Juan del Val aparece sereno, tranquilo, seguro de sí mismo ante la prensa. Antes de que ninguna pregunta le haga aclararlo, él se defiende: “Yo escribo para entretener, no para una élite intelectual”. Quizá sus seis libros anteriores (dos de ellos escritos junto a su mujer, Nuria Roca), o mejor dicho, la crítica que los periodistas han hecho sobre ellos, han dejado una punzada de escozor en su ego. Porque si se trata de ventas, la verdad es que los números juegan a su favor, y ahí se refugia: en que tiene “el cariño de los lectores”.
Sin embargo, la escena tenía algo de ironía vital: el madrileño, nacido en 1970, que dejó sus estudios y se convirtió en albañil, con las manos curtidas en hormigón y polvo, recogía en el Museu Nacional d’Art de Catalunya el Premio Planeta 2025, dotado con un millón de euros. En su discurso, recordó esos días en que estaba “expulsado del sistema” y todo apuntaba al fracaso. Hoy, convertido en novelista de éxito y rostro televisivo, habla de la literatura con la serenidad de quien ha vivido varios comienzos. “Le diría a ese muchacho expulsado y que fue albañil algo que he intentado explicar: lo más bonito de la vida es que nunca se sabe qué va a pasar. Vivo la vida entendiendo que cualquier cosa buena que me pasa es un acontecimiento, por eso la exprimo. Creo que la felicidad es una actitud, no es algo que viene porque viene, sino que se busca”, afirma.
Y añadió, con una sonrisa incrédula: “Esto es tan asombroso que parece que solo le puede pasar a los demás. Mi vida es un poco eso, está llena de momentos maravillosos que siempre parecían estar destinados a gente que no era yo”.
La novela ganadora, Vera. Una historia de amor, presentada bajo el seudónimo de Elvira Torres, se mueve entre el retrato social y la búsqueda íntima. Su protagonista es una mujer de 45 años que decide romper un matrimonio vacío con un marqués de la alta sociedad sevillana. “Vera es una mujer de 45 años que ha vivido sin hacerse demasiadas preguntas. Tras años de matrimonio con Borja, un marqués de la alta sociedad sevillana y el único hombre importante en su vida al margen de su padre, decide separarse. En ese camino hacia la libertad conoce a Antonio, un hombre diez años más joven que ella y procedente de un barrio de Madrid. Entre ambos surge una historia de amor en la que cada uno aporta pureza e interés de manera distinta. Me interesaba explorar de quién nos enamoramos y por qué, y cuestionar los prejuicios que reducen el amor a algo puro y esencial. Hay muchos más factores”.

Un retrato femenino
Ante las preguntas de Artículo14, Juan del Val insiste en que su interés por las mujeres no es una pose, sino una constante vital y narrativa. “Las mujeres me interesan. Me considero feminista, pero no solo en el plano discursivo; ser feminista tiene que ver con los hechos, más que con las palabras. A ellos me remito: a mi biografía y a mi escritura. El lugar que ocupan las mujeres en mis novelas no se limita al protagonismo, sino también a lo que les sucede. En todas mis obras hay una evolución en la que las protagonistas terminan siendo dueñas de su vida sin necesidad de nadie”.
Esa construcción no nace de un ejercicio distante de observación, sino de un universo íntimo y cercano. “Conozco muy bien a mis personajes porque me nutro de lo que vivo. He pasado mi vida rodeado de mujeres y ese universo me interesa profundamente. Vera no es una mujer real, pero está inspirada en muchas que conozco. En cierta forma también tiene algo de mí. Candela fue una novela escrita en primera persona desde el punto de vista de una mujer, y me sentí cómodo en ese papel. He estado siempre acompañado de mujeres potentes, como mi madre o Nuria [Roca], y son ellas las que me inspiran: escribo de lo que vivo y de lo que siento, y Vera es una mujer que me interesa enormemente”, añadió, antes de concluir reiterando: “Soy feminista. Me he rodeado siempre de mujeres fuertes y brillantes”.

La trama y sus múltiples capas
Juan del Val no reduce Vera a un simple romance. “En la novela suceden muchas cosas: la relación de Antonio con su hermano, el vínculo de Vera con su hermana, la venganza del marqués… Me resulta difícil resumir una historia en la que creo que hay tanta vida”. Su empeño, asegura, es evitar la simplificación: “En la vida, y también al escribir, procuro huir de lo simple y apostar por la claridad. Hago un esfuerzo para que todo se entienda, aunque pueda haber mucha profundidad detrás. Conozco a fondo a mis personajes, especialmente sus dudas. Aunque la historia pueda parecer ligera en apariencia, lo que me interesa es hablar de la vida. Al final, en cada novela plasmas lo que eres y lo que te importa”.
Su concepción de la narrativa parte de un principio claro: entretener. “Reivindico permanentemente la palabra entretenimiento. A partir de ahí construyo mis historias: es un respeto al lector ponerle las cosas fáciles. Si consigo emocionar, excitar o hacer reflexionar, mejor aún, pero el punto de partida siempre es el entretenimiento”. Y añade: “Es una novela con dos lecturas: una más superficial y complaciente, y otra más profunda, que incluso puede llegar a doler”.
Entre la crítica y la popularidad
Consciente de su doble exposición como novelista y personaje mediático —como tertuliano en El Hormiguero—, Del Val se detiene en la relación con los críticos. “No es una novela para las élites intelectuales. Me interesa leer todas las críticas y espero que la novela guste a todo el mundo, también a los críticos. Pero en el nivel de exposición que yo tengo es imposible estar pendiente de todo. Mi discurso pretendía subrayar que la literatura tiene que tener una vocación de ser leída. Es una obviedad”.
Su defensa de la literatura popular la formula con firmeza: “La literatura de entretenimiento debe reivindicarse. No me siento maltratado ni incomprendido: mis novelas cuentan con la aceptación de los lectores, que son a quienes me dirijo. A veces me incomoda que opinen quienes no las han leído, aunque lo entiendo por la exposición mediática. Si alguien lee mis libros, acepto cualquier crítica. Este premio tiene dos pilares evidentes: es literario y también comercial. A veces se percibe lo popular como algo menor, y ese es un error. La literatura debe ser también popular. Como cualquier forma de comunicación, necesita un lector al otro lado. Si los autores debemos rebajar nuestra importancia para otorgársela al lector, es un ejercicio imprescindible”.
Sexo, deseo y escenas picantes
En Vera, como en sus anteriores novelas, la sexualidad ocupa un lugar narrativo. “No creo que tenga mucho que ver con La pasión turca, aunque me interesa que cada lector saque sus conclusiones. En todas mis novelas hay escenas de sexo, nunca gratuitas. El deseo y la ausencia de deseo explican muy bien a los personajes: muestran sus dudas, miedos e inseguridades. El sexo, como la comida, la muerte o la risa, forma parte de la vida, y por eso está presente en mis libros”.
Juan del Val reflexiona también sobre su biografía, marcada por saltos y reinvenciones. “Al joven que fui, expulsado del sistema y convertido en albañil, le diría lo mismo que digo a mis hijos: la felicidad es una actitud, no un regalo caído del cielo. Se busca, se trabaja, se persigue. Hubo momentos duros, pero hoy mi vida es maravillosa y me considero un afortunado. Lo más bonito de la vida es que nunca se sabe lo que va a suceder”.
El lector como dueño de la novela
Su planteamiento narrativo se cierra con un principio de humildad. “Lo que quiero es entretener, emocionar, hacer reír y hacer pensar. Que al cerrar el libro, el lector sienta que el viaje ha merecido la pena. A partir de ahí, no pretendo imponer mensajes: respeto demasiado al lector. Yo propongo sensaciones, sentimientos y pensamientos; la novela, al final, pertenece a quien la lee. No soy dogmático: que cada cual sienta lo que tenga que sentir al leerme. Pero si hablamos de intención, es entretener y emocionar”.
Juan del Val ha ganado el Planeta en una edición marcada por la visibilidad de escritoras jóvenes y por una finalista, Ángela Banzas, que confirma la fuerza femenina en la literatura española actual. Aun así, el premio ha recaído en él, un hombre de la casa —ligado al grupo mediático de Planeta— que reivindica la literatura popular y la voz de las mujeres como materia narrativa. En Vera, su quinta novela en solitario, lo hace de la mano de una protagonista que busca su libertad en medio de la contradicción y el deseo.