Pánico al escuchar la alerta en el móvil

“Estoy muy nerviosa porque tengo malos recuerdos”, reconoce María, vecina de Alzira de 80 años. La psicóloga Paula Fenollar confirma el trauma colectivo

Barranco del Poyo en su paso por Paiporta, Valencia, este lunes.
EFE/ Kai Försterling

El otoño ha llegado a Valencia y con él la época más temida cada año por sus habitantes: la de las gotas frías. Además, este año está muy presente el recuerdo de la DANA que lo cambió todo y sembró un nuevo tipo de miedo entre afectados, allegados y terceras personas. Este domingo, 28 de septiembre, el “trauma social” emergió entre los valencianos que recibieron una alerta en sus móviles como consecuencia de la activación del estrés post traumático.

“Aunque la amenaza no sea tan real como la anterior o de la misma intensidad, nuestro cuerpo se está preparando como si estuviésemos reviviendo la Dana”, explica la psicóloga Paula Fenollar.

Este lunes, la Comunidad Valenciana despertó bajo una alerta roja vigente por lluvias torrenciales que baten récords: en Gandía, por ejemplo, se registraron 356,8 litros por metro cuadrado en 12 horas, mientras que en localidades como Alzira ya se superan los 120 l/m² acumulados. Los servicios meteorológicos advierten de riesgo extremo de inundaciones repentinas, desbordamientos de barrancos y cortes en infraestructuras clave. Bajo esa amenaza real y palpable, los habitantes de las zonas más vulnerables están con el teléfono en la mano y preparándose para lo que podría venir.

Inundaciones en Valencia
EFE/ Biel Alino

La psicóloga valenciana asegura que no es una cosa “individual y personal de cada uno”, sino que “todos lo revivimos, cada uno de una manera”. Fenollar relaciona la reacción colectiva frente a la alerta y la lluvia con lo que en psicología se conoce como el condicionamiento clásico, un tipo de aprendizaje en el que un estímulo se asocia con otro que provoca una reacción, hasta que el primer estímulo provoca esa misma respuesta por sí solo. Iván Pávlov lo demostró con perros: hacía sonar una campana (estímulo sin respuesta) justo antes de darles comida, hasta que los perros empezaban a salivar (reacción) solo al oír la campana, aunque no hubiera comida.

Ese estado de alerta se refleja en la provincia de Valencia. María, vecina de Alzira de 80 años, lo sufre en primera persona: “Estoy muy nerviosa porque tengo malos recuerdos que viví en la Pantanada del 82 y lo que vi el año pasado. La casa se me ha llenado de agua. Está así desde la dana, pero el seguro no quiere pagar y todavía no he cobrado ni he podido arreglarlo”. Su testimonio ilustra lo que la psicóloga describe como víctimas indirectas: personas que, sin tener un daño físico inmediato, viven pérdidas materiales y una sensación de abandono que prolonga el sufrimiento.

Al lado de María está su hija Elena, que comenta cómo el miedo colectivo se transforma en comportamiento social: “La gente ha hecho caso de la alerta, se lo han cogido en serio. Estamos más concienciados que nunca. Hasta el año pasado sí es cierto que los colegios cerraban por lluvias, pero la dana ha hecho a las empresas y comercios reaccionar y esto parece una ciudad fantasma”. La administradora de fincas valenciana relata que los pueblos están desiertos, “hay pánico a la lluvia, las fincas están a falta de hacer muchas obras, por lo menos la gente se lo coge en serio, porque no sabes lo que va a pasar”.

Inundaciones en Valencia
EFE/Kai Försterling

Este relato conecta con lo que Fenollar define como victimización comunitaria: “La lluvia se ha convertido en un estímulo que activa la hipervigilancia y el nerviosismo, estamos todos preparados para que pase algo gordo, vaya a pasar o no”. Esta preocupación llega a centralizar la vida de las personas que han asumido que viven en una zona vulnerable. “Nosotros mismos nos etiquetamos y entonces tenemos mayor inseguridad, sentimos que las condiciones nos tienen desprotegidos”, señala la psicóloga. Las alertas y el bombardeo mediático están alimentando lo que se ha acuñado como ‘ecoansiedad’.

El miedo trasciende los hogares y llega incluso a los espacios de ocio y socialización. Un aficionado valencianista lamentó la suspensión tardía del partido de fútbol del Valencia, en la que la alcaldesa de ha tenido intervenir. “No es seguro, muchas personas cogen el coche para ir al Mestalla”, relata. La alerta ha paralizado por completo la vida en la zona 0 y sus proximidades. Mientras llueve, la sociedad valenciana queda divida entre los que les vuelva a suceder y los que piensan: “Esta vez a mí también me va a tocar”.

Fenollar recuerda que la ansiedad también sirve para protegernos, “no hay que demonizarla”. “Por ejemplo, yo esta mañana he tenido un episodio traumático con el coche yendo al trabajo porque pensaba que me quedaba en la en la carretera tirada. Ahí la ansiedad es necesaria, tu cuerpo tiene que estar en acción, tiene que estar preparado y no puedes estar adormilada”, apunta. Sin embargo, destaca que hay que trabajar en identificar cuándo es necesaria. “No puedes estar taquicárdico en la habitación cuando realmente en este momento no te va a pasar nada, ese nerviosismo no te va a hacer ningún favor, ni te va a ayudar a ti, ni va a ayudar a nadie”, sentencia la psicóloga.

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