Lucía León sale del trabajo a las seis. Su pareja, Marta, ya está en casa, preparando la cena. Ambas tienen empleos estables, jornada completa y contratos indefinidos. No es que lo tengan fácil, pero tampoco han tenido que elegir entre ser madres o profesionales. No han renunciado a ascensos. No se han reducido la jornada para cuidar. “A veces nos preguntan si no nos sentimos culpables”, confiesan. Se miran y se ríen. “¿Culpa? ¿De qué?”, responden.
Lucía y Marta forman parte de una estadística incómoda: las mujeres lesbianas, de media, ganan más que las mujeres heterosexuales. No porque se les premie, sino porque muchas, sin hijos a su cargo y sin la presión de un modelo familiar tradicional, han esquivado algunas trampas que atrapan a tantas otras.
Así lo revela un estudio de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), dirigido por la socióloga M. José González, que analiza cómo la orientación sexual y la estructura familiar influyen en el salario en España. El dato clave: las mujeres lesbianas que viven en pareja tienen, en promedio, salarios más altos que las mujeres heterosexuales en la misma situación similar.
Pero como en toda historia sobre salarios y desigualdad, las cifras engañan.
“Ganan más”… ¿pero por qué?
El estudio -basado en más de 190.000 registros cruzados entre la Encuesta de Población Activa, la Seguridad Social y la Agencia Tributaria- no sugiere que las lesbianas reciban un “plus” por su orientación. Lo que muestra es más complejo: trabajan más horas, tienen mayor estabilidad laboral y son menos propensas a reducir jornada por responsabilidades familiares.
Cuando se eliminan del análisis variables como el tipo de contrato, la jornada o la antigüedad, la ventaja salarial desaparece. Lo que queda al descubierto no es un privilegio, sino una realidad estructural: las mujeres heterosexuales están más expuestas a los recortes laborales que impone la conciliación.
Lucía y Marta, por ejemplo, nunca se han planteado que una de las dos deba reducirse la jornada si algún día tienen hijos. Para ellas, el reparto es natural, porque “no hay un modelo de hombre proveedor y mujer cuidadora que seguir”. Lo construyen desde cero.
No es el género, es el rol
El estudio de la UPF muestra que las lesbianas logran esquivar, al menos en parte, el “castigo de género” que recae sobre muchas mujeres heterosexuales por formar parte de un sistema que aún las considera las responsables del hogar y los cuidados.
“No es que las mujeres lesbianas estén mejor pagadas por ser lesbianas, sino que están menos penalizadas por no tener que ajustarse a los roles de género tradicionales”, explica González.
Eso no significa que no sufran discriminación. También enfrentan techos de cristal, lesbofobia sutil y escasa representación en los espacios de poder. Pero el estudio evidencia que la desigualdad salarial no se explica sólo por el sexo, sino también por el modelo familiar y las expectativas sociales que lo acompañan.
El armario laboral y los datos invisibles
Lucía, que trabaja en una consultora, nunca ha ocultado su orientación sexual. Pero tampoco percibe que su empresa tenga políticas inclusivas reales, más allá del protocolo de acoso. Marta, en cambio, aún duda antes de mencionar a su pareja en las reuniones.
Esa ambivalencia refleja otra brecha: la de los datos. El estudio ha tenido que inferir la orientación sexual de las personas por el sexo de su pareja conviviente, ya que en España no se recogen datos oficiales sobre diversidad sexual en el ámbito laboral. Eso deja fuera a lesbianas solteras, no convivientes o que no pueden visibilizarse. “Estamos volando a ciegas”, advierte el equipo investigador. “Sin datos, no puede haber políticas públicas eficaces”.
¿Y si todas pudieran elegir?
Las lesbianas, en su mayoría, no ganan más porque el mercado laboral las valore mejor, sino porque su contexto vital les permite resistir mejor la penalización por cuidados. No se trata de imitar su modelo, sino de preguntarse por qué tantas mujeres heterosexuales sienten que tienen que elegir entre cuidar y crecer profesionalmente.
¿Por qué en 2025 siguen siendo ellas quienes piden el 90% de las excedencias por cuidado de hijos? ¿Por qué siguen siendo ellas las que se reducen la jornada, renuncian al ascenso o terminan en empleos más precarios tras la maternidad?
La respuesta está en el modelo. El salario no se define solo en el mercado, sino también en casa. Y ese reparto desigual sigue siendo uno de los mayores agujeros negros de la igualdad.
Las mujeres lesbianas ganan más, sí. Pero no por ser lesbianas. Sino porque, en muchos casos, han logrado escapar de la jaula.