Cuando la pantalla también duele

Tres de cada cuatro chicas adolescentes sufren violencia machista digital en silencio, según un estudio de los Colegios profesionales de Ciencia Política y Sociología y respaldado por la UE

Tres de cada cuatro chicas adolescentes sufren violencia machista digital en silencio
KiloyCuarto

Una ficción cruda. Un asesinato en un aula. Y una serie que ha removido a padres, profesorado y especialistas. Desde que Netflix estrenó ‘Adolescencia’, convertida en fenómeno por retratar con dureza las primeras expresiones de machismo entre adolescentes, la preocupación no ha dejado de crecer. A raíz de ese debate social, y con respaldo de la Unión Europea, las mujeres que forman parte de los Colegios profesionales de Ciencia Política y Sociología han hablado con más de 220 adolescentes para poner rostro a una realidad que ya no ocurre solo en las calles o en casa: también sucede frente a la pantalla, sin testigos y sin huellas, pero con graves consecuencias.

La violencia digital de género - Violencia contra las mujeres
Tres de cada cuatro chicas adolescentes sufre violencia machista digital en silencio
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La conclusión es contundente: tres de cada cuatro chicas han sufrido ciberviolencia de género antes de cumplir los 18. “La violencia ha cambiado de rostro. A veces se disfraza de mensaje privado o de foto reenviada sin permiso”, explican desde el equipo investigador. Y el problema no es solo lo que ellas padecen. Es también lo que ellos aprenden.

El silencio como norma

Uno de los aspectos más alarmantes del estudio es la pasividad generalizada entre los chicos. Más del 60 por ciento no interviene cuando presencia una agresión en redes o grupos digitales. Andrea Rivera, investigadora en este estudio, señala que “muchos no identifican estas conductas como violencia“. En sus palabras, “prefieren mantenerse al margen antes que arriesgar su lugar en la dinámica del grupo”, por miedo a ser vistos como “chivatos” o quedar aislados.

Este patrón es especialmente frecuente entre los 12 y 14 años, justo cuando se consolidan muchas dinámicas de poder. Rivera advierte que “solo suelen intervenir si la víctima es una amiga cercana”, aunque la disposición mejora con la edad y la experiencia.

Un discurso que separa

Pero el problema va más allá de la inacción. Los datos revelan una creciente brecha ideológica entre chicos y chicas en torno al feminismo, la igualdad o el consentimiento. Una diferencia alimentada, según Teresa Nevado, coordinadora del proyecto bE-SAFE, por “referentes que refuerzan estereotipos de género en redes sociales, plataformas de vídeo y discursos políticos”.

“La adolescencia es un momento de vulnerabilidad”, explica Nevado, “y estos mensajes simplifican conflictos complejos y presentan el feminismo como una amenaza“. El resultado: actitudes defensivas, desconfianza mutua y una dificultad creciente para el diálogo entre iguales.

Aulas sin recursos, docentes sin respaldo

El proyecto también da voz al profesorado. En los institutos visitados, muchos docentes reconocen estar “desbordados”. Laura Díaz, coordinadora del área de proyectos europeos en el colegio profesional, resume así la situación: “Reclaman formación específica, materiales adaptados y menos carga burocrática para poder abordar estos casos con eficacia”.

En los institutos visitados para el estudio, muchos docentes reconocen estar “desbordados”
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No solo eso. Muchos piden más implicación de las familias. “Las intervenciones escolares no bastan si los progenitores no participan”, insiste Díaz. De hecho, una de las conclusiones del informe es que buena parte de las familias no asisten a las formaciones y desconocen los códigos del entorno digital de sus hijos. Por eso, desde el equipo proponen trasladar esos talleres a espacios laborales o comunitarios.

La violencia como síntoma estructural

Una de las ideas más repetidas por los expertos es que la violencia no es solo cosa de un chico malo. Es un síntoma. “De una socialización desigual que empieza en la familia, se refuerza en el aula y se multiplica en las redes“.

Porque, aunque las redes no crean la violencia, sí la amplifican. Con algoritmos que premian lo más viral, con anonimato que elimina la empatía y con una sobreexposición que deja a muchas víctimas solas.

“Nadie se salva del debate, todos somos parte de la solución“, concluyen desde el equipo investigador. La pantalla, dicen, también duele. Pero también puede ser el lugar donde empiece el cambio.