Mujeres no objeto

La llave del harén

¿Por dónde comenzaríamos la historia de las mujeres, por qué objeto, rastro o huella podríamos iniciar esta inacabable, inacabada crónica de la mitad de la humanidad? Y sobre todo ¿por qué? 

La llave del harén. Fotografía: KiloyCuarto

La poligamia, en todas sus variantes, se ha sostenido históricamente sobre un mismo principio: garantiza descendencia masculina y preserva el linaje. Desde el patriarca bíblico Abraham hasta los sultanes otomanos, el objetivo era el mismo, aunque la escala y el boato variaran. A veces se trataba de sumar esposas por cuestiones políticas, otras para compensar la infertilidad de la legítima, pero siempre con un reparto desigual de poder y privilegios. Las mujeres añadidas —concubinas, esclavas, secundarias— gestaban hijos, pero rara vez tenían voz.

En el Génesis, Sara, incapaz de concebir, ofrece a su esclava Agar a Abraham como madre sustituta. Agar, egipcia y quizá noble según el Midrash, se embaraza pronto y, envalentonada, desafía a su señora. El resultado: nace Ismael, crece la tensión y, cuando Sara al fin da a luz a Isaac, exige que Agar e Ismael sean expulsados. Abraham, con la bendición de Yahvé, les da pan, un odre y los manda al desierto. Contra todo pronóstico, sobreviven. Y así se dice que los pueblos árabes descienden de Ismael, también hijo de Abraham.

La historia se repite con Jacob, nieto de Abraham, que por enredos familiares acaba casado con dos hermanas, Lía y Raquel, hijas de su astuto tío Labán. Raquel, la preferida, pero estéril, entrega a su esclava Bilha como madre subrogada. Lía, despechada, contraataca con su esclava Zilpa. Las cuatro mujeres paren hijos para Jacob. Curiosamente, Bilha y Zilpa también eran hermanas, con lo que la endogamia alcanzaba niveles épicos. Las doce tribus de Israel surgirán de esta mezcla de hermanas, esclavas, esposas y enredos afectivos. Ni Bilha ni Zilpa dejaron testimonio. Se limitaban a gestar.

Los reyes David y Salomón perfeccionaron el sistema. El primero tuvo ocho esposas cuyos hijos se agredieron, violaron y mataron entre sí. El segundo montó un harén de dimensiones bíblicas: setecientas esposas reinas y trescientas concubinas. La Biblia culpa a estas mujeres de haber desviado al sabio rey del culto verdadero, lo que equivale a decir que entre tantas faldas perdió la brújula moral.

Pero lo suyo era amateurismo si lo comparamos con las cortes egipcias, chinas o turcas. En Egipto, la Per Jeneret agrupaba a las mujeres influyentes del reino. En China, el harén imperial, jerárquico hasta el absurdo, buscaba producir un nuevo Hijo del Cielo. Con miles de mujeres recluidas en la Ciudad Prohibida, la emperatriz organizaba estrictamente las visitas sexuales del emperador para evitar excesos. En tiempos de la dinastía Ming el sexo tenía turno y calendario.

En el imperio otomano, el harén o serrallo estaba gobernado por la Valide Sultan, madre del sultán. La fantasía europea lo retrató como un edén de mujeres semidesnudas, y pasó por alto su estructura rígida y su política interna. Las odaliscas, consortes, esclavas y sirvientas vivían controladas por eunucos negros, castrados desde la infancia, guardianes literales de la llave del harén. Su poder en la corte era considerable: no tenían herederos propios, pero controlaban a quienes sí los engendraban.

El harén, más que un espacio de placer, se erigía como una estructura de poder. Un poder masculino sostenido por cuerpos femeninos vigilados, silenciados, organizados como si fueran piezas de ajedrez. Su sexualidad no les pertenecía, su maternidad no era libre, y su cuerpo se enajenaba.

Mientras unos tejían alianzas en la guerra o en la corte, otros tejían genealogías desde los aposentos cerrados. En muchos casos, la historia —la oficial— olvidó los nombres de las mujeres. Pero quedó la llave. Una llave simbólica, metáfora del control sobre los cuerpos y las decisiones, que sigue abriendo interrogantes incómodos incluso siglos después.

Espido Freire, autora de La historia de la mujer en 100 objetos ed.Esfera Libros, ha seleccionado 31 para una saga veraniega en Artículo14 donde hace un recorrido por algunos de los objetos que más han marcado a las mujeres a lo largo de su historia.

TAGS DE ESTA NOTICIA