La mujer, clave en el arte y las transformaciones sociales según el Museo del Prado

'Arte y transformaciones sociales en España' tiene un concepto claro: el papel de la mujer fue fundamental para el cambio de época

'Trata de blancas', cuadro de Joaquín Sorolla, en la nueva exposición del Museo del Prado

'Trata de blancas', cuadro de Joaquín Sorolla, en la nueva exposición del Museo del Prado

Es la gran exposición de la temporada. Hasta el próximo 22 de septiembre, todas las salas de exposiciones temporales del Museo del Prado albergan la exposición “Arte y transformaciones sociales en España (1885- 1910)”, una gran muestra que refleja cómo influyeron los cambios sociales de finales del siglo XIX y principios del XX en la expresión artística.

A partir de 1885, España experimentó cambios sociales importantes que se reflejaron en las diferentes manifestaciones artísticas. Los temas se ampliaron para integrar todos los aspectos de la vida. Algunos, como el trabajo en las fábricas, la enfermedad, la marginación social, la prostitución y las luchas sociales, habían sido antes poco frecuentes. Todos aparecieron con una objetividad nueva, según un
naturalismo que en la pintura competía con la fotografía, la cual abordó, con una veracidad mayor, los mismos motivos, como también hizo el cine tras su invención en 1895.

Por su parte, la pintura social, igual que la escultura, tuvo una preeminencia similar a la que había ostentado la pintura de historia; muchas obras obtuvieron premios en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y fueron adquiridas por el Estado. Dos de ellas, debidas a Luis Jiménez Aranda y a Joaquín Sorolla, incluso recibieron la distinción máxima en las Exposiciones Universales de París de 1889 y 1900, respectivamente.

 «¡Triste herencia!» , con la que Sorolla obtuvo en 1900 el Grand Prix en la Exposición Universal de París

La obra «¡Triste herencia!» , con la que Sorolla obtuvo en 1900 el Grand Prix en la Exposición Universal de París

Al tiempo aparecieron nuevas opciones de índole más expresiva que trataron estos asuntos con un talante crítico en obras de menor formato, a menudo sobre papel. Darío de Regoyos inauguró una tendencia continuada por Ignacio Zuloaga y José Gutiérrez Solana. Otros artistas renovadores, como Isidre Nonell, Pablo Gargallo, Pablo Picasso y Juan Gris, transformaron definitivamente la aproximación a los temas sociales.

La mujer, clave de la época

La diversidad de técnicas y registros creativos en las casi 300 obras que componen la exposición hacen reflexionar sobre la variedad de respuestas de los artistas al cambio de época. Así, a lo largo de dos plantas del Prado, la muestra explora los diferentes temas clave que se dieron entre los gobiernos liberales de 1885 y 1910 en España. La agricultura y la ganadería continuaron siendo en este periodo la principal fuente de riqueza y supusieron la mayor ocupación laboral. Como tema artístico contaban con una larga tradición representativa. Pintores y escultores trataron de separarse del costumbrismo anterior recurriendo a grandes formatos y a un estilo naturalista muy preciso, que ya habían difundido algunos artistas franceses como Jules Breton (todavía en el realismo), Jules Bastien-Lepage y Léon Lhermitte. Sin embargo, como en tantos otros aspectos, el esfuerzo era compartido por hombres y mujeres, y presentaba un aspecto de
dignidad a veces ligeramente idealizada.

Lo mismo sucede con el trabajo en el mar. En la obra de numerosos artistas, los peligros propios de las faenas de la pesca y la navegación añadieron dramatismo a las representaciones de estos asuntos. Esto propició una visión de cierto artificio con la que rompió Joaquín Sorolla, que prefirió pintar las faenas diarias con un naturalismo basado en el conocimiento de los trabajos y de los modelos, elegidos entre los pescadores y observados directamente. Su técnica, de pinceladas amplias y ejecución rápida, le permitió captar un asunto esencialmente dinámico y cambiante en el que la atmósfera era fundamental.

El trabajo en la industria pronto incorporó también a las mujeres a las fábricas. La industria creció en España durante este periodo, de modo que aumentó el empleo obrero. Este incluía a mujeres y niños, con salarios mucho más bajos que los de los hombres. Algunos artistas, como Santiago Rusiñol, ofrecieron ejemplos tempranos del trabajo infantil en industrias textiles y forjas.

'Fábrica textil', de Santiago Rusiñol

‘Fábrica textil’, de Santiago Rusiñol

El trabajo de la mujer

Los artistas representaron la creciente incorporación femenina al mundo laboral. Aunque no se ocupaban de los trabajos más duros y peligrosos, las mujeres habían colaborado siempre en las faenas de campesinos y pescadores. Así las pintó Laureà Barrau, en su tarea de escardar. Solo desde 1900 decreció su empleo en el sector primario, consecuencia de su paulatina incorporación al trabajo en las artesanías, como ejemplifica Las doradoras, de Manuel Cusí, y en la industria.

En este último ámbito, la Comisión de Reformas Sociales desaconsejó en 1883 la actividad femenina en los trabajos más pesados. Sin embargo, la realidad contradecía ese propósito y no solo las mujeres, sino también las niñas, se ocuparon, como reflejó Joan Planella, en las industrias textiles, entre otras. Otros trabajos penosos, como la sirga (el arrastre de los barcos desde la orilla), fueron también realizados por mujeres, según atestigua el cuadro de Anselmo Guinea. Tras una estancia en París, en este pintor se advierte la influencia francesa, visible, de otro modo más moderno, en la pescadora de Juli González.

'Escardadoras', deLaureano Barrau Buñol

‘Escardadoras’, de Laureà Barrau Buñol

Las ocupaciones tradicionales de la mujer dieron origen a una amplia producción de litografías y aguafuertes, a menudo con una orientación social que excedía la mera representación de esos oficios. Las secciones dedicadas a la religión y a la educación reflejan un cambio de época y un cambio de roles de las mujeres (reflejado en el arte), que pasan a ser sujetos activos de la vida comunitaria. Muchas niñas se incorporan a la educación, si bien el debate sobre la educación de la mujer fue muy activo y contó con las voces de algunas de las más ilustres pensadoras, desde Concepción Arenal hasta Emilia Pardo Bazán.

La prostitución: de objetos… a objetos

El tema de la prostitución, predilecto de los novelistas, fue muy frecuentado por los pintores. Se asoció a la representación de la injusticia social y la explotación, como en Joaquín Sorolla y Antonio Fillol y, después, al hastío y al desgarro vital de las prostitutas, como en Gonzalo Bilbao, Ignacio Zuloaga y Julio Romero de Torres, que trataron de superar, con una expresión más intensa, el naturalismo de los anteriores. Los artistas más renovadores, que trabajaron en París, como Hermen Anglada-Camarasa y Pablo Picasso, abordaron la prostitución a través de escenas más urbanas, tanto en la calle como en los cafés y en los espectáculos de cabarés. En el espacio restringido del burdel y también en el espacio público, disfrazada como diversión, la prostitución se toleraba, pues su erradicación se creía imposible, pero su consideración social era totalmente negativa.

Dentro de la prostitución fueron relativamente frecuentes tipos marginales y de etnias diferentes a la europea, como la mujer que protagoniza la obra de Anglada-Camarasa. Dos de los cuadros más característicamente sociales de Sorolla, ¡¡Otra Margarita!! y Trata de blancas (que ilustra este artículo), están ambientados en un vagón de ferrocarril. Sorolla se interesó por la representación de interiores de vagones de tren; en este caso, el protagonismo del ferrocarril señala la habitualidad de aquel medio de transporte, que favoreció el éxodo del campo a la ciudad y el subsiguiente desarraigo del medio familiar y social de quienes lo emprendieron, especialmente duro en el caso de las jóvenes que se convertían en prostitutas. Sorolla las representó con un aspecto amable, ropas recatadas y de colores agradables y cierta ingenuidad. Esto hizo señalar a algún crítico que era «un cuadro jugoso, aunque demasiado dulce».

'La bestia humana', de Antonio Fillol

‘La bestia humana’, de Antonio Fillol

Quizá el cuadro más brutal de este sector de la exposición es La bestia humana, de Antonio Fillol, en cuyo imaginario visual encontramos asuntos sensibles que, por la incomodidad de lo representado, no pasaron desapercibidos a los jurados de los certámenes oficiales, a la crítica de arte y a la sociedad de su tiempo. La desigualdad y la lucha de clases, el hambre, el abuso, la protesta, el asesinato, la prostitución o el adulterio son argumentos que, con un lenguaje formal que evoluciona desde el realismo de corte naturalista al esteticismo modernista, destacaron por su atrevimiento y singularidad dentro de la generalidad artística valenciana y española del momento.

La atracción que muchos artistas experimentaron por el mundo de la prostitución se plasmó, a menudo, en la obra gráfica. Esta otorgaba una amplia libertad para conseguir los efectos que deseaban, como sucede en los aguafuertes de Joaquim Sunyer y en el dibujo de Pablo Picasso. Como los artistas franceses, también estos pintores se interesaron por los aspectos más sórdidos de este ambiente. En cambio, los dibujos de Juan Gris, destinados a ilustraciones, recurren a una claridad de línea muy distinta a la de los artistas citados. El 1.º de Mayo en el Kursaal contrapone explícitamente el mundo de la prostitución de lujo con el ámbito de las luchas obreras.

A menudo, la fotografía de desnudos trató de enmascarar la verdadera índole de esta prostitución con poses a la griega, como en las fotografías de Pere Casas Abarca, o con posturas “artísticas”, como en los dos elencos de autocromos y de positivos estereoscópicos aquí presentados. Tienen gran interés los muestrarios de fotografías de mujeres en actitud erótica de Antoni Esplugas.

Muestrarios de fotografías eróticas, de Antoni Esplugas i Puig

Antoni Esplugas i Puig. Muestrario de fotografías de desnudos, h. 1890

La emigración, la pobreza y marginación étnica y social, el colonialismo, las huelgas y revueltas sociales o la muerte son otros de los principales temas de la exposición ‘Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910)’, todos ellos con un papel destacado de la mujer, sujeto activo y también víctima de estos cambios sociales, que una vez más cambiarían su destino para siempre… pero sin contar con su voz.