Alina Chan, la científica que alertó del peligro del COVID y nadie escuchó

La investigadora china se enfrentó al escepticismo de la comunidad científica tradicional y también a la censura en redes sociales y medios de comunicación

El 31 de enero de 2020, España confirmó su primer caso de COVID-19: un turista alemán en La Gomera. La noticia apenas generó alarma. En aquel momento, la idea de una pandemia global parecía lejana. Los telediarios informaban con calma, las autoridades sanitarias aseguraban que el riesgo de transmisión en España era bajo y la vida seguía con absoluta normalidad.

Mientras tanto, el virus avanzaba silencioso en la sombra, y al otro lado del mundo, la científica Alina Chan comenzaba a cuestionar la narrativa oficial sobre el origen del SARS-CoV-2. Desde el Broad Institute de Cambridge (Massachusetts), centro vinculado a la Universidad de Harvard y al MIT, Chan advirtió que el virus mostraba una capacidad de transmisión inusualmente alta desde el principio, lo que sugería que ya estaba “preadaptado” para los humanos. Esto era novedoso y algo extraño, ya que en pandemias anteriores, como la del SARS original, responsable de casi 800 muertes en 2003, este no parecía haber sufrido mutaciones para pasar del murciélago al ser humano. Sus advertencias sobre la posibilidad de que el virus hubiese escapado de un laboratorio fueron recibidas con escepticismo, rechazo e incluso censura.

España, enero de 2020: una falsa sensación de seguridad

A pesar de la creciente alarma en China, donde el virus ya había obligado a confinar a once millones de personas en Wuhan, en España apenas se tomaban medidas preventivas. A finales de enero, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, aseguraba que el país estaba preparado para cualquier contingencia. Mientras tanto, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, afirmaba con tranquilidad que España no tendría más allá de “unos pocos casos diagnosticados”.

Los aeropuertos seguían operando sin restricciones. En los hospitales, los médicos no contaban con protocolos específicos para el virus y el uso de mascarillas en la población general ni siquiera se consideraba necesario. Incluso cuando en febrero empezaron a detectarse casos en Italia, la respuesta oficial fue minimizar el peligro.

Mientras, Alina Chan y otros científicos seguían analizando la naturaleza del virus. En marzo de 2020, Chan publicó un estudio que sugería que el SARS-CoV-2 no había evolucionado gradualmente en la población humana, como cabría esperar de un virus de origen natural, sino que desde el inicio ya estaba altamente optimizado para infectar a los humanos. Esto abría la posibilidad de que hubiese sido manipulado en laboratorio o que su propagación se debiera a un accidente. Sin embargo, en aquel momento, la idea de un origen no natural era poco menos que un tabú.

España ante la tormenta: negligencia y falta de previsión

A finales de febrero, Italia ya se enfrentaba a una crisis sanitaria sin precedentes. Las imágenes de hospitales colapsados en Lombardía deberían haber sido una señal de alarma, pero en España se actuó con pasividad. Eventos multitudinarios como el Mobile World Congress de Barcelona fueron cancelados, pero no por decisión gubernamental, sino por la retirada de las empresas participantes.

El 8 de marzo, con el virus ya circulando por varias comunidades autónomas, España celebró multitudinarias manifestaciones feministas, partidos de fútbol y conciertos masivos. Sólo un día después, la Comunidad de Madrid anunció el cierre de colegios y universidades, y el 14 de marzo se decretó, al fin, el estado de alarma con un confinamiento total. Para entonces, los hospitales ya estaban al límite y el sistema sanitario empezaba a colapsar. En paralelo, China levantaba hospitales en cuestión de días y aplicaba medidas drásticas.

Silenciar la ciencia: el precio de la censura

Alina Chan se enfrentó al escepticismo de la comunidad científica tradicional y también a la censura en redes sociales y medios de comunicación. La posibilidad de que el SARS-CoV-2 hubiese escapado de un laboratorio de Wuhan fue catalogada como una “teoría conspirativa”. Sólo un grupo de investigadores aficionados, Drastic, respaldó su hipótesis. Drastic demostró, basándose en los propios archivos del Instituto de Wuhan, que el laboratorio tenía una colección de coronavirus que pertenecían a la misma subfamilia que el SARS-CoV-2.

No fue hasta 2021, con las investigaciones del gobierno de EE. UU. y la creciente evidencia de irregularidades en la versión oficial, que su hipótesis empezaron a tomarse en serio.

Entonces, ¿fue el laboratorio chino el origen de la pandemia? Nadie lo sabe. La transmisión de un animal a un ser humano es una hipótesis probable, pero también la fuga de un laboratorio. Tedros Adhanom, director general de la OMS, aseguró que “las hipótesis sobre el laboratorio deben ser debidamente estudiadas”.

Lecciones de una crisis mal gestionada

La crisis del COVID-19 demostró que el pensamiento crítico es indispensable en tiempos de emergencia, y que silenciar el debate científico puede tener consecuencias graves.

En España, la gestión inicial del virus puso en evidencia una preocupante falta de previsión. Las autoridades minimizaron el riesgo durante demasiado tiempo y, cuando reaccionaron, ya era tarde. La gran incógnita sigue siendo: ¿hemos aprendido algo?

En 2020, Alina Chan intentó alertar al mundo, pero este prefirió mirar hacia otro lado.