Sex o no sex

Orgasmo femenino: ¿Es más excitante gemir o callar?

Hoy se celebra el Día Mundial del orgasmo femenino, una fecha para romper tabús y plantear curiosidades como esta: ¿es mejor un sutil ronroneo o rugir como una tigresa?

Orgasmo
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Este viernes el Orgasmo femenino celebra su día mundial y quiere hacerlo con mayúsculas, olvidándose por un día de esa brecha orgásmica que marca el 61% de españolas con dificultades para alcanzarlo durante el encuentro sexual con su pareja, frente al casi 90% de hombres que llega con puntualidad británica. Hay mucho de qué hablar, como el clímax en solitario, el uso de juguetes o el conocimiento del cuerpo femenino, pero hoy nos centraremos en algo mucho más alegre: los sonidos del orgasmo. ¿Los expresamos o mejor nos contenemos?

Gemir o no gemir. Quedarse en un imperceptible ronroneo o rugir como una tigresa de Bengala. ¿Qué es más erótico? Hay mujeres que mantienen el clímax en un mutismo zen y mujeres que lo convierten en un concierto de ópera con final apoteósico. Eva Moreno, sexóloga de Gleeden, la aplicación de citas no monógamas pensada para mujeres, lo tiene claro: “Expresar libremente un orgasmo tiene un impacto directo en su calidad. Gemir de manera auténtica, conectando con la respiración, favorece la expansión del orgasmo y ofrece una experiencia mucho más plena”.

Moreno ve en ello un acto de empoderamiento, conexión y salud emocional. “Los jadeos, gemidos, risas, gritos e incluso llanto son expresiones naturales de excitación sexual que cumplen una función comunicativa y fisiológica fundamental. El sonido hace que la experiencia sea mucho más expandida, ya que representa la intensidad de la excitación y cómo el cuerpo se está abriendo”, señala.

La mujer tiende a comunicarse durante el acto sexual más que el hombre. La sexóloga lo achaca a factores culturales y también biológicos. “Muchas utilizan los gemidos como una herramienta para favorecer la conexión con su pareja y potenciar el placer mutuo, incluso para facilitar la eyaculación masculina”. Esto último delata una fisura que cambia el atractivo de los jadeos. Según sus datos, solo el 40% de las mujeres españolas ha tenido su primer orgasmo antes de los 20 años y todavía el 20% de las mujeres afirma que casi siempre lo finge, sobre todo para “acabar rápido porque el sexo no le apetece”.

Los porcentajes de un estudio liderado por los psicólogos británicos Gayle Brewer y Colin Hendrie son aún más explosivos: el 66 % de las mujeres gime para acelerar el clímax de su pareja y el 87% para alimentar el ego masculino. Lo que vienen a decir es que cuando se aburren, se cansan o les incomoda el sexo, jadean para que el hombre se excite y alcance el clímax más rápido. De una segunda lectura se podría deducir que con los gemidos manipulan el comportamiento masculino para su beneficio. Este estudio británico tiene ya unos años, por lo que lo más oportuno será quedarnos con la información que nos brinda Moreno desde Gleeden.

Ella prefiere pensar en el gemido como un excelente estímulo sexual, siempre que sea genuino. Por eso, la confianza es clave. “Cuanto mayor es el vínculo y la comodidad, más auténticas son las expresiones sonoras. Es como si mostrases a la otra persona tu voz más personal: los gemidos se convierten en una forma íntima de cantar el placer. El sonido actúa como una guía rítmica que ayuda a sintonizarse emocional y físicamente, aumentando el deseo y la autoestima de la pareja. Esta sincronización de las respiraciones durante el acto sexual permite una mayor compenetración”.

En esto también ha cambiado la ficción. De la incómoda banalización del fingimiento que hizo Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally, en 1989, saltamos al placer femenino auténtico y audible en la temporada 3 de la serie Bridgerton. En la escena íntima de la carroza, Penélope alcanza el orgasmo y lo disfruta cuando Colin explora bajo su ropa, previo consentimiento, por cierto. Es una secuencia muy elogiada por la representación del placer femenino ligado a la conexión emocional.

Somos libres de gritar o guardar silencio, lo que importa es que el gesto sea genuino. “Gemir de una manera sobreactuada puede desconectar a la mujer de su propio placer. Fingir de forma repetida para no herir a la pareja puede llevar a una disociación emocional que perjudica el disfrute real y nos hace desconectar de nuestro propio disfrute”, insiste Moreno.
Lo que parece claro es que puede ser la guinda que ayude a intensificar el éxtasis sexual de una manera voluntaria. A esta conclusión llegó la sexóloga Amy Elizabeth Webb, autora de un estudio publicado en The Journal of Sexual Medicine. Interesada en encontrar la herramienta de medición más exacta del orgasmo para comprender algo mejor la respuesta sexual femenina, observó que los gemidos no son señales involuntarias del cuerpo, como sí lo son los espasmos, la sudoración, la tensión muscular o la respiración acelerada.

Por este motivo, cree que deberían quedar fuera de cualquier escala de medición del orgasmo. “El hecho de gemir o no gemir no es un indicio de lo que está sucediendo en el cuerpo, aunque pueda desempeñar un papel clave para alcanzar el orgasmo”, concluye.

No hay, por tanto, un veredicto exacto, aunque en la balanza el silencio acaba desplomándose por la fuerza de los beneficios de los gemidos que nos enumera Eva Moreno:

  1. Liberamos tensiones, ayudando al cerebro a relajarse.
  2. Aumentamos la magnitud erótica de los sentidos. El sentido del oído es un aliado erótico clave.
  3. Permite una catarsis emocional: la liberación de energía nos ayuda a relajarnos y a una conexión más profunda con la pareja.
  4. Favorece el orgasmo y mejora la experiencia sexual general.
  5. Es especialmente útil para personas con dificultades para alcanzar o controlar el clímax