Los primeros momentos tras el nacimiento representan una etapa crucial en el desarrollo del bebé, donde la naturaleza le provee del calostro. Se trata de un alimento excepcional diseñado específicamente para satisfacer sus necesidades más inmediatas.
Este componente inicial de la lactancia materna, producido por el organismo materno, constituye un verdadero tesoro biológico. Este marca la diferencia en los primeros días de vida en el mundo exterior.
Qué es el calostro y por qué es de vital importancia

El calostro es la primera leche que produce la madre tras el parto, un líquido denso y amarillento. Es llamado “oro líquido” por su valor nutricional e inmunológico.
Se genera desde el quinto mes de embarazo y es el alimento exclusivo del bebé durante sus primeros 2-5 días de vida, hasta que aparece la leche madura. A diferencia de esta última, el calostro es más concentrado, con menos grasa y lactosa, pero rico en proteínas, vitaminas y anticuerpos. Se le considera una especie de vacuna natural.
Organizaciones como la OMS (Organización Mundial de la Salud) o la AEP (Asociación Española de Pediatría) recomiendan iniciar la lactancia en la primera hora de vida para aprovechar el calostro. En casos de bebés prematuros o con dificultades para mamar, se sugiere la extracción manual para administrarlo por sonda o cucharita.
De hecho, se suele conservar en caso de que sobre o no se pueda suministrar inicialmente, pues incluso pequeñas cantidades son beneficiosas.
Es importante por múltiples motivos. Su composición similar al líquido amniótico facilita la adaptación del bebé al mundo exterior. Asimismo, reduce la incidencia de diarreas, infecciones respiratorias y sepsis neonatal, según miembros de la Sociedad Española de Neonatología. Las tomas frecuentes ayudan a la “subida de la leche” y establecen una lactancia exitosa.
Los principales beneficios de esta sustancia
Son muchos los beneficios de esta sustancia. El calostro contiene inmunoglobulina A (IgA), lactoferrina y glóbulos blancos, que protegen al bebé de infecciones bacterianas y virales.
Según la OMS, estos componentes actúan como una “primera vacuna”, creando una barrera en el intestino y las vías respiratorias contra patógenos negativos. Indican que hasta dos tercios de sus células son defensivas, ideales para un recién nacido con un sistema inmunitario inmaduro.
Su efecto laxante ayuda a expulsar el meconio (las primeras heces oscuras) y reduce el riesgo de ictericia (coloración amarilla de la piel y la mucosa) al eliminar el exceso de bilirrubina. Además, los oligosacáridos presentes promueven el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino, las cuales son fundamentales para una microbiota saludable.
Con solo unos 20 mililitros por toma, el calostro satisface las necesidades del diminuto estómago del bebé. Es rico en vitamina A (esencial para la visión y la piel) y minerales como zinc y magnesio, que apoyan el desarrollo cerebral y óseo.
En definitiva, el calostro no solo alimenta, sino que protege y prepara al recién nacido para un desarrollo saludable. Su importancia radica en ser un recurso natural e insustituible, avalado por matronas, neonatología y organizaciones globales como la OMS.


