Los TCA: el legado silencioso que traspasa generaciones

La anorexia y la bulimia son una patología silenciosa. Suele tardarse unos dos años en identificar los síntomas

En España, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia, son la principal causa de mortalidad por enfermedad mental, superan incluso al suicidio. Se estima que el 20% de los menores de entre 7 y 18 años padecen trastornos alimentarios. La pandemia disparó estas patologías. Según datos recientes de Statista, en 2022 se registraron alrededor de 83.700 casos. Detrás de estas cifras, existen causas sociales y psicológicas, que se han intensificado por factores como el impacto de las redes sociales y la presión estética.

Un dato alarmante es que los casos de TCA están afectando a niñas cada vez más jóvenes. “La infancia está cada vez más expuesta a contenidos que promueven el valor de las apariencias, especialmente la apariencia física. Las redes sociales no son la causa, pero sí un amplificador”, expone Antoni Grau, director clínico de ITA Salud Mental.

No es casualidad, afirman los expertos, que los casos de trastornos alimentarios aumenten tras el verano. “Esto está relacionado con las dietas iniciadas antes de la temporada estival, que en personas vulnerables pueden convertirse en una obsesión. Además, hay una mayor exposición al cuerpo y una intensificación de la comparación social”, explica Grau. Y añade: “El inicio del curso suele traer consigo peor concentración, mayor ansiedad y aislamiento, lo que agrava el cuadro clínico”.

Una patología silenciosa

La anorexia y la bulimia son una patología silenciosa, difícil de detectar para el entorno, que suele tardar un promedio de dos años en identificar los síntomas. “No debemos culpabilizar a nadie; la persona que sufre un TCA hace todo lo posible por ocultar sus conductas”, comenta. Entre las señales iniciales, Grau destaca “un cambio en su estado de ánimo, un aumento de la irritabilidad y la evitación de comidas, con excusas frecuentes como ‘ya he comido con amigas’ o ‘he tomado algo en la universidad’”.

En casos más graves, pueden aparecer síntomas físicos como cabello sin vitalidad, uñas quebradizas, palidez y fatiga extrema. También es común observar desmayos, que a menudo llevan a la persona a acudir a urgencias. Sin embargo, Grau destaca un aspecto crucial: “No siempre hay pérdida de peso. Muchos retrasos en la detección se deben al mito de que, si la persona no está delgada, no tiene un trastorno alimentario”.

Mujeres de mediana edad: un perfil en aumento

Los TCA no afectan exclusivamente a adolescentes. Los expertos están observando un aumento de casos en mujeres mayores de 30 años. Aunque menos frecuentes (sólo el 3,6% de las mujeres con TCA tienen entre 40 y 50 años), estas pacientes suelen presentar personalidades perfeccionistas y una largo historial de dietas. “El detonante, en muchos casos, suele ser una ruptura afectiva o un cambio brusco en su vida”, explica Grau.

El impacto del entorno y las redes sociales

Los trastornos alimentarios suelen presentarse en personas con tendencias al perfeccionismo y una fuerte necesidad de control. “Vivimos en un mundo cada vez más competitivo, individualista y menos solidario. En personas con vulnerabilidad biológica y psicosocial, esta imprevisibilidad afecta directamente a su necesidad de control”, señala Grau. Las redes sociales, por su parte, actúan como amplificadoras de estas tendencias, creando un entorno en el que las apariencias prevalecen sobre otros valores.

Prevención y tratamiento: una asignatura pendiente

Las actuales campañas de prevención tienen una eficacia moderada. “Los programas más exitosos son aquellos que fomentan la aceptación de la imagen corporal, los estilos de vida saludables y la alfabetización mediática”, apunta. Además, Grau destaca la importancia de enseñar a los jóvenes a desarrollar una actitud crítica hacia los contenidos que consumen: “Debemos guiarlos para que decodifiquen los mensajes y se conviertan en sujetos activos y críticos”.

Las familias y los colegios juegan un papel crucial en la detección temprana. “Las familias son el motor del cambio”, afirma Grau.

El camino hacia una mejor prevención

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) reflejan las tensiones sociales de nuestra época, y su aumento requiere respuestas integrales que aborden la educación, la regulación de contenidos digitales y una mayor inversión en salud mental. “La clave para frenar esta crisis radica en la detección temprana, el apoyo familiar y social, y el desarrollo de programas efectivos que fomenten una autoestima sólida y una relación saludable con el cuerpo. También necesitamos más recursos y un conocimiento especializado para evitar que los casos se agraven”, concluye.

El tiempo es un factor crucial en la lucha contra los trastornos de la conducta alimentaria. La detección temprana y una intervención adecuada pueden marcar la diferencia entre la recuperación y la complicación de los casos. Según datos de ACAB (Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia), el 70% de las personas afectadas se recuperan. Es urgente actuar.