“Hay que ser estúpido”: tres años de la ruptura total entre Iglesias y Díaz

Tras el fiasco con la lista andaluza y la presentación de Sumar (2022), el enfado de los morados se tornó más que evidente. Se disparó en las elecciones generales en las que pactaron a cara de perro. Meses después salieron del grupo parlamentario

Yolanda Díaz, Irene Montero, Ione Belarra y Pablo Iglesias.
KiloyCuarto

“Digo algo que sienten millones de personas en toda España si digo que Yolanda Díaz puede ser la próxima presidenta del Gobierno de España” (Pablo Iglesias); “El mejor Gobierno que podemos imaginar tiene a Yolanda Díaz al frente y es siendo la fuerza mayoritaria” (Ione Belarra); “¿Quién piensa que le puede ir bien en las elecciones generales a una candidatura de la izquierda si a Podemos le va mal en las municipales y autonómicas? Hay que ser estúpido” (de nuevo, Iglesias).

Entre la primera y la tercera frase, ambas del histórico líder morado, transcurrió algo más de año y medio (abril de 2021-noviembre de 2022). Y entre las alabanzas de la actual secretaria general morada (diciembre de 2021) y la salida de Podemos del grupo parlamentario Sumar (diciembre de 2023), algo menos de un par de años. Entre medias, un despliegue de dardos y golpes que fracturó a la izquierda alternativa, que hoy sigue partida en dos.

La historia de enfados, recados, silencios y odios personales entre la cúpula morada y la vicepresidenta segunda ha llenado miles de páginas desde entonces. El escenario de escalada de hostilidades llevaba tiempo cocinándose: en Podemos no gustaron las posiciones de Díaz ante el envío de armas a Ucrania (abril de 2022). Y las tensiones para configurar la candidatura a las elecciones andaluzas (Podemos, IU y la naciente Sumar), dispararon los decibelios.

Cuando Díaz presentó Sumar como una plataforma independiente de los partidos (julio de 2022), reivindicándose libre de ataduras, los morados evidenciaron su hartazgo. E Iglesias, que llevaba año y medio fuera de la Secretaría General, aprovechó la Universidad de Otoño, el principal foro de rearme político de su partido desde hace años, para escenificar este enfado.

Su formación, dijo hace tres años, “apostó por una candidata” ajena a estas siglas, y “llevó al Gobierno a formaciones políticas que ni siquiera habían compartido la estrategia negociadora” para forjar la coalición con Sánchez (en referencia a IU). “Podemos ha sido una fuerza política generosa como ninguna otra. Y tiene que apostar por confluir con Sumar en las elecciones generales. Pero Podemos debe ser respetada”. “¡Ay de aquel o aquella que se atreva a faltarle el respeto a la militancia de Podemos!”, avisó.

Días después, Compromís organizaría un acto con las principales referentes de la izquierda, con Mónica Oltra y la propia Díaz. Pero sin invitar a Irene Montero ni a Belarra, ambas ministras y teóricamente coordinadas por la vicepresidenta. Pocos meses después, Díaz terminó de deshojar la margarita y anunció que sería candidata, como se daba por hecho, en un acto en el polideportivo Magariños (abril de 2023). Podemos evitó asistir.

Después llegarían la gran brecha entre los morados e IU, que concurrieron por separado en distintos territorios a las elecciones autonómicas y municipales. Y los equilibrios de Díaz para apoyar a las candidaturas de Más Madrid y Podemos, en diferente proporción. Siempre mostrando mayor cercanía con el partido de Mónica García. Hizo algo parecido con Joan Baldoví (Compromís), en la Comunidad Valenciana.

Y, cuando parecía que sería imposible mantener a la izquierda unida, Pedro Sánchez reaccionó al desplome de la izquierda en esos comicios y adelantó las elecciones generales al mes de julio. Tuvieron escasas semanas para negociar, y lo hicieron a cara de perro.

La exclusión de Montero de las listas y la salida de Podemos del grupo Sumar

La negociación de las listas supuso una batalla, y que Díaz exigiera dejar fuera a la eurodiputada Montero acabó de incendiar el ánimo de los morados, que dedicaron varios dardos a Sumar durante la campaña. Salvado el Gobierno de coalición por la mínima, un resultado que ni siquiera era esperado por buena parte de la izquierda, Podemos recalibró su estrategia.

Sánchez fue investido presidente el 16 de noviembre, pero los morados no permitieron que Nacho Álvarez, secretario de Estado de Derechos Sociales con Iglesias y Belarra, y responsable económico del partido, fuera ministro. Sumar no aceptó otros nombres. Los de Montero y Belarra quedaron fuera de la coalición.

19 días después, la televisión de Iglesias, Canal Red, anunció que Podemos dejaría el grupo parlamentario, incumpliendo el acuerdo electoral, para pasarse en bloque al grupo mixto. Desde entonces, han pasado de disparar contra Díaz, refiriéndose a su elección como sucesora de Iglesias como su “peor error político” (Montero dixit), a obviarla y ningunearla. A pedirle que se integre en el PSOE.

“El PSOE tiene que ser capaz de atraerse, que ya lo está consiguiendo de alguna manera electoralmente, a su socio de Gobierno, para facilitar que cuando haya que votar haya dos candidaturas”. “Es la única posibilidad” de que “no haya un Gobierno del PP con Vox”, reiteraría a finales de octubre ante los micrófonos de RNE.

Montero ha formalizado su ascenso y es ya oficialmente la número dos del partido y candidata a las próximas elecciones generales, a la espera de ser ratificada en primarias. Y Díaz, que lleva desde el pasado enero pidiéndoles que bajen las armas para explorar una candidatura de unidad, centra sus esfuerzos en vender gestión, incluso tras la caída de su ley estrella, la reducción de la jornada laboral. Las encuestas no juegan a su favor, pero tampoco al de los morados.

Tampoco hay hoy visos de entendimiento entre la izquierda a la izquierda del PSOE para las próximas elecciones en Castilla y León y Andalucía, previstas para el inicio y para mediados de 2026, respectivamente. Ni se espera que, de cara a las generales, Díaz y Montero puedan llegar a un acuerdo. Hace tres años que Iglesias exigió “respeto” a sus siglas, y desde entonces sus caminos no han hecho más que separarse.

De hecho, distintos dirigentes de los partidos que integran la alianza de Díaz acusan a los morados de querer dinamitar la legislatura a cualquier precio. Con el único fin de sentenciar políticamente a la vicepresidenta, para volver a disputar el liderazgo de la izquierda.

Los morados, por su parte, reniegan de las medidas del Gobierno, critican la proximidad de Díaz con el PSOE, y reivindican su propia hoja de ruta. Sí hablan con Izquierda Unida, a quienes miran de reojo y tratan de atraer a su lado. Pero los puentes con la vicepresidenta están rotos.