La evidencia sugiere que acortar la jornada escolar no significa necesariamente aprender menos, siempre que se optimice el tiempo en clase y se favorezcan metodologías activas. Además, en el tiempo liberado, pueden desarrollarse en otras áreas de interés para el escolar y fomentar el tiempo en familia. Dentro de estas áreas nos encontramos con:
- Bienestar emocional y descanso: contar con más tiempo libre permite dormir lo suficiente, jugar y relajarse, lo cual repercute en un mejor estado de ánimo y en la reducción del estrés.
- Desarrollo social y familiar: disponer de más horas en casa o en actividades extraescolares abre espacio a la interacción con otros niños en contextos menos rígidos que el aula y fomenta la práctica de deporte y actividades al aire libre y en familia. Si bien es cierto que puede suponer también un problema para la conciliación laboral, o suponer una carga económica de difícil manejo.
- Aprendizaje no formal: tener tiempo para explorar intereses propios, como deporte, música, lectura, creatividad o idiomas.
En resumen, menos tiempo en el aula no implica un menor desarrollo académico, y puede favorecer aspectos clave como la salud, la autonomía y la motivación, siempre y cuando se puedan ofrecer estas actividades.
Por otra parte, en el diálogo sobre horarios escolares, me gustaría añadir que hay una base sólida en la cronobiología para pensar que las primeras horas de la mañana no son las más indicadas para el rendimiento de los adolescentes. Durante la adolescencia se produce un desplazamiento natural del reloj biológico. La melatonina, la hormona que induce el sueño, se libera más tarde por la noche, lo que retrasa la hora a la que los adolescentes se sienten somnolientos en torno a dos horas, y en consecuencia, también la hora óptima para despertarse.
Esto significa que pueden tener más dificultad para rendir bien en las primeras horas de la mañana, disminuyendo su atención y motivación, en especial para las clases de primera hora. Estudios internacionales han demostrado que retrasar la hora de inicio de las clases mejora la atención, la memoria, el rendimiento académico e incluso la salud mental de los estudiantes, al permitirles dormir lo que necesitan, pudiendo asistir en horas en las que su rendimiento es más adecuado.