Rocío López Bueno, más conocida como RoRo, saltó a la fama por un algoritmo. Hasta el 18 de mayo de 2024, era una veinteañera más que subía vídeos a sus redes sociales. Ese día, el algoritmo disparó una grabación en la que enseñaba a su novio Pablo cómo se prepara un “pappardelle con ragout de pato a la naranja”, y empezó a sumar visitas: 15 millones en doce horas; más de 47 millones en pocas semanas. La audiencia no tardó en descubrir que su figura sintonizaba con el fenómeno de las tradwives (esposas tradicionales) estadounidenses, mujeres que comparten valores y roles de géneros de hace casi un siglo: matrimonio, sumisión, elegancia y tareas domésticas. RoRo emergía como una de esas nuevas pin up, que cocinan y hornean pasteles vestidas primorosamente.
El fenómeno, que había tomado músculo en Estados Unidos con mujeres sofisticadas y clasistas sin más preocupación que promover la vuelta de la mujer al hogar, se viralizaba en España. Algunos colectivos feministas estallaron por considerar que esta joven de voz aniñada transmitía una imagen de regresión muy dañina y peligrosa, especialmente para la audiencia femenina más joven. Pero hubo también posturas favorables a RoRo y a lo que ella parecía representar. ¿Por qué no reivindicar el anhelo del hogar y la vida de esposa tradicional?
Su figura se aleja de los postulados de la abogada antifeminista Phyllis Schlafly, predecesora de este movimiento en los años setenta, que defendía que las mujeres no necesitan igualdad de derechos, ya que están “amparadas” y protegidas dentro de la estructura familiar patriarcal”. Moverse en esa cuerda floja donde el riesgo de caer en una feminidad tóxica era para ella muy peligroso como influencer.
Un año y medio después, el término más acertado para definir a RoRo es el de la mujer banner o multimarca, por la cantidad de firmas que publicita. Es un producto tan elaborado como los platos que cocina a su novio o sus propios estilismos vintage. Ella se empeñó en renegar del fenómeno tradwife y, realmente, se podría decir que ha encontrado en sí misma una variante del feminismo al que ha ido dando forma.
Sus ingresos podrían superar los 50.000 euros mensuales. Dispone de agencia de representación, asiste a eventos, participa en concursos televisivos y fue una de las protagonistas de La Velada del Año V, el macroevento de boxeo organizado por Ibai Llanos, con más de nueve millones de espectadores en línea. Pudo llevarse al bolsillo entre 50.000 y 60.000 euros.
Hoy prácticamente ha abandonado sus coquetos delantales y es Pablo, su enamorado, quien podría poner su nombre a una nueva generación de consortes de influencers, novios atrezo u hombres florero.