“Las mujeres en el poder deben navegar un sistema que no fue diseñado para ellas”, señalaba la académica Mery Beard en su libro Mujeres y poder: Un manifiesto (2017). En él, la británica hablaba sobre cómo las mujeres que alcanzan posiciones de poder deben enfrentarse a obstáculos inherentes a un sistema que no fue concebido para ellas. María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) desde 2011, critica precisamente “el modo de liderazgo que discrimina sistemáticamente a la mujer, incluso cuando ella es la líder”.
En una entrevista para La Vanguardia, María Blasco reclamó que la figura de poder actual tiene unos “modos y maneras arquetípicamente masculinas”. “Esa figura patriarcal, condescendiente con las mujeres, además se rodea normalmente de un entorno masculino en el que hay unos códigos, intercambios de favores y equilibrios de poder masculino, del que están excluidas las mujeres”, puntualizó. La investigadora creó una Oficina de la Mujer en el 2012 (WISE Office) para reconocer que no hay igualdad de género real en los centros de investigación donde la inmensa mayoría de los directores de laboratorio son hombres, este es uno de los temas en los que ha centrado su desarrollo en el CNIO.
Blasco es ahora una de las investigadoras más reconocidas de España, y enfrenta una encrucijada en su carrera. Como directora del centro de investigación, su liderazgo ha sido clave para consolidar a esta institución como un referente internacional en la lucha contra el cáncer. Sin embargo, tras más de una década de éxitos, Blasco está bajo el escrutinio público debido a un escándalo que amenaza con eclipsar su legado, o su supuesto legado. Las críticas, la mayoría procedentes de trabajadores, la tachan de “inepta e intocable” y sugieren que su paso por la institución se define por la mala gestión. Sin embargo, su explicación y la de la institución apunta incongruencias que, como también ha señalado La Razón, parecen salidas de una “guerra de intereses internos dentro de la organización”.
El escándalo comenzó con un artículo publicado por ABC que reveló que Blasco habría recibido un sobresueldo anual de 30.000 euros de forma irregular durante al menos tres años, según una auditoría de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE). Este pago no habría contado con la autorización correspondiente, lo que ha generado críticas a su gestión administrativa y alimentado una narrativa mediática sobre posibles problemas estructurales en el CNIO. Esta situación hace reflexionar sobre la banalidad del mal de la cuál hablaba Hannah Arendt y de cómo en toda crisis interna siempre hay un “que le corten la cabeza” digno de Alicia en el país de las maravillas.
Al igual que el acoso de los paparazzi se normaliza a los famosos, esta “búsqueda de responsables” o caza de brujas se perpetúa en las instituciones dependientes de presupuestos públicos, en las que parece que si uno cobra de más, nadie más se entera y quién cae suele ser una cara visible que no coincide con la verdadera cabeza de mando. Lo que queda claro tras las críticas es que una revisión de cada cinco años y otra cada dos, que eternice a los cargos directivos y genere resquemores internos puede no ser suficiente, o se corre el riesgo de llegar a irregularidades como esta, capaces de eclipsar grandes carreras.
Una gran trayectoria profesional puesta en duda
María Blasco, hasta hoy, era conocida por su libro sobre el envejecimiento, por ser pionera y por liderar una institución de referencia en la oncología molecular, consolidando programas de excelencia científica y fomentando la igualdad de género en la investigación. Blasco ha recibido premios prestigiosos como el Josef Steiner Cancer Research Award y el Körber European Science Award, y ha sido reconocida con múltiples doctorados honoris causa por su contribución a la ciencia y su impacto global.
Sin embargo, partir de ahora, su nombre dará como resultado en los buscadores el sobresueldo, por el que no se ha la juzgado ante el tribunal. Pero la palabra corrupta ya aparece junto a su nombre en todas las redes sociales. La institución afectada emitió un comunicado este viernes, 13 de diciembre, con el que pretendía aclarar, punto por punto, las denuncias vertidas sobre el programa CNIO Arte que tanto revuelo ha causado, los equipos averiados, el déficit de 4,5 millones de euros y otros tópicos que han llenado los titulares de prensa con acusaciones sobre la gestión del centro de investigación oncológica más importante de España, la segunda de Europa y una de las mejores del mundo.
La directora científica del CNIO, María Blasco, en cuya figura se han concentrado la mayor exigencia de responsabilidades, compareció en rueda de prensa apoyada por los vicedirectores Óscar Llorca y Óscar Fernández-Capetillo, y el director del programa de Biotecnología, Fernando Peláez. Blasco dejó claro que el CNIO (dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades) es un centro de excelencia científica y para sostener esa afirmación ha hecho un repaso de su actividad reciente. Por un lado, aseguró que han batido su “récord de publicaciones” en revistas de impacto: más de 50 artículos en 2023. También han tenido un “año récord en la captación de fondos”, entre los que ha referido a los 6,4 millones de euros destinados a un programa de investigación sobre estrategias de IA y cáncer.
Un legado científico y una institución en peligro
Blasco empezó su destacada trayectoria en 1993 cuando obtuvo su doctorado en el Centro de Biología Molecular “Severo Ochoa” bajo la supervisión de la icónica Margarita Salas. Ese mismo año, Blasco se trasladó a Cold Spring Harbor Laboratory en Nueva York, EE. UU. incorporándose al laboratorio dirigido por su mentora, la Nobel de medicina Carol W. Greider. En 1997 regresó a España para establecer su propio grupo de investigación en el Centro Nacional de Biotecnología, hasta trasladarse en 2003 al CNIO como directora del programa de Oncología. En 2005 fue nombrada Vicedirectora de Investigación Básica y en junio de 2011 ascendió a su puesto actual.
La carrera de la investigadora se ha centrado en unas estructuras cromosómicas llamadas telómeros y en la telomerasa. Los telómeros se encuentran en los extremos de los cromosomas y se encargan de mantener la longitud de los cromosomas, como los puestos de liderazgo guían a sus equipos. Y al igual que sucede cuando una persona lleva mucho tiempo en un puesto de poder, a pesar de todo el trabajo de las enzimas telomerasas, llega un momento en el que su actividad se silencia. Los cromosomas se van volviendo cada vez más cortos y surgen diversos tipos de daños que finalmente conducen al envejecimiento y muerte de la célula”.
A pesar de estos logros, el contexto actual es desafiante. La falta de recursos ha agravado la situación. A pesar de la excelencia científica del CNIO, sufre de una financiación insuficiente que limita su capacidad operativa y la directora achaca al Gobierno. Por ejemplo, varios laboratorios han trabajado con microscopios obsoletos que ya no pueden repararse por falta de piezas. Este contexto plantea preguntas sobre si el problema radica en la gestión de Blasco o en la precariedad crónica de la ciencia en España.
El caso de María Blasco plantea una dualidad entre dos narrativas: por un lado, su trayectoria y contribuciones científicas son indiscutibles; por otro, las críticas recientes han sembrado dudas sobre su gestión. Algunas voces apuntan que las tensiones internas reflejan problemas estructurales que trascienden a Blasco. Sea cual sea el desenlace, este episodio resalta la vulnerabilidad de la ciencia española, donde la falta de recursos y las dinámicas de poder pueden comprometer logros de décadas. Ahora, el futuro del CNIO y de Blasco está en manos del patronato de la institución, mientras la investigadora enfrenta el reto de defender su legado en medio de una tormenta mediática.