Las primeras palabras que se oyen en ‘Nuestra querida profesora’, documental que retrata una clase perteneciente a una escuela de primaria vienesa -la más grande de la ciudad-, situada en un barrio habitado mayoritariamente por inmigrantes, no son pronunciadas por ninguno de los protagonistas de la película, sino por su directora, Ruth Beckermann, que deja así clara desde el principio su intención de no disimular en absoluto su presencia en la película. Sobre un colorido fondo de dibujos infantiles, la voz en off de Beckermann lee los nombres de los 25 alumnos y la maestra a quienes pasó filmando desde el otoño de 2020 hasta la primavera de 2023, y es lógico que lo haga. La película, después de todo, fue completada en plena colaboración con todos ellos.

En concreto, Beckermann observa a la clase a lo largo de tres cursos, en los que los niños -en su mayoría migrantes procedentes del norte de África, Turquía, Siria, Serbia, Rumanía y Ucrania- aprenden diversas lecciones vitales. Ilkay Idiskut, su profesora, también experimenta cambios trascendentales mientras lidia con los problemas cotidianos que lastran el sistema educativo público contemporáneo, como la falta de financiación y, derivada de ella, la escasez de profesores y personal extraescolar. Llegado el momento, encontrar una sustituta para cubrir la baja por maternidad de Ilkay resultará ser extraordinariamente costoso.
La película se centra, casi por completo, en la relación entre la profesora y sus alumnos, entre los que se detectan arquetipos tan habituales en los colegios como el payaso de la clase, el gamberro, el vago y el empollón. Vemos a los niños crecer, observamos cómo se estrecha su relación con Ilkay y también con la propia Beckermann. La cámara se mueve entre los pupitres, manteniéndose a su altura, tomándose su tiempo para contemplar interacciones aparentemente inocuas -y más de un momento de baile- que revelan lealtades y antagonismos, y personalidades empiezan a emerger.

Ilkay, que proviene de una familia turca, es una docente dinámica y dedicada, que demuestra calidez y paciencia a la hora de escuchar, pero también se muestra firme a la hora de defender la estructura y la disciplina al tiempo que exhibe habilidades para la resolución de conflictos que muchos líderes políticos querrían para sí. La joven enseña todas las materias, desde alemán -para la mayoría de los chavales, no es el idioma que se habla en casa- hasta matemáticas pasando por educación física; asimismo, da a los alumnos espacio para que encuentren su propio camino mientras, eso sí, establece los límites que necesitan para sentirse seguros: fomenta debates sobre temas de relieve como la diversidad religiosa, las políticas de género y la guerra entre Rusia y Ucrania, y, a veces, cuestiona con buena mano algunas de las enseñanzas que los niños traen aprendidas de casa.
Se enorgullece de convertir la clase en una comunidad, y reacciona cuando esa comunidad se ve amenazada; no duda en señalar de forma tajante comportamientos tóxicos, sexistas y misóginos, y, cuando el acoso escolar a uno de los pequeños queda expuesto, se hace evidente cómo la profunda decepción que la maestra exhibe hace mella en los alumnos.

A través de todos esos momentos y otros muchos, ‘Nuestra querida profesora’, transmite una inocencia, una nobleza y una humanidad multicultural compartida que inevitablemente traen a la mente lo que sucede fuera de esa aula, en esa misma ciudad y en tantas otras, donde la hostilidad hacia los migrantes sigue creciendo. En todo caso, la película mantiene un tono ligero, especialmente en los diversos momentos en los que Beckermann literalmente pone el documental en manos de los alumnos, quienes se graban a sí mismos y los unos a los otros con un móvil, a ratos llorando por una mala calificación pero más a menudo, claro, bailando.
Y entretanto, poco a poco y año a año, la infancia empieza a disiparse; los rostros pierden algo de su suavidad infantil y se van angulando, aunque aún resulta imposible vislumbrar a los adultos en los que los niños acabarán convirtiéndose. ¿A dónde les llevará la vida? ¿Sufrirán la misma falta de oportunidades que sus padres o lograrán hacerse un hueco en el ascensor social? Quién sabe. Aceptar la invitación a contemplarlos que ‘Nuestra querida profesora’ ofrece, en todo caso, nos permite recordar cómo fue nuestra propia infancia, y nos inspira a hacer todo lo posible para contribuir a que muchos otros niños como ellas lo tengan un poco menos difícil.