Cuando pensamos en el primer libro de ciencia ficción de la historia, casi nadie imagina un relato escrito en latín hace más de cuatro siglos por un astrónomo del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero esa es exactamente la historia de Somnium, también conocido como In Somnium Astronomicum, una pieza única publicada póstumamente de la mano del célebre Johannes Kepler.
Más que una curiosidad literaria, este breve texto de apenas 30 páginas es un artefacto fascinante que combina magia, astronomía y especulación científica con una audacia inédita para su época.
El primer libro de ciencia ficción de la historia no nació como una obra de entretenimiento. Fue un experimento narrativo con vocación científica. En él, Kepler proyectó sus conocimientos astronómicos en forma de sueño alegórico, al estilo platónico, pero también con ecos medievales y renacentistas. Lo que sorprende no es solo su contenido, sino el hecho de que lo escribiera en 1608, un año antes de que Galileo apuntara su telescopio a la Luna.
Kepler, la Luna y un demonio como guía interplanetario
El protagonista de esta historia —un joven islandés llamado Duracoto— es un trasunto del propio Kepler. Su madre, una curandera llamada Fiolxhilde, acaba vendiéndolo a un marinero que lo llevará hasta Dinamarca, donde acabará bajo la tutela del mismísimo Tycho Brahe. Este inicio, en apariencia fantástico, es en realidad una metáfora autobiográfica. Kepler, hijo de una herbolaria y de un padre ausente, también fue discípulo de Brahe y acabó heredando su cargo como matemático imperial.

Lo que convierte a Somnium en el primer libro de ciencia ficción de la historia es que, tras este inicio, el relato da un salto sideral —literalmente— cuando Duracoto es transportado a la Luna gracias a un demonio “benévolo” invocado por su madre. Este demonio, siempre fiel a las sombras, lleva a los viajeros por la cara oculta de la Tierra hasta llegar a su destino: Levania, un claro anagrama de nuestro satélite.
Durante el trayecto, Kepler describe con minucioso detalle las dificultades del viaje espacial. El frío, la falta de oxígeno, la necesidad de narcóticos para soportar el trayecto. Todo con una verosimilitud que anticipa los problemas reales de la exploración lunar, haciendo de Somnium el auténtico germen del primer libro de ciencia ficción de la historia.
Astronomía, geografía lunar y observación científica encubierta en el primer libro de ciencia ficción de la historia
Una vez en Levania, el relato cambia de registro. Kepler despliega todo su arsenal de conocimientos astronómicos para describir cómo se vería la Tierra —a la que llama Volva— desde la Luna. Habla de hemisferios visibles e invisibles, del juego de sombras que provoca los eclipses, de las fases de Volva como un reloj perfecto para los subvolvianos. Incluso del modo en que los planetas conocidos por entonces se observan desde el firmamento lunar.
Cada detalle está medido. Cada afirmación, sustentada por el conocimiento de su tiempo. Por eso, cuando hoy releemos Somnium, nos damos cuenta de que el primer libro de ciencia ficción de la historia es también uno de los primeros tratados de divulgación astronómica encubierta. Kepler camufló ciencia en un relato fantástico porque sabía que esa era la única manera de hacerla accesible. Pero también porque temía que sus ideas fueran consideradas herejía.
‘Somnium’, el libro que casi quema a una mujer inocente
Esa mezcla de saber científico y referencias esotéricas no era inofensiva. De hecho, puso en riesgo la vida de su propia madre. En 1615, Katharina Kepler fue acusada de brujería en su ciudad natal. La coincidencia entre su perfil y el de Fiolxhilde, la hechicera del relato, no pasó desapercibida para las autoridades. El primer libro de ciencia ficción de la historia, aún inédito, se convirtió en una pieza de prueba encubierta.

Katharina fue arrestada, encadenada al suelo durante más de un año e interrogada sin tregua. Su hijo, ya una figura reputada, abandonó todos sus trabajos y emprendió una defensa sin descanso. Revisó cada acta, rebatió las acusaciones punto por punto y, sobre todo, empezó a escribir un extenso aparato de notas al pie en el manuscrito del Somnium. Con ello pretendía demostrar que nada de lo que allí se decía tenía base mágica, sino científica.
Paradójicamente, fue ese mismo proceso de racionalización lo que convirtió a Somnium en una obra aún más extraordinaria. Al añadir esas notas, Kepler duplicó su extensión y le otorgó una dimensión inédita en el contexto de la época. El primer libro de ciencia ficción de la historia no solo fue una fantasía lunar, sino una enciclopedia.