Opinión

Balance y cierre veraniego

María Dabán
Actualizado: h
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Pedro Sánchez hacía ayer su balance de estos últimos siete meses planteando una realidad paralela que resulta ya difícil de creer y es que, a estas alturas, nadie comparte que vivamos en una Arcadia feliz, ni siquiera él mismo, por eso el presidente se liquidó su rueda de prensa dando sólo cuatro turnos de palabra a los periodistas. Es cierto que el Gobierno ha cogido oxígeno hasta septiembre, pero esto no significa que sus dificultades hayan acabado, porque todo indica que algunos de los casos de corrupción que le rodean no han hecho más que comenzar a andar y tendrán sus ramificaciones. En este incendio no hay ya cortafuegos que valgan y que no quiera hablar de ello, no hace que Cerdán, Koldo y Ábalos desaparezcan. Es más, siguen presentes cada día y, si no, recordemos las últimas perlas del asesor todopoderoso recomendando a una mujer que llevara ropa para que se le notara el pezón y que buscara posiciones donde se le viera “la teta o el culo”. Muy edificante todo y, sobre todo, muy feminista.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
EFE

Ayer a Sánchez le urgía cambiar el relato, plantear nuevos temas de debate público y ofrecer la imagen de que su Ejecutivo no está paralizado, q se mueve, que tiene iniciativa. Lo hizo adelantando que este año presentarán su proyecto de presupuestos para 2026. El problema es que esa misma promesa ya la realizó el Gobierno en septiembre del año pasado, y miren dónde estamos: compuestos y sin presupuestos. Qué lejos queda aquel 2018 en el que Sánchez recriminaba a Rajoy no presentar a su debido tiempo las cuentas públicas. “Un Gobierno sin presupuestos-decía- no puede hacer nada. Es tan útil como un coche sin gasolina”. Pero el suyo, debe de pensar ahora, es eléctrico, y por eso anunciaba que, aunque esta vez, tampoco lleguen a buen puerto, no convocará elecciones. Al paso que vamos, acabaremos la legislatura sin que las actuales cortes hayan aprobado ni un sólo presupuesto. Al tiempo.

Para Sánchez, la economía va como un tiro y los españoles son conscientes de ello, pero olvida el presidente la pérdida de poder adquisitivo que han tenido los ciudadanos por la inflación y por unos impuestos directos e indirectos que no dejan de subir. Eso, unido al precio de la vivienda, a los fallos constantes de los trenes y, sobre todo, a la corrupción, hacen que no, que los españoles no estén contentos y no hay más que ver las encuestas que se han publicado en las últimas semanas. Ayer, El Español situaba ya al PSOE por debajo de los 100 escaños y a Sumar, le otorgaba sólo 8. Y otro diario, Vozpópuli, apuntaba que la corrupción podría hacer perder a los socialistas 1,6 millones de votos.

EFE/ Pablo Blazquez Dominguez POOL

Sánchez quiere resistir y se ve con capacidad para revertir los sondeos, pero no se da cuenta de que esa contumacia corre el riesgo de provocar todavía más desafección en el electorado y de hacer que la catástrofe para su partido sea todavía mayor cuando convoque elecciones. No olvidemos que el PP llegó a caer en 2019 hasta los 66 escaños. En cierta ocasión leí que “lo malo que tiene un país donde el gobierno es débil, no es la fuerza de la oposición, sino la memoria del electorado”. Y la gente es muy dada a olvidar el incumplimiento de las promesas de los políticos, pero no la corrupción. Sánchez da por aprobado el curso, pero sólo ha aplazado su convocatoria. Al final, será como ese estudiante que le envió un telegrama a su madre diciendo: “Curso suspendido, prepara a papá”. Y ella le respondió: “Papá preparado, prepárate tú”. Y serán los españoles quienes se la preparen.

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