Hoy 4 de mayo se celebra en España el día que pretende rendir homenaje posiblemente a la persona más importante para todos: una madre. No solo por dar la vida, sino también por acompañar, cuidar y amar sin pedir nada a cambio.
El Día de la Madre es una de las celebraciones más extendidas a nivel mundial. Cada año, millones de personas en distintos países aprovechan la ocasión para honrar, agradecer y celebrar la figura materna, con flores, regalos, comidas familiares y gestos de cariño. Sin embargo, a pesar de su popularidad global, no existe una única fecha para esta conmemoración: mientras en países como España, Hungría o Portugal se celebra el primer domingo de mayo, en Estados Unidos, Alemania o Brasil tiene lugar el segundo domingo de mayo, y en otros como Argentina se festeja en octubre.
Este aparente desorden tiene una explicación histórica y cultural. El Día de la Madre no nace como una fecha religiosa ni como una fiesta impuesta desde un organismo internacional, sino que ha evolucionado de forma independiente en distintos lugares, con raíces que se remontan a la Antigüedad.
Raíces antiguas: maternidad y fertilidad en las civilizaciones clásicas
El culto a la maternidad tiene antecedentes en diversas culturas antiguas. En la Grecia clásica, se celebraban festivales en honor a Rea, la madre de los dioses del Olimpo. En Roma, la festividad de Hilaria, dedicada a la diosa Cibeles, tenía lugar en marzo y también rendía homenaje a las madres.
Estas celebraciones, vinculadas al ciclo de la vida, la fertilidad y la primavera, fueron absorbidas parcialmente por la tradición cristiana, que comenzó a asociar la figura materna con la Virgen María. Durante siglos, especialmente en Europa, el “Domingo de las Madres” estuvo ligado a visitas a la iglesia “madre” del lugar de origen y a oraciones dedicadas a la Virgen.
El impulso moderno: Estados Unidos y la lucha de una mujer
Sin embargo, el Día de la Madre tal como lo conocemos hoy tiene su origen moderno en Estados Unidos, gracias a la perseverancia de una mujer: Anna Jarvis. En 1908, Jarvis organizó una ceremonia en Virginia Occidental para conmemorar a su madre fallecida, una activista que había trabajado en favor de la salud pública y la reconciliación tras la Guerra Civil.
La iniciativa de Jarvis ganó rápidamente apoyo popular y, en 1914, el presidente Woodrow Wilson declaró el segundo domingo de mayo como Día de la Madre en todo el país. La celebración se extendió desde allí a otras naciones, sobre todo en América y Europa, aunque adaptándose a las costumbres locales.
Paradójicamente, Jarvis acabaría criticando el rumbo comercial que tomó la celebración que ella misma impulsó, llegando incluso a tratar de boicotearla años después.
Fechas distintas, un mismo sentimiento
Cada país adoptó la festividad según sus propias referencias culturales o religiosas. En España, por ejemplo, el Día de la Madre se celebraba originalmente el 8 de diciembre, coincidiendo con la Inmaculada Concepción, una fecha mariana del calendario católico. No fue hasta 1965 que se trasladó al primer domingo de mayo, un mes tradicionalmente dedicado a la Virgen María.
En Reino Unido, se celebra el llamado Mothering Sunday, el cuarto domingo de Cuaresma, con raíces en la tradición anglicana. En Tailandia, en cambio, coincide con el cumpleaños de la reina Sirikit, madre del actual monarca, el 12 de agosto.
La Organización de las Naciones Unidas no ha establecido una fecha oficial, dejando que cada país mantenga su propia tradición.
Más que una fecha, una oportunidad para reflexionar
Aunque las fechas varían, el propósito es común: reconocer el rol esencial de las madres en la sociedad, valorar su trabajo —a menudo invisible— y reforzar los lazos familiares. En los últimos años, voces feministas y sociales también han aprovechado esta jornada para reivindicar derechos para las madres, la conciliación laboral, el acceso a servicios de salud dignos y el reconocimiento del trabajo de cuidados.
Así, el Día de la Madre sigue siendo una jornada de afecto, pero también de reflexión. Una tradición que, más allá de flores y obsequios, nos recuerda la importancia de cuidar a quienes nos cuidan.