Faltan apenas 24 horas para que dé comienzo el cónclave que decidirá el destino próximo de la Iglesia. Y parece que los últimos conatos de esta ‘campaña electoral’ previa a que los cardenales electores se encierren a votar al próximo papa en la Capilla Sixtina están dejando sus primeras ‘víctimas’.
El primero, el cardenal filipino, a quien el hecho de ser uno de los favoritos para el papado le ha acarreado tener que hacer frente nuevamente a las acusaciones que la ONG estadounidense Bishop Accountability, la cual documenta casos de abusos sexuales en la Iglesia, hizo en su contra: “hablar elocuentemente” acerca de la violencia sexual ejercida por sacerdotes, pero no haber hecho nada para evitarla o reparar la situación de las víctimas.

Esto ocurría el pasado mes de enero, pero ahora, a la vista de que Tagle podría ser el nuevo Papa, el tema ha sido retomado por la prensa hasta el punto de que, conscientes de la dificultad de evadir una posible mala gestión de los abusos, la Conferencia Episcopal de Filipinas ha salido en su defensa: “Desde su nombramiento a tiempo completo en la Curia Romana, el cardenal Tagle ya no tiene autoridad directa sobre ninguna diócesis de Filipinas. Por consiguiente, no participa en el gobierno ni en asuntos disciplinarios de las diócesis filipinas”, ha explicado el Episcopado filipino en un comunicado.
Y es cierto. En 2019, Tagle tuvo que abandonar su papel al frente de la archidiócesis de Manila para desempeñar su trabajo como parte de la Curia romana. Pero, aun así, los obispos filipinos mantienen el “firme compromiso” de Tagle “con la transparencia, la rendición de cuentas y la protección de todos los miembros de la Iglesia, especialmente de los más vulnerables”.
En este sentido, los prelados subrayan que, “reconociendo la gravedad del abuso sexual clerical”, la Conferencia Episcopal filipina inició la redacción de las Directrices Pastorales sobre Abusos Sexuales y Conducta Indebida por parte del Clero a principios de la década de 2000. Asimismo, subrayan que “el cardenal Luis Antonio Tagle, durante su mandato como obispo de Imus y posteriormente como arzobispo de Manila, participó activamente en el desarrollo e implementación de estas directrices”.
Pietro Parolin no el respaldo
Tagle, está claro, cuenta con el respaldo del episcopado de su país. Sin embargo, quien no ha corrido con la misma suerte ha sido el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, quien con su carácter moderado parecía que iba a ser una figura de unión… pero parece que no termina de convencer ni a progresistas ni a tradicionalistas. Parolin, de talante tranquilo y dialogante y con una gran experiencia diplomática, no ha dado ninguna entrevista desde el fallecimiento de Francisco, si bien antes era habitual que contestase de forma espontánea, sobre todo a los medios vaticanos.

En su mano está ahora la preparación del cónclave, así como la responsabilidad del Estado Vaticano como ‘primer ministro’. A todo ello se suma la prensa: por un lado, los medios de tendencia más tradicionalista, que han vuelto a sacar a la luz un “grave problema de salud” que, en realidad, tuvo hace años, o a asegurar que “se desmayó al final de la sesión” de la última Congregación General como consecuencia de un “episodio de hipertensión” que ya ha sido desmentido por la Santa Sede, que no suele entrar a contradecir rumores. Por otro lado, que las declaraciones sobre una deficiente respuesta ante los abusos hecha por Bishop Accountability también señalaban a Parolin, si bien a este nadie le ha defendido.
Pero, tal vez, uno de los golpes más duros contra el italiano ha venido de la mano de uno de sus ‘hermanos’ cardenales. En concreto, del francés Philippe Barbarin, quien ha asegurado en una entrevista que “su gestión como secretario de Estado no ha dado resultados a la altura. Pienso que Parolin, aunque competente, no tiene la autoridad que se espera de un secretario de Estado, y mucho menos de un Papa”. Tampoco se ha resistido a dar entrevistas el que tal vez es el más ortodoxo de los cardenales, Gerhard Müller, quien no dudó en criticar abiertamente muchas de las decisiones de Francisco durante su pontificado, tanto cuando el purpurado estaba al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe –el ‘ministerio’ vaticano que se dedica a salvaguardar los principios de la fe católica y, desde la última reforma de Bergoglio, a investigar los abusos– como cuando fue relevado del cargo. Tampoco el francés Jean-Marc Aveline, a pesar de su discreto perfil, se ha librado de las “advertencias” de la prensa acerca de su “radicalidad”. Y, lo más curioso de todo: estando en Roma estas últimas semanas ha sufrido el robo de su maletín.

El caso es que el tiempo continúa avanzando y, en breve, los cardenales entrarán a la Capilla Sixtina. Y lo harán, más allá de todos estos factores externos, después de varias jornadas de reflexión y diálogo durante unas Congregaciones Generales que han destacado, probablemente, por reflejar un cambio generacional y una Europa que, tal como era deseo de Francisco, ha salido del foco. Pero esta diversidad real de voces que se ha dado ha contado, también, inevitablemente, con las de unos cardenales –mayoritariamente no electores- que abogan por dar un paso atrás a todo lo que ha significado el último pontificado. Su voz, aunque no se transforme negro sobre blanco en un voto en la urna, habrá calado en sus compañeros en el Colegio Cardenalicio.
Solo ayer, 5 de mayo, tal como confirmaba el Vaticano, la mayor parte de quienes participaron en los discursos de la Congregación General eran electores, y trataron desde temas como el derecho canónico, el rol de la Ciudad del Vaticano como Estado, la naturaleza misionera de la Iglesia, el papel de Cáritas, la educación, las vocaciones… E, incluso, la división en la Iglesia. Sea como sea, después de la reunión de hoy, el director de la Sala Stampa de la Santa Sede, Matteo Bruni, ha señalado ante los medios que los purpurados esperan un Papa cercano, “un pastor de unidad ante un mundo en crisis”. Si Parolin da o no ese perfil, solo la fumata blanca lo dirá.