Acompañar sin invadir, sin presionar, sin interferir, sin generar resistencia ni malestar en el hijo, sin agobiar, sin fatigar… Sobre el papel, la lección es sencilla, casi de Primaria. Ahora bien, gestione usted este batiburrillo de responsabilidades cada día sin generar un conflicto familiar.
La tensión más inmediata surge por el espacio. El alumno, desde que inicia sus primeras etapas, necesita un lugar, un tiempo, un silencio, unos recursos que serán solo suyos. Esto ya puede alterar la rutina familiar. El asunto se recrudece cuando el adulto observa que o toma el control o hay poco que esperar. Por si fuera poco, los niños y adolescentes llegan a casa cansados y poco con poco ánimo de volver a abrir sus mochilas.

“Los deberes acaban siendo caldo de cultivo de frecuentes enfrentamientos familiares, nos dice Cristina Sanz, directora clínica de Luría Psicología. Las expectativas son claras: buen rendimiento, autonomía y tiempo libre. Pero ¿cómo evitar que choquen?
Cuanto mayor es el caos, más ansiedad y menos motivación. La ecuación es lógica. Los equipos docentes lo recuerdan en cada reunión con los padres, los psicólogos lo observan en sus consultas e investigadores chinos la corroboraron en un estudio con datos de 6.906 familias. El trabajo, firmado por Jiayin Li como autora principal, encontró que la implicación parental en los deberes afectaba significativamente las emociones negativas de los estudiantes.
Agotamiento emocional
En Artículo 14 nos hemos permitido un discreto sondeo y más de dos tercios reconocen que involucrarse en los deberes de sus hijos no es o no ha sido siempre positivo ni adecuado, más bien han visto perjudicada la dinámica familiar. ¿Se pueden hacer las cosas bien o al menos mejor? Por supuesto. Los padres no deberían desistir, nos aseguran las psicólogas y expertas en educación consultadas. Relajando la obsesión por el éxito en las aulas, reducimos nuestro agotamiento emocional. “Brindemos acompañamiento, cultivemos esa comunicación que hará que los hijos pidan apoyo cuando realmente lo necesiten. Pongamos a su alcance los recursos necesarios para que el alumno tenga interés por aprender, pero permitámosles que sean autónomos”, indica Sonia García, vicepresidenta del sindicato de docentes ANPE.
En su opinión, el deber de los padres es procurar a sus hijos las condiciones idóneas para estudiar, pero no la realización de sus tareas. “La responsabilidad recae en los alumnos, no en los padres, aunque ese compromiso implica un interés del adulto, un acompañamiento en los primeros años, mientras adquiere rutinas. Una conversación antes y después ayuda a conocer cómo va, si ha podido completar lo que se le mandó. Siempre desde la naturalidad, no desde la imposición. Y si en el colegio advierten que está descuidando su agenda, los alumnos tendrán que saber que padres y profesores navegan en el mismo barco”.
Andreína Pereda, psicóloga infantil y juvenil y directora de Psicoimagina, cree que en esto de los deberes no hay una posición dicotómica. “La virtud se encuentra en el punto intermedio. Como en muchos otros aspectos de la educación, la clave está en el equilibrio. En ocasiones, los padres asumen por completo la responsabilidad de los deberes, tareas y exámenes de sus hijos, involucrándose tanto que estas actividades se vuelven compartidas. El exceso de implicación impide que interioricen que el proceso y los resultados les pertenecen. Esto dificulta el desarrollo de la responsabilidad, la autonomía y la autodisciplina. Además, influye negativamente en su sentido de competencia y su autoestima”.
Una retirada gradual
Para que un niño alcance esa autonomía, Pereda aconseja acompañamiento, como ocurre con cualquier otro hábito. “Una ayuda progresiva, que se retire de manera gradual y que se centre en dotar a los niños de herramientas para organizarse, gestionar su tiempo y estudiar por sí mismos, resulta muy beneficiosa”.
¿Son aconsejables los deberes? Fomentan la autonomía, la gestión del tiempo, la concentración, la capacidad organizativa, la responsabilidad, el hábito de estudio, la curiosidad y el valor del esfuerzo. Pero exigen un seguimiento y una evaluación continua por parte de los docentes y unas rutinas familiares. “Prolongar la actividad educativa en casa no es prudente si choca con su derecho al juego, al tiempo libre e incluso al aburrimiento, que también contribuye al pleno desarrollo de su personalidad. Es importante establecer un horario atendiendo a su edad”, recuerda Sanz.

Una madre sin complejos
Hace un tiempo apareció una influencer en TikTok empatizando con muchas mujeres desesperadas con una confesión muy peculiar: “Sé que todos los padres ayudan, pero si mis hijos están ocupados o si tienen prisa o lo que sea, lo haré, porque no quiero estresarlos con problemas de matemáticas que no tienen tiempo para hacer o lo que sea. Lo haré. Puede que no esté bien, pero te ayudaré. Y hago la mayoría de sus trabajos”.
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Sus declaraciones se hicieron virales y suscitaron opiniones para todos los gustos, pero abundaron los comentarios femeninos. Las madres son las que asumen la carga de los deberes en el 82% de los hogares con una dedicación de hasta tres horas diarias, según una investigación basada en una encuesta a 1.787 familias españolas. En el 36,45% de los hogares con niños de entre 6 y 12 años, no llegan a una hora. El 55 %, entre una y dos horas, y solo el 7,1 % está entre dos y tres horas. En Secundaria, el 21,47% invierte entre dos y tres horas.
Raíces y alas
El trabajo, firmado por el profesor Juan Antonio Gil Noguera, profesor de la Universidad de Murcia, evidencia que el 53% de las familias apoya a los hijos con las tareas, porque creen que influye de manera determinante en el rendimiento. “Hemos encontrado un pequeño agotamiento o deterioro de las relaciones familiares a la hora de hacer los deberes”, apunta. Ocurre especialmente cuando los progenitores se encuentran “sin los conocimientos y las herramientas necesarias para ayudar”.
Sonia García aconseja relajarse. “Todo el mundo desea sus hijos hagan todo bien, pero equivocarse forma parte del aprendizaje. Es una lección muy valiosa y los padres no pueden asumir la culpa. Cuanta más autonomía cree, mayor será su confianza y más recursos encontrará para salir adelante”.
A fin de cuentas, el impacto de las tareas escolares en el rendimiento académico es relativamente limitado en comparación con otros factores, como los conocimientos previos, las capacidades, el tiempo dedicado a la tarea, la asistencia regular a clase, la motivación y la autoconfianza. El escritor Hodding Carter sentenció una frase que resume los consejos de nuestras expertas: “Solo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: las raíces y las alas”.


