Insultos, acoso y amenazas. Redes sociales: ciudad sin ley

La violencia digital se ceba con las mujeres mientras los expertos piden formación y prevención para paliar un problema que no para de crecer

violencia digital contra las mujeres

El 80 por ciento de las mujeres ha sufrido acoso en redes César Sánchez

Una mujer camina por la calle y alguien le grita: “Puta”. Da dos pasos más y escucha: “gorda, no te tocaba ni con un palo”, otra persona le dice “bollera de mierda aprende a andar”. Y, de pronto, ya todo es un coro de insultos, cada cual más hiriente. “Vuelve a tu país”, “no tienes ni idea”, “como te pille te voy a violar”, “ponte a fregar y calla”. Sería impensable que en el espacio público las niñas, adolescentes y mujeres tuviesen que soportar este nivel de violencia simplemente por hacer uso de él, pero en las redes, el espacio público virtual, esto ocurre todos los días, a todas horas. Mientras lees esto, está sucediendo.

Abstraerse del universo digital resulta hoy harto difícil. Ya sea por motivos sociales, laborales o de ocio las redes son una extensión de nuestra realidad y donde transitan millones de personas a diario. ¿Por qué entonces hemos asumido que nos insulten, amenacen y vejen?

Para Encarni Iglesias, presidenta del Observatorio Stop Violencia de Género Digital, la clave “es que estamos intentando separar la violencia digital de la violencia general como si fueran dos mundos distintos. Parece que las agresiones que recibimos en línea no tienen importancia ni son tan graves, pero no es así”.

Como muestra los efectos psicológicos que causan estas agresiones. Según una encuesta de Amnistía Internacional (2018), realizada en ocho países de nuestro entorno, el 55% de las mujeres que sufrieron acoso en redes se sintieron menos capaces de centrarse en su actividad diaria. El 54% experimentó ataques de pánico, ansiedad o estrés, un 57% tuvo una sensación de aprensión al pensar en utilizar Internet y un 41% de las mujeres sintieron que su seguridad física estaba amenazada.

Sin embargo, asumimos que nos agredan solo por expresarnos. “Lo hemos normalizado porque no sabemos enfrentarnos a este tipo de problemas. No entendemos cómo luchar contra ello y es más fácil pasar del tema, no enfrentarte y bloquear o abandonar las redes sociales”, explica Iglesias.

Lo mismo opina Beatriz Bonete, socióloga y experta en Género e Investigación social: “Si una mujer, profesional de cualquier ámbito, da una conferencia nadie entendería que cincuenta hombres le griten, le expliquen la materia y le digan de todo, pero online, el anonimato permite que cualquiera pueda hacerlo porque, como mucho, te van a bloquear”.

Ve un paralelismo entre la percepción de inseguridad en la que vivimos las mujeres, por ejemplo, al volver a casa por la noche, y lo que ocurre en las redes, “a nosotras nos han educado en el miedo a que te puedan pasar cosas para al final privarnos del uso normal y normalizado del ámbito público y ahora el mundo digital es nuestro ámbito público. Es donde nos relacionamos, publicitamos nuestros negocios, hacemos formación, es donde está la vida. Ya no existe esa separación”.

Abandonar las redes

Sin embargo, en general, si sales a la calle vas preparada para la violencia que puedas experimentar en un determinado momento y lugar, pero en las redes “vives en un estado de alarma las 24 horas del día los 365 días del año, nunca sabes cuando te va a tocar, es agotador”, explica Iglesias.

Según un estudio del Instituto de las Mujeres de 2022, el 80 por ciento de las mujeres ha sufrido alguna situación de acoso en redes. Una realidad transversal que afecta a todo tipo de féminas, de todas las ideologías y que se incrementa si además eres racializada, del colectivo LGTBI+ o no normativa.

¿Y por qué se creen con derecho a violentarnos? Bonete piensa que muchos hombres “se sienten profundamente ofendidos porque una mujer pueda expresarse con libertad. Consideran que tenemos otros roles en la sociedad, pero no el de decidir, debatir, reivindicar o decir lo que se piensa”. No solo los hombres, muchos de los ataques también los protagonizan mujeres. Al fin y al cabo, el mundo digital no es más que un reflejo de la sociedad, pero con avatares y pseudónimos.

La virulencia de las agresiones se intensifica si se tratan determinados temas. Bien lo saben las divulgadores feministas que se enfrentan a diario a ofensivas organizadas que han conseguido demasiadas veces que no les merezca la pena el esfuerzo y hayan cerrado sus cuentas. Lo mismo ocurre con las profesionales que difunden información relacionada con la violencia de género, especialistas antirracistas, del colectivo LGTBI+ y muchos otros temas sensibles como la política y hasta el fútbol. Porque si una mujer osa a opinar sobre el llamado deporte rey no tardarán en aparecer “catedráticos” en la materia que no solo la corregirán, sino que además la insultarán.

La propia Bonete abandonó sus redes sociales. “Publicaba un artículo, lo colgaba en twitter y al rato tenía infinidad de mensajes no ya criticando mis tesis, eran simplemente insultos. Al final, haces una evaluación personal y muchas veces no te compensa. Las profesionales que están muy expuestas y sufren esta violencia normalmente tienen que parar y tomarse un respiro”.

Las plataformas se lavan las manos

Chelo Álvarez, psicóloga y educadora social, se pregunta por qué no actúa Fiscalía ante ejemplos tan claros de delitos de odio. “El sistema judicial debería abrir de oficio una investigación cuando se cometen ciertos ataques porque la omisión de socorro también es un delito. No estamos ante pensamientos críticos son pensamientos destructivos, para hacer daño”, recuerda.

Las plataformas se lavan las manos “si denuncias un comentario te dicen que estarán atentos o que no lo han apreciado así. La única solución para desactivar ciertos delitos es denunciar en masa un determinado perfil”, explica Álvarez, quien también subraya los daños que provoca este tipo de violencia en forma de ansiedad, depresión y angustia vital.

Porque la impunidad es casi total para los agresores, la mayoría simplemente les bloquea y las denuncias casi nunca llegan a ningún lado. Cristina Ventura, abogada y vocal de la Asociación de Mujeres Juristas, Themis, cree que estos delitos no son nuevos. “Son los de siempre, amenazas, coacciones, hostigamiento, acoso, pero se está utilizando un medio que antes no existía y que además favorece a los agresores que aprovechan las características del entorno digital como el anonimato, la rapidez, la inmediatez y la viralidad, para cometerlos. Pero en realidad legislación sí hay.

El problema es su aplicación y la formación muchas veces de los profesionales porque nos tenemos que adaptar a los tiempos actuales. Si te amenazan a través de un perfil falso la obtención de prueba es complicadísima, primero porque las propias empresas de mensajería lo obstaculizan. Twitter, Facebook, Instagram, Whatsapp, podrían ejercer un control total y absoluto, pero no lo hacen. Sus sedes están en países que se someten a legislaciones y jurisdicciones muy diferentes.

En casos donde se averigua la IP desde donde se están realizando las amenazas, y se descubre, por ejemplo, que está en Tailandia, pues eso es un problemón y puedes estar años y no conseguir nada”, finaliza Ventura.

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