Durante los meses más calurosos del año, cuando el termómetro roza los 40 grados, la reacción más habitual es buscar un vaso de agua fría para combatir el calor. Sin embargo, algunas corrientes médicas y estudios científicos sugieren que beber agua caliente en verano podría ser más beneficioso de lo que pensamos. Esta práctica, extendida en muchas culturas tradicionales, empieza a ganar popularidad también en Occidente.
Una antigua costumbre que despierta interés científico
Beber agua caliente en verano no es una moda reciente. Desde hace siglos, en países como India, Marruecos o China, se considera una forma de regular la temperatura corporal y facilitar la digestión. La medicina ayurvédica, por ejemplo, defiende que el agua caliente estimula el metabolismo, elimina toxinas y mejora la circulación.
Pero más allá de las creencias tradicionales, ¿qué dice la ciencia sobre beber agua caliente en verano? Algunos estudios han analizado cómo reacciona el cuerpo humano cuando ingerimos líquidos a diferentes temperaturas. Y los resultados pueden sorprender.
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Uno de los efectos más curiosos de beber agua caliente en verano es que, en contra de lo que podríamos pensar, no siempre provoca más calor. Al contrario, estudios realizados por universidades como la de Ottawa han demostrado que consumir bebidas calientes puede ayudar a enfriar el cuerpo. Siempre que la sudoración no se vea limitada, por supuesto.
Esto se debe a que el agua caliente provoca un aumento temporal de la temperatura corporal interna. Esto desencadena una respuesta natural: sudamos más. Y ese sudor, al evaporarse, ayuda a disipar el calor acumulado. Por eso, en climas secos donde la evaporación del sudor es más efectiva, beber agua caliente en verano puede resultar útil.
Mejora la digestión y previene problemas gastrointestinales
Otra de las razones por las que beber agua caliente en verano se ha vuelto tendencia es su efecto positivo sobre el sistema digestivo. Según algunos estudios publicados en Journal of Neurogastroenterology, el agua caliente favorece la producción de enzimas digestivas, relaja el tracto intestinal y puede prevenir el estreñimiento.
Además, beber agua caliente en verano en lugar de agua muy fría evita que el cuerpo tenga que “calentar” ese líquido a la temperatura interna. Un proceso que consume energía y ralentiza temporalmente la digestión. Por eso muchas personas notan hinchazón o malestar cuando beben agua helada durante las comidas.
Menor riesgo de shock térmico y congestión
Beber agua fría en pleno verano, especialmente tras haber estado expuestos al sol o realizar ejercicio, puede provocar lo que se conoce como “shock térmico”. Este fenómeno se produce cuando el cuerpo, ya sobrecalentado, recibe de forma brusca un líquido muy frío, lo que genera una reacción defensiva que puede derivar en congestión o incluso desmayo.

En cambio, beber agua caliente en verano evita estos contrastes tan agresivos. La adaptación térmica es más suave y el organismo responde de forma más equilibrada, reduciendo el riesgo de alteraciones cardiovasculares o digestivas.
¿Y qué pasa con el mito del agua helada que adelgaza?
Muchas personas creen que el agua fría ayuda a quemar calorías porque el cuerpo debe calentarla hasta alcanzar la temperatura corporal. Aunque es cierto que este proceso genera un leve gasto energético, se trata de una cantidad mínima e insignificante para la pérdida de peso.
Por el contrario, beber agua caliente en verano puede tener un efecto indirecto en el control del apetito y el metabolismo, al favorecer una mejor digestión, reducir la ansiedad por alimentos fríos y dulces, y aportar una sensación de saciedad prolongada.