¿Por qué Agatha Christie acabó odiando a Poirot?

Sea como fuere, la figura de Poirot continúa viva porque encarna la eterna fascinación de Agatha Christie por el misterio y la moral

Agatha Christie - Cultura
Una fotografía de archivo de la escritora Agatha Christie.
RTVE

El 6 de agosto de 1975, el New York Times publicaba un obituario insólito: “Hércules Poirot ha muerto; célebre detective belga”. Por primera vez en la historia, un personaje de ficción protagonizaba una necrológica en la prensa internacional. Medio siglo después, el mito sigue vivo. Pero pocos recuerdan que su creadora, Agatha Christie, terminó detestando al detective que la hizo mundialmente famosa.

El nacimiento del detective más famoso del mundo

Cuando Agatha Christie escribió El misterioso caso de Styles en 1920, no podía imaginar que aquel “hombrecillo de poca estatura” se convertiría en uno de los personajes más reconocibles de la literatura universal. Retirado de la policía belga y refugiado en Inglaterra tras la Primera Guerra Mundial, Hércules Poirot debutó como un detective metódico, racional y obsesionado con los detalles.

El propio estilo de Agatha Christie lo moldeó con precisión quirúrgica: maniático, vanidoso y siempre impecable. Su devoción por la simetría rozaba lo patológico. Los huevos del desayuno debían ser idénticos. Las rayas de su traje perfectamente paralelas. Y su bigote, el “mejor de Inglaterra”, debía lucir una forma absolutamente armoniosa. Aquel retrato del orden llevado al extremo acabaría siendo, paradójicamente, el motivo de su rechazo.

El precio de un éxito eterno

Con el paso de los años, Agatha Christie comenzó a sentirse prisionera de su creación. Si bien Poirot la catapultó al estrellato internacional, también la condenó a vivir bajo la sombra de un personaje que el público idolatraba, pero que ella encontraba insufrible. La escritora lo describía como “detestable, ampuloso, cargante y excesivamente egocéntrico”.

Kenneth Branagh como Hércules Poirot - Cultura
Fotograma de las recientes adaptaciones de Agatha Christie protagonizadas por Kenneth Branagh.
20th Century Studios

Aun así, Agatha Christie nunca se atrevió a matarlo en pleno auge de su popularidad. Había aprendido la lección de Arthur Conan Doyle, quien, cansado de Sherlock Holmes, lo arrojó por las cataratas de Reichenbach en El problema final (1893), solo para resucitarlo años después ante la furia de los lectores. La autora británica temía que algo similar ocurriera con Poirot. El público lo adoraba demasiado.

Por eso escribió Telón: El último caso de Poirot durante la Segunda Guerra Mundial. Pero guardó el manuscrito durante tres décadas, esperando el momento adecuado para despedirse definitivamente de su detective más célebre.

El último caso: justicia y redención

En Telón, Poirot reaparece anciano, enfermo y confinado a una silla de ruedas. Padece problemas de corazón y artritis severa, pero todavía conserva la mente brillante que lo hizo famoso. Frente a un asesino que escapa a la ley, decide tomar una decisión moral extrema. Un dilema ético que Agatha Christie convierte en una de las reflexiones más poderosas de su carrera.

El detective que había hecho de la razón su bandera elige finalmente actuar desde la emoción, guiado por una conciencia más humana que jurídica. Su muerte, narrada a través de una carta póstuma dirigida a su inseparable amigo Hastings, convirtió a Poirot en uno de los pocos detectives de la historia literaria que fallecen “en acto de servicio”.

Ese cierre, profundamente simbólico, fue el modo en que Agatha Christie logró liberarse de su criatura sin renegar de su legado. Su detective moría como había vivido: defendiendo la justicia por encima de todo.

Un amor-odio literario

La relación entre Agatha Christie y Hércules Poirot fue tan compleja como la de Doyle con Holmes. La autora, perfeccionista y discreta, veía en él la caricatura de aquello que detestaba: la vanidad, el narcisismo y el exceso de autocomplacencia. Pero también comprendía que su éxito dependía de ese equilibrio entre genialidad y excentricidad.

Obra de Agatha Christie - Cultura
Una fotografía en blanco y negro de la escritora Agatha Christie.
Archivo

Durante décadas, Poirot protagonizó más de 30 novelas y 50 relatos cortos. Su fama trascendió el papel y se trasladó al teatro, al cine y a la televisión. Actores como Albert Finney, Peter Ustinov o Kenneth Branagh le dieron vida en la gran pantalla. Y David Suchet lo convirtió en un icono televisivo con la serie Agatha Christie’s Poirot, emitida entre 1989 y 2013.

Pese a sus quejas, Agatha Christie reconoció en sus diarios que el detective “siempre había cumplido su función”. Y aunque su personalidad la agotara, sabía que sin él su carrera no habría alcanzado tal magnitud.

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