La lactancia prolongada se extiende más allá de los dos años de vida del niño. Es una práctica avalada por organizaciones internacionales de salud. Pero, frecuentemente, enfrenta prejuicios e incomprensión social.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Española de Pediatría (AEP) recomiendan la lactancia materna junto con otros alimentos, hasta al menos los dos años o más, siempre que madre e hijo lo deseen. El desconocimiento de estos respaldos llevan al entorno a criticar la decisión de prolongar la lactancia.
Qué dice la ciencia sobre la lactancia prolongada

Contrariamente a lo que se suele creer, la lactancia prolongada no es un capricho, sino una decisión con sólidos fundamentos biológicos y emocionales.
Según observaciones científicas de la AEP, la leche materna mantiene sus propiedades nutricionales e inmunológicas durante toda la etapa de lactancia, adaptándose a las necesidades del niño.
Entre sus beneficios demostrados, se incluye el fortalecimiento del sistema inmunológico (menor incidencia de infecciones), el óptimo desarrollo cognitivo y emocional, y la prevención de enfermedades crónicas al llegar a la vida adulta.
Para las madres, reduce el riesgo de cáncer de mama y ovario, osteoporosis y enfermedades cardiovasculares.
El aspecto emocional es prácticamente igual de importante. La lactancia prolongada proporciona seguridad y regulación emocional frente al estrés y el cansancio, y favorece el vínculo entre madre e hijo.
Cómo lidiar los prejuicios y críticas del entorno

Las familias que llevan a cabo esta práctica enfrentan comentarios que cuestionan su decisión, frecuentemente basados en mitos y desinformación. Pero estos no deben ser tenidos en cuenta, pues la mayoría son fáciles de desmitificar.
Ante comentarios sobre la presunta “inutilidad” de la leche materna después de cierta edad, se puede responder que las investigaciones científicas confirman que esta contiene en todo momento nutrientes esenciales, células inmunitarias y enzimas digestivas beneficiosas.
Frente a la acusación de que perjudica la independencia emocional del niño, los estudios demuestran precisamente lo contrario: los niños amamantados más tiempo suelen desarrollar vínculos seguros que facilitan una autonomía progresiva y saludable.
Tampoco causa problemas con la alimentación complementaria, pues estos niños suelen crecer después con dietas más variadas y tienen un riesgo de obesidad bajo, según los estudios.

Frases como “Preferimos nuestra forma de crianza” o “Esta decisión funciona en nuestra familia”, ante las críticas comunes, demuestran firmeza sin necesidad de justificarse excesivamente.
En casos de insistencia, es válido establecer límites claros: “Agradezco tu preocupación, pero este es un tema personal” es una buena manera de responder. Tu bienestar y el de tu hijo no depende de la opinión de terceros.
En definitiva, la lactancia prolongada no es un problema, y es una barrera que debe derribarse con información sólida y basada en la evidencia científica.
Ante cualquier duda sobre este tema, lo mejor es consultar con un profesional que pueda dar las respuestas necesarias en cada caso en específico. Los médicos son los únicos que pueden determinar si esta está generando algún problema o no.