El 11 de agosto reúne en el calendario católico la memoria de dos mujeres cuyo testimonio ha marcado la historia cristiana: Santa Clara de Asís, fundadora de la orden de las Clarisas, y Santa Susana, venerada como mártir de la iglesia primitiva. Aunque sus vidas transcurrieron en contextos distintos, ambas ofrecen mensajes sobre la coherencia, la entrega y la fortaleza espiritual.
Santa Clara de Asís: pobreza, contemplación y rebeldía delicada
Nacida en 1193 en Asís, Clara pertenecía a una familia acomodada pero, inspirada por San Francisco, decidió abrazar la pobreza evangélica. Con apenas 18 años dejó su casa, vistió el hábito y fundó la Orden de Santa Clara (las Clarisas), creando un camino femenino paralelo al movimiento franciscano.
Clara es símbolo de una espiritualidad centrada en la sencillez: su vida monástica se caracterizó por la oración constante, el trabajo manual y la defensa de la comunidad. Entre los episodios más recordados figura su intervención para proteger su convento ante amenazas externas, sosteniendo el Santísimo Sacramento como signo de fe.
Su influencia perdura en los conventos de clausura y en la devoción popular; además, su figura fue vinculada, en el siglo XX, a la patronía de la televisión, gesto que subraya la modernidad de su mensaje: la posibilidad de encontrar presencia espiritual incluso en lo inesperado.
Santa Susana: memoria de la Iglesia primitiva y veneración discreta
Menos conocida para el gran público, Santa Susana es recordada como una mártir de la Iglesia antigua, cuya memoria quedó ligada a las primeras comunidades cristianas de Roma. Las fuentes hagiográficas la presentan como una joven que, por su fidelidad a la fe, sufrió persecución y fue testimonio del sufrimiento colectivo de los primeros cristianos.
Aunque la biografía de Susana está envuelta en tradición y leyenda, la devoción que la rodea se manifiesta a través de la conservación de reliquias y de la dedicación de iglesias y capillas a su nombre. En algunos lugares de Europa y de España, su festividad reúne a fieles que acuden a la misa conmemorativa y a actos de recuerdo en parroquias que la tienen como titular.
Santa Susana encarna el rostro silencioso del martirio: no el heroísmo público, sino la fidelidad cotidiana que, en tiempos de opresión, sostiene comunidades enteras.
Cómo se celebra la jornada
El 11 de agosto generalmente transcurre con misas solemnes, lecturas y oraciones dedicadas a ambas santas. En Asís y en conventos de la orden clariana se organiza con especial reverencia la conmemoración de Clara, con momentos litúrgicos reservados a la fraternidad religiosa y a la meditación sobre su legado.
Parroquias que mantienen la devoción a Susana programan misas y, en ocasiones, encuentros de reflexión sobre el martirio y la historia de la Iglesia primitiva. En localidades donde la tradición popular es fuerte, la fecha puede coincidir con actos culturales, exposiciones o conferencias que contextualizan la figura de las santas en la historia local.
Un día para la reflexión: fe encarnada y coherencia vital
Más allá de la piedad formal, este día invita a reflexionar sobre dos vías de compromiso: la de la contemplación activa y la del testimonio silencioso. Clara nos recuerda la fuerza transformadora de la pobreza elegida y la fidelidad a una llamada interior; Susana, la vigencia del coraje moral en momentos de riesgo.
El 11 de agosto no es solo una fecha del calendario: es una oportunidad para pensar en la coherencia entre convicción y acción, en la dignidad humana frente a la adversidad y en la diversidad de caminos que la espiritualidad ha ofrecido a lo largo de los siglos.