mujeres que, después de un largo camino infructuoso, deciden desistir. A la tragedia de la rendición casi forzada se suma el tabú, la incomprensión social, el juicio colectivo y la imposibilidad de llorar en voz alta.

Con sus mensajes brutales y consejos no pedidos, la sociedad demuestra que sigue sin estar preparada para mirar a una mujer que decide renunciar al deseo de ser madre. No se le reconoce su derecho al duelo. Si antes tuvo que soportar aquello de “se te pasará el arroz”, ahora cambia a “siempre cabe la posibilidad de adoptar”. ¿Para qué entonces hablar de duelo? Es incómodo, sospechoso, lastimoso…

La influencer y concursante de televisión Marta Peñate ha comunicado esta semana la pérdida de su bebé. Anteriormente explicó el duro proceso que está llevando a cabo para conseguir su deseo de maternidad. Con sus palabras, vence esa falsa creencia de que basta con ser mujer para ser naturalmente madre, como si fuese una verdad biológica y universal.

Miriam Aguilar, terapeuta Gestalt, desistió después de cuatro embarazos que acabaron en aborto y ahora abandera un fenómeno que llama “No maternidad por circunstancias”. Todo empezó con una pregunta: “¿Y ahora qué?” ¿Cómo se recoloca social, emocional y personalmente una mujer una vez que asume que no será madre? De sus preguntas nació su libro ¿Y ahora qué? y la idea de ayudar a mujeres que están transitando su mismo dolor. Dejemos que sea ella quien nos lo cuente.

En tu libro hablas de no maternidad por circunstancias. ¿Cómo la definirías?

Hablar de la no maternidad por circunstancias significa exponer la dureza de la reproducción asistida, el impacto emocional de cada intento fallido, la ansiedad por los resultados después de una transferencia embrionaria, el desgaste físico por los tratamientos, los cambios corporales, el coste económico sin garantías… Necesitaba hablar abiertamente de ello después de encontrar paz en la aceptación de una vida sin hijos.

¿Y ahora qué? La pregunta con la que das título a tu libro lleva mucha carga emocional.

Es la pregunta que llega después de ese último aborto, de ese último intento fallido de reproducción asistida, de ese día en el que una mujer toma la firme decisión de no intentarlo más. No por falta de deseo de maternidad, sino porque sintió que su reloj biológico marcó su punto final, porque no quiere castigarse más, por motivos económicos o por otras circunstancias. Cada ciclo frustrado suma tristeza y, después de varios intentos, la experiencia puede ser devastadora.

¿La sociedad valida este duelo?

Es un dolor que socialmente no está permitido. Empieza a dejar de ser invisible, pero, si no encontramos demasiada empatía cuando hemos sufrido la pérdida del bebé o un embrión que no prospera, menos todavía cuando te plantas. Hay emociones que se viven en absoluto silencio, como la tristeza o desazón al ver a las embarazadas. La falta de comprensión puede generar tensión en las relaciones o incluso deseo de aislamiento. Es un dolor que se acaba viviendo en soledad.

¿Por qué tanto estigma?

La maternidad es un constructo cultural y social reforzado durante siglos. Seguimos pensando que ser madre es el destino natural de toda mujer, casi un deber sagrado. Socialmente es lo que se espera de nosotras, una forma de realización personal. Esto es algo que genera mucha ansiedad. Súmale la urgencia, el reloj biológico, la avalancha de la industria de la fertilidad y sus promesas incumplidas o sus tasas de éxito que no son reales. Hay madres que, después de invertirlo todo, no logran el embarazo.

Teniendo esto en cuenta ¿cómo te recolocas socialmente después de asumir que no será madre?

Sería injusto subestimar las alternativas que ofrece la vida. Lo más saludable durante el proceso sería ser consciente de que existe la posibilidad de no conseguir un embarazo y planificar el futuro conforme a ello. Es importante desvincularse de la idea de la maternidad como único propósito vital o fuente de plenitud. También desprenderse de la culpa y de ese conflicto que nos viene dado. Validemos otras formas de vida y de realización personal, otras formas de vivir el amor y de crear lazos humanos. La vida te va abriendo oportunidades y retos. ¿Por qué no abrazamos una existencia plena y satisfactoria?

¿Qué forma puede tomar el dolor si no se gestiona adecuadamente?

Me gustaría señalar que el sufrimiento por la pérdida del bebé que esperabas o por un proceso que no está saliendo bien es natural. También lo es sentirse enfadado y vulnerable. Transitar el dolor exige un tiempo y no siempre necesita medicalizarse. Otra cosa es que derive en una patología como la depresión. Ahí suelen intervenir diferentes factores familiares, personales, sociales o económicos. Exige mucho esfuerzo sanar y cada mujer tienen unas condiciones diferentes.

¿El hombre lo sufre igual?

El dolor no se mide y, por tanto, no hay una no maternidad más dolorosa que otra. Tampoco en el caso del hombre se puede comparar, pero indudablemente el dolor es diferente por razones biológicas y sociales.

¿Qué importancia tiene compartir esta experiencia con otras mujeres han vivido lo mismo?

Es crucial crear círculos de confianza para hablar de ello, en lugar de bloquear las emociones. Ayuda a sanar. Solo se necesitan dos personas para romper un tabú: una que hable de él y otra que lo escuche. Hay muchas mujeres que, por la circunstancia que sea, infertilidad, enfermedades no compatibles con el embarazo u otras dificultades reproductivas, no serán madres. Muchas se conceden el permiso de decidir cuándo dejar de intentarlo. La frustración y la culpa están ahí, pero en estos círculos de confianza nos permitimos sentir las emociones. Saber que no estamos solas ayuda a curar y a dejar de culparnos. Si integramos esta experiencia, lograremos continuar con una vida rica y bonita.

TAGS DE ESTA NOTICIA